“Mucha emoción”: quién es la bióloga argentina premiada por la creación de la vacuna local contra el Covid
Juliana Cassataro tiene 49 años; investigadora y doctora en inmunología, recibió hoy el premio L’Oreal-Unesco a las mujeres en la ciencia
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El día que recibió la noticia de que había ganado el galardón coincidió con el día en que la Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica (Anmat) aprobó la primera vacuna argentina de refuerzo contra el Covid, proyecto que ella había dirigido durante los últimos tres años. Fue por eso que cuando Ana Franchi, presidenta del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet), le comunicó que había ganado el Premio L´Oréal-Unesco “Por las Mujeres en la Ciencia”, Juliana Cassataro, doctora en inmunología e investigadora, casi no tuvo tiempo para reaccionar. “Pasó todo junto y me causó mucha emoción”, cuenta.
Cassataro, de 49 años, dirige el grupo de investigación sobre inmunología, enfermedades infecciosas y desarrollo de vacunas en el Instituto de Investigaciones Biotecnológicas (Iibio Conicet-EByN) de la Universidad de San Martín y esta tarde recibió el premio en una ceremonia en el Ministerio de Ciencia y Tecnología. Este premio se entrega en colaboración con el Conicet desde hace 17 años, con el objetivo de reconocer y visibilizar la labor de las mujeres en el ámbito científico. Hasta el momento reconoció a 60 mujeres científicas –sin contar las ganadoras de este año– que representan provincias y ciudades de todo el país. En 2023, se cumple el 25° aniversario a nivel global y la Argentina es el país con más científicas reconocidas internacionalmente.
Desde hace 25 años, Cassataro trabaja en desarrollo de vacunas. En 2019 recibió una mención y este año obtuvo el premio mayor. En 2020 presentó un proyecto junto a un equipo, que fue seleccionado en la convocatoria IP Covid-19 de la Agencia Nacional de Promoción de la Investigación, el Desarrollo Tecnológico y la Innovación. A partir de ese momento, el equipo –en conjunto con el Laboratorio Pablo Cassará– se dedicó a desarrollar una vacuna a subunidad para los refuerzos contra SARS-Cov-2 que pueda producirse en la Argentina y adaptarse a nuevas versiones del virus. La vacuna ya terminó fase 3, con un ensayo en el que participan más de 500 profesionales de 20 instituciones públicas y privadas y unos 2000 voluntarios. Los resultados obtenidos permitieron el registro de la vacuna en la Anmat.
Ahora se está esperando la aprobación del primer lote para ya comercializarla y en las próximas semanas empezará a estar disponible en las farmacias. Por primera vez, una vacuna contra enfermedades infecciosas diseñada y producida en la Argentina llega a cumplir este hito, explican los organizadores del premio. La particularidad de este suero es que ya no usa la plataforma de ARN, sino una plataforma similar a las que utilizan la mayoría de las vacunas, por eso tiene menores efectos adversos y mayor aceptación en la población.
Actualmente, en el país solo se están aplicando de ARN Moderna y Pfizer. “La nuestra se parece a otras que se desarrollaron y aplican en Estados Unidos, España, India y Cuba. No usa la plataforma ARN mensajero, sino de recombinantes, que es como se hacen la mayoría de las vacunas a nivel mundial”, explica la investigadora.
“Elegimos esta plataforma porque hay plantas de producción en nuestra región. Nos parecía importante que se pudiera producir desde cero acá. No solo el envasado, sino todo. Y por ahí la gran diferencia de estas plataformas con la de ARN es la estabilidad. Esta vacuna que se puede guardar en heladera hasta 18 meses (no necesita temperaturas bajo cero). Por eso, creo que logísticamente para la región y para la Argentina es un avance en cuanto a la accesibilidad, y eso es importante”, explica.
–Esta vacuna llega en un momento particular, cuando sentimos que ya pasamos la pandemia y la tasa de vacunación cayó enormemente...
–Es cierto. La cobertura está bajando. Se entiende que la gente, al no ver el riesgo, pierde el foco de la relevancia de vacunarse. Al no ver la enfermedad, dice ‘no es importante’ o ‘no hace falta’. Lo que se está viendo ahora son las secuelas post Covid de ese porcentaje que queda fuera de la cobertura. La mayoría de los casos graves se dan en población no vacunada. Además, hay que tener en cuenta que no es una decisión personal. Si el virus sigue mutando, es casi como si no te hubieras dado ninguna dosis. Esta vacuna fue diseñada justamente como refuerzo y para adaptarse a los cambios de variante. Está pensada sobre todo para adultos mayores de 60 años, que es la población que va a tener que seguir aplicándosela por ser población de riesgo. Pero también los más jóvenes que se dieron varias dosis hace mucho tiempo; pasan varios años y ya el virus cambia tanto que es como que no hubieran estado nada vacunados.
–Durante la pandemia, los argentinos nos convertimos en una especie de catadores de vacunas y sabemos qué efectos tiene cada una. ¿Esta a cuál se puede comparar?
–Por lo que sabemos, tuvo muy pocos efectos adversos y leves, de los 2000 voluntarios, muy pocos tuvieron fiebre. Es muy poco reactogénica. O sea, la respuesta, la inflamación, es muy suave. Los efectos adversos son menores y por eso tienen mayor aceptabilidad. Además, el hecho de que esta vacuna use las plataformas tradicionales muy estudiadas también sirve para combatir ese pensamiento de la pospandemia sobre los efectos.
–¿Después de la pandemia fue difícil conseguir voluntarios para el estudio?
–Sí y no. Es decir, se tardó más que en pandemia en conseguir, pero la Argentina tiene un valor tremendo en ese sentido. Hay que agradecer a los voluntarios, porque en otros lugares del mundo se cayeron muchísimos estudios por la falta de participación y acá no ocurrió. Yo creo que porque querían realmente que haya un desarrollo nacional. Muchos de esos voluntarios, contra lo que algunos se imaginan, responden a distintos tipos de ideologías. Yo vi algo increíble acá en este proyecto. Fue mucha gente que quería que esto ocurriera.
–El estudio tuvo la particularidad de que estudiaron población ya vacunada. ¿Entonces las reacciones que esperaban podían ser distintas?
–Claro, pero justamente era porque la indicación de la vacuna es como refuerzo. Entonces, desde la fase 1, en el primer ensayo, ya lo hicimos como refuerzo y en fase 2 y 3 probamos tres prototipos de ARVAC (así se llama la vacuna) distintas, monovalente y bivalente contra distintas variantes del virus en el el mismo ensayo clínico. Fase 1 es la primera prueba en humanos, se mide la seguridad. La persona tiene que estar perfecta antes y después de la vacuna, máximo un poco de hinchazón en el brazo y cansancio, no más. En la 2 se evaluó la respuesta inmune en 232 personas, y en la 3 ya fueron 1782 voluntarios, donde se evaluaron ambas cosas. Las respuestas fueron muy buenas.
–¿Cómo se diseña el mecanismo capaz de adaptarse a las variantes que aparezcan?
–Como ya está aprobada la plataforma, la vacuna es igual, con el mismo proceso. Después se hace un cambio en la secuencia cuando la OMS [Organización Mundial de la Salud] dice “hay que trabajar sobre tal variante”, que es la de preocupación.
–Durante la pandemia, ¿en tu entorno cuán permeables eran a las vacunas? ¿Tuviste cerca algún sobrino, algún amigo, antivacunas? ¿Cómo viviste esa tensión?
–Como saben de lo que yo trabajo, los que son antivacunas mucho no me hablan, pero esto es algo que yo ya venía diciendo. Las vacunas son un bien social y no es una decisión personal, es una decisión como sociedad y como comunidad. A mí me parece que se discute con datos; no es una cuestión de creer o no, de “mi amigo me dijo”… Vos ves los datos y son incontrastables, son impresionantes. Después del agua potable, las vacunas son la herramienta de prevención en salud más importante que existió nunca. Yo miro esos números y me emocionan. Bajan la incidencia y realmente salvan vidas.
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