Mendoza. Entrenan a Pocha y Guillermina, dos elefantas del Ecoparque, para su traslado a un santuario
Hace dos meses empezaron a trabajar con ellas dos personas del equipo que las recibirá en Brasil y anteayer llegaron las cajas para el traslado, previsto para dentro de poco más de mes
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Anteayer en el Ecoparque de Mendoza, situado en la ladera noroeste del Cerro de la Gloria, se vivió un día de fuerte emoción. A las 5.30 y luego de una semana de viaje, llegaron a bordo de un camión las cajas que trasladarán a Brasil a Pocha y Guillermina, las elefantas asiáticas, madre e hija, que viven desde hace años en un foso de paredes de cemento y piedra bola, sostenidas por columnas de hierro, que alguna vez fueron rieles del ferrocarril.
Dos entrenadoras de origen norteamericano, Karissa Reinbold y Chrissy Pratt, trabajan desde hace casi dos meses para que las elefantas puedan recorrer tranquilas dentro de los contenedores los más de 3000 kilómetros que las separan de su destino final, el Global Sanctuary for Elephants, donde pasarán el resto de sus días en libertad.
Allí las esperan Mara, que viajó desde el Ecoparque porteño; Rana, Bambi y Lady, todas rescatadas de años de cautiverio y maltrato. Si toda va bien, madre e hija llegarán dentro de poco más de un mes a las frescas lomadas del Mato Grosso.
“Hicimos la descarga de los contenedores por la tarde y se les hizo el lavado sanitario y la desinfección que exige el Senasa. Con la ayuda de una grúa que esperaba en el Ecoparque, se posicionaron en las puertas del recinto. Hace un mes, cuando arribaron las entrenadoras, todo el personal involucrado trabajó para derribar parte de ese muro y las puertas con ese fin. Es que los recintos estaban pensados para que los elefantes no volvieran a salir nunca más de allí, incluso ante una emergencia sanitaria”, cuenta Leandro Fruitos, miembro del consejo consultivo y representante de la Fundación Franz Weber, de origen suizo, en el Ecoparque de Mendoza.
Llevó mucho trabajo. Hasta entonces, solo se accedía al foso a través de una pequeña puerta para el cuidador, en la que Pocha y Guillermina (de 56 y 23 años, respectivamente) apoyan sus cabezas para mirar por ser el único hueco en la pared por el que explorar el mundo externo que desconocen.
Una vez que las cajas −que pesan aproximadamente cinco toneladas cada una y miden 3,20 metros de altura, acondicionadas con una cámara que permite monitorear a las elefantas durante el viaje y con bandas de soporte para sostenerlas si quisieran descansaren el largo recorrido− quedaron instaladas en las puertas del recinto circular, ellas empezaron a olfatearlas. A pesar de la desinfección sanitaria que se les hizo todavía les queda el olor de los elefantes ya trasladados en ellas, incluida Mara.
“La llegada de las cajas es garantía de que se irán. Por eso fue un momento tan emocionante”, relata Leandro, exactivista, que hoy trabaja codo a codo con Mariana Caram, la encargada de la transformación del zoológico en ecoparque. La fecha en que saldrán de allí está próxima. Pero todavía queda mucho por hacer. Karissa y Chrissy trabajan junto a Esteban Guevara y Héctor Troncozo, los dos históricos cuidadores de Pocha y “Guille”, como todos la llaman.
Ellos quedarán con las muchas enseñanzas de las entrenadoras, cuidando de Kenya y Tamy (ella africana, él asiático), que seguirán a Pocha y a Guillermina hacia Brasil, algo más adelante. Durante la cuarentena de 30 días que madre e hija deberán cumplir, tendrán que tomarles muestras de sangre, colocar un chip, desparasitarlas, hacerles lavado de trompas y otros estudios médicos, amén de acostumbrarlas a ingresar solas en las cajas en las que pasarán días y noches en su recorrido por tierra hasta el Mato Grosso.
Es la tercera vez que Karissa Reinbold, bióloga y zoóloga, viaja a la Argentina. En 2018 pasó dos meses en el Ecoparque de Mendoza y regresó de septiembre a octubre de 2019.
Esta vez, llegó acompañada de Chrissy Pratt, con quien la une una gran amistad. Ambas han trabajado alrededor del mundo con delfines y leones marinos. Las dos eligieron sus estudios y su forma de vida para vivir cerca de los animales y, a medida que se relacionaban y ejercían su profesión con ejemplares en cautiverio, vieron lo que significaba para ellos el encierro. “No es justo, por mejores condiciones que tengan”, dicen. Y decidieron trabajar para mejorarles la vida en todo lo que pudieran.
Hoy, la vida de Karissa transcurre entre Miami y el Mato Grosso, adonde reside en el santuario dedicándose a los elefantes junto a Scott Blais, el director, y su mujer, Kat. “Cuando llegué la primera vez a trabajar a Mendoza con los elefantes, me encontré con que nunca habían tenido un entrenamiento formal. Empecé desde cero”, recuerda sobre su primera experiencia en la Argentina. Aquí trabaja con los cuatro elefantes del ecoparque: Tamy (el padre de Guillermina), Kenya, Pocha y Guillermina.
“Con Karissa nos conocimos trabajando en San Diego. Después de unos años, decidí ir a Asia, donde los elefantes son usados para transporte, y todavía los entrenan con las técnicas del miedo y el castigo. Tienen un trato con ellos, que se basa en la dominación, en lugar de reforzar lo positivo y premiarlos. Quería enseñar esa forma de tratarlos. Luego creé una organización con este fin, Elephation”, recuerda Chrissy.
En Mendoza, “empezamos a cambiarles la dieta a los elefantes, les daban solo alfalfa y frutas. Fuimos introduciendo otros alimentos que les gustan más, como el bambú o la sandía, pero no lo podíamos hacer muy rápido. Lo más difícil −admiten las dos– era separarlas. Guillermina es más dominante que su madre, Pocha, que es muy dulce, pero también una madre muy protectora. Fuimos construyendo una relación con ellas. Tienen un lindísimo espíritu, pero todos estos años caminando sobre cemento y en un foso rodeadas de un muro prácticamente sin ver el mundo exterior, dejan secuelas. Les influye como podría influirnos a nosotros, los humanos. Los elefantes responden de acuerdo con sus experiencias y vivencias, y con el carácter de cada uno. Algunos quedan más afectados que otros”.
Y agregan: “Nosotros creamos una relación con los animales, pero lo que queremos realmente es que ellas puedan vivir en libertad, como animales salvajes que son, en su hábitat. En un mundo perfecto no tendríamos animales en cautiverio”.
En ese sentido, opinan que “es muy honorable lo que está haciendo la Argentina”. Los últimos elefantes en nuestro país, que viven en Mendoza y en Buenos Aires, se irán lo antes posible al santuario en Brasil.
Por lo pronto, esta semana Pocha y Guillermina comenzarán la cuarentena; durante 30 días recibirán controles especiales y tests médicos, acordados entre la autoridad sanitaria de Brasil (Ibama) y la de la Argentina (Senasa). Una vez que terminen la cuarentena, empezará la larga travesía.
“Este traslado es uno de los desafíos más grandes que he tenido hasta ahora, debido a la situación de Guillermina, que desde que nació no vio otra cosa que las paredes de piedra que la rodean. Calculamos que el viaje demorará aproximadamente cinco días, pero serán ellas las que irán marcando los tiempos de acuerdo con sus necesidades. Además dependerá de la logística”, explica Scott Blais, quien –si la pandemia lo permite– viajará para hacer el recorrido desde Mendoza con ellas.
Transformación
La transformación del exzoológico de Mendoza en ecoparque es un ejemplo que confirma que, cuando existe voluntad política, cambiar las cosas es algo posible. El ecoparque posee un consejo consultivo creado por ley. “Somos personas que ayudan a armar la estrategia de dirección. Yo represento a la Fundación Franz Weber”, dice Fruitos. “Fue un proceso gradual. El camino fue conciliador y el resultado, muy bueno. Cerrar los zoológicos es un proceso cultural; hay que deconstruir y volver a aprender todo”, sostiene.
Todo empezó en 2008 cuando se visibilizó públicamente dónde arrojaban los cuerpos de los animales fallecidos, a cielo abierto, sin un tratamiento adecuado. Luego, se inició un camino de denuncias y se exhibió el maltrato animal. La movilización social alrededor del tema derivó en un proyecto de ley, que fue acompañado por quien se postulaba como gobernador, Alfredo Cornejo, y el diputado Tadeo Díaz Salazar. Cuando fue electo, se sancionó la ley de transformación. “En ese año, empezamos con la derivación a los animales”, dice Fruitos.
La chimpancé Cecilia fue la primera en ser trasladada del zoo a un santuario. Siguieron los leones y luego los osos, de la mano de Geraldine Vidal, de Enfoque Animal. Un traslado único por sus dimensiones: diez osos fueron viajaron desde Mendoza hasta Estados Unidos. Y con un programa de adopción responsable se enviaron 80 pecaríes y dos tapires a Iberá, al programa Rewilding Argentina.
Fruitos, al igual que Mariana Caram, hoy a cargo de la reconversión del predio, empezaron como activistas. “Hoy somos parte de esta transformación. Nos dijeron: ‘Bien, ustedes lo propusieron, ustedes se hacen cargo’”, recuerdan. Ella era una vecina autoconvocada, ingeniera industrial especializada en ambiente, y ahora es la primera mujer que preside la institución.
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