En la calle Alberti al 1500, en el barrio porteño de San Cristóbal, se encuentra la mezquita Al Ahmad, el primer templo con estilo arquitectónico islámico que se construyó en la Argentina: su inauguración data de 1985. Administrada por el Centro Islámico de la República Argentina (CIRA), si bien está destinada a la la comunidad musulmana, se encuentra abierta a visitas de todo tipo de público.
En el exterior, los bloques de mármol oscuro de la mezquita y los altos ventanales enfilados con forma de ojiva dan cuenta de que se trata de un edificio fuera de lo común. Pero lo que más llama la atención es una torre de unos 20 metros ubicada en el extremo derecho del frente del templo, octogonal, con dos pequeños balcones, coronada en lo alto por una medialuna. Se trata de un minarete, la torre desde donde los musulmanes convocan a los feligreses a realizar cada una de sus cinco oraciones diarias.
"Desde este minarete no se hace el llamado a la oración, porque Buenos Aires no es una ciudad musulmana. En otras ciudades, como Estambul, en cambio, sí. Además, los minaretes servían para orientar a los viajeros. Algunos, incluso, emitían o reflejaban luz y podían verse a 40 kilómetros de distancia", explica a LA NACION Ricardo Elía, secretario de Cultura y director de Asuntos Académicos del CIRA.
Adentro de la mezquita
Para ingresar a la mezquita Al Ahmad, igual que a cualquier otra, es una costumbre ancestral quitarse los zapatos. Las mujeres deben, además, cubrirse la cabeza. El contacto de los pies con la mullida alfombra roja con ilustraciones de arcos de estilo andalusí amarillos que reviste el piso del templo produce una sensación agradable. Unos metros más allá, un hombre prosternado –sus rodillas y frente contra el suelo– realiza el salat, nombre con el que se conoce a la oración de los musulmanes a Alá.
El salat se realiza siempre con el cuerpo mirando en dirección a La Meca, en Arabia Saudita, la ciudad principal para los musulmanes, en la que nació Muhammad –nombre castellanizado como Mahoma–, el profeta más importante del islam. Mahoma es el mensajero de Alá, este último equivalente al Dios judeocristiano. Hacia La Meca también están dirigidos cada uno de los arcos dibujados en la alfombra. En cada arco hay espacio aproximado para que ore un feligrés.
"En realidad, esta mezquita no tendría que tener esta forma que tiene, como de nave, como una iglesia cristiana –señala Elía–. Lo ideal para este tipo de templos es que sean más anchos que largos; cuanto más personas haya alineadas una al lado de otra, es mejor".
La mezquita Al Ahmad –llamada así porque es uno de los nombres del profeta Mahoma– fue construida a partir de 1983 por los arquitectos Elías Ham e Ismael El Ahmed, y el ingeniero Ahmed El Ahmed. Respondía a la necesidad de la comunidad musulmana en Buenos Aires de tener un lugar donde congregarse. Se inauguró el 30 de septiembre de 1985, con una dimensión de 280 metros cuadrados. En 2009 se efectuó una ampliación y, ahora, el templo cuenta con 500 metros cuadrados, que incluyen una planta alta en la que también hay espacio para orar.
En el techo se impone una cúpula acebollada con pequeñas ventanas ojivales que exhiben vitrales con motivos de geometría islámica. Se encuentran generalmente dodecágonos, octógonos o hexágonos, que representan la circularidad. "El círculo es el símbolo de la unicidad de Dios, su eternidad e infinitud", expresa Elía. De la cúpula y de otros sectores del techo de la mezquita cuelgan arañas, doradas y también circulares, provenientes de Siria.
La quibla, el mihrab y el minbar
Uno de los elementos que es común a todas las mezquitas, y que no falta en la de San Cristóbal, es el muro de orientación a La Meca, que está al frente del templo y cuyo nombre en árabe es quibla. Amplios ventanales se encuentran en este muro, con los detalles geométricos antes detallados y con la inscripción en árabe de los nombres de Alá y de Mahoma.
"En general, en la quibla no es recomendable que haya ventanas. En este caso sí, porque está hecha para que entre luz de la calle, pero en otras mezquitas la iluminación proviene de otro lado", dice Elía. El detalle de estos ventanales, además, es que los vitraux no son de vidrio, sino que fueron hechos de plástico resistente y pintados a mano. Algo que no les resta belleza.
Otra de las características arquitectónicas es el nicho u hornacina construido en el mismo muro de orientación a La Meca. Se trata de un hueco semiesférico que se conoce con el nombre de mihrab, que es donde debe mirar el creyente en el momento de la oración. "La forma puede variar –expresa Elía–. Algunos incluso pueden tener 10 metros de profundidad. Depende de cada mezquita".
La hornacina, en este caso, tiene sobre su arco superior oval un epígrafe, esto es, una inscripción en árabe de versículos del Corán o de dichos de Mahoma. También se encuentran a lo largo de otras paredes de la mezquita; es algo corriente en los edificios religiosos islámicos.
A la derecha del mihrab hay un objeto de madera oscura formado por una escalera que desemboca en una tarima cuadrada, con espacio para una persona. Es el púlpito, o minbar, un elemento que también se encuentra en la totalidad de las mezquitas alrededor del mundo.
"Sirve para que dé su sermón desde allí arriba la persona que dirige la oración los días viernes, que es el día de los musulmanes, como el sábado de los judíos y el domingo de los cristianos. Esa persona es el imán", explica Elía.
Las oraciones y la media luna
Los musulmanes realizan sus oraciones –siempre en idioma árabe– cinco veces al día, todos los días: a la mañana, al mediodía, a la mediatarde, al crepúsculo y a la noche. Pero el viernes al mediodía suelen realizar esta oración, de manera colectiva, en la mezquita. En Al Ahmad, los mediodías de cada viernes se juntan unos 400 feligreses, aproximadamente.
Sobre la parte superior del minbar, como en otros lugares del templo, puede observarse una medialuna, en árabe hilal, que los musulmanes adoptaron como símbolo de identificación. La luna es una referencia para contar los meses en el islam; también para el Ramadán –mes ritual de ayuno y oraciones desde el alba hasta la puesta del sol– el satélite de la tierra es fundamental.
Además, Elía cuenta una historia: "Cuando los otomanos (miembros de un imperio que profesaba el culto islámico) toman Constantinopla, el 29 de mayo de 1453, entran a la ciudad a las tres de la mañana. Justo en ese momento en el cielo había una medialuna y una estrella muy grande cerca. Entonces, tomaron eso como símbolo, como una especie de anunciación".
Los musulmanes en el mundo y en la Argentina
En el mundo, según Pew Research Center, unos 1600 millones de personas profesan el islam, 23% de la población mundial. En la Argentina, las estadísticas en ese sentido son inciertas. "Se habla de unos 400.000 fieles, pero es muy estimativo", señala Elía.
En cuanto a los lugares de procedencia de los musulmanes en la Argentina, "un 95% llegaron de Siria y Líbano, durante la última década del siglo XIX y las primeras dos décadas del siglo XX –detalla Elía–. En esos tiempos aquellas dos naciones formaban parte aún del Imperio Otomano y los inmigrantes traían el pasaporte de dicho imperio, por eso por extensión se les decía 'turcos', pero no lo eran".
Otra confusión común en nuestro país es equiparar a los musulmanes con los árabes. En realidad, solo el 20% de los musulmanes son árabes. Hay gran cantidad de gente de esta religión en el sur del Sahara, en África, y también en Bangladesh, Pakistán, la India, e Indonesia. Este último es el país con mayor cantidad de musulmanes del mundo, con unos 230 millones de fieles.
Despedida de la mezquita
De regreso a San Cristóbal, es necesario agregar que entre los musulmanes no hay imágenes ni íconos de ningún tipo. No pueden tener representaciones de lo divino dentro de sus templos.
En las paredes, entonces, se aprecian inscripciones en árabe, alguna fotos grandes de la mezquita de La Meca y representaciones simbólicas en tamaño pequeño de lo que se llama ajimeces, que son celosías de madera con diminutos huecos para dejar pasar la luz.
En las mezquitas más grandes de los países con mayoría de musulmanes, estas ventanas son importantes para dejar pasar el aire de afuera y contener la luz de los tórridos soles que agobian por lo general a las naciones que se identifican con la medialuna del islam.
En la puerta de la mezquita Al Ahmad, otra vez con el calzado puesto, Elía explica que, si bien la arquitectura del islam tiene varios estilos –el andalusí, el otomano, el mogol, el egipcio~, en San Cristóbal se buscó construir un templo con tendencia a lo "ecléctico", con una estilización que se aproxime a la "muy rica arquitectura del islam".
Aunque con una antigüedad de 33 años, una edad exigua al lado de muchos otros templos de otros cultos de la ciudad, la relevancia de este recinto religioso para el barrio se visualiza en el hecho de que la estación de subte de la línea H lleva ahora el doble nombre de Inclán / Mezquita Al Ahmad.
El anfitrión de la visita vuelve a repetir que el lugar se encuentra abierto para todo aquel que quiera visitarlo, y saluda con una frase en árabe: "As salam aleikum", que en seguida traduce como "La paz sea con vosotros".
Fotos: Hernán Zenteno
Edición Fotográfica: Enrique Villegas
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