Cómo se vivió el accidente de la ruta 2 desde adentro del ómnibus
El conductor del ómnibus de Vía Bariloche Walter Falcón, de 24 años, y su compañero habían llegado ese lunes por la noche a la terminal de Miramar luego de un largo viaje desde Buenos Aires. Hicieron descender a los pasajeros y limpiaron el micro rápidamente.
-Otra vez rebotamos- le dijo el conductor asistente a Falcón.
En el ambiente del transporte se le dice "rebotar" a llegar a un destino y salir sin descansar.
-Me tienen de acá para allá- le respondió Falcón, quejándose del cansancio.
Andrea Rumilla estaba en la terminal de Miramar acompañando a su sobrina Julieta para tomar el ómnibus que salía a las 23.59 hacia General Pacheco, a donde estaba previsto arribar a las 9.25. Ellas dos y otros pasajeros escucharon la conversación y las quejas de Falcón. También notaron las ruedas gastadas.
Ante esta situación, Rumilla decidió no dejar viajar a su sobrina en ese ómnibus y fue a la boletería a reclamar por el mal estado del ómnibus y por esto de que los choferes iban a manejar sin descansar. Quería que le devuelvan el dinero para sacar el pasaje en otra empresa.
–Por más que cambies el pasaje, todas las empresas nos manejamos de la misma forma –le respondieron en la boletería, en referencia al tema del descanso.
Frente a la falta de respuestas, Rumilla decidió seguir al ómnibus y filmarlo, en un video que horas después se viralizaría.
El viaje
David Issa, de 27 años, es uno de los 39 pasajeros que decidió subir y emprender el viaje. Apenas arrancó, el ómnibus golpeó un cordón.
–Ponete a orar –le dijo Issa a su esposa, que viajaba con él.
En el resto del trayecto Issa observaría muchas irregularidades en el manejo del chofer, como que no frenaba en las lomas de burro y que el ómnibus daba saltos.
Cristina y Leonora Berazategui, de 61 y 64 años, son dos hermanas de Merlo que viajaban en los asientos detrás de los choferes. No podían dormirse porque la alarma que indica el exceso de velocidad sonaba constantemente. Diego Sotelo, de 33 años, se había subido en Mar del Plata y estaba sentado cerca de ellas, en la parte de abajo del ómnibus. Cuando se estaba durmiendo, vio un cartel que se prendía que marcaba el exceso de velocidad.
Amanecía. Eran poco más de las seis de la mañana. Issa se había levantado para ir al baño y sintió cómo sonaba la alarma de exceso de velocidad. Cuando salió del baño, la alarma dejó de sonar, regresó a su asiento y a los 10 segundos sintió el golpe contra el guardarrail.
Son 25 metros aproximadamente de extensión de guardarrail los que el ómnibus destrozó luego del impacto, a las 6.20, antes de empezar a derrapar por la barranca, a la altura del kilómetro 93 de la ruta 2, justo antes de cruzar un puente que pasa sobre el río Samborombón.
Cuando Issa y su esposa sintieron que el ómnibus empezó a derrapar atinaron a agarrarse de donde pudieron. El vuelco era inminente.
Sotelo dormía. Se despertó cuando sintió que el micro derrapaba hasta que volcó. Daniel Acierto, de 57 años, viajaba en la parte de arriba y también dormía. Cuando se despertó, no sentía nada, aunque se había fracturado un brazo. "Parecía de película", dijo más tarde al referirse a la escena en el ómnibus instantes después del vuelco.
"Golpes, gritos, pasajeros unos sobre otros". Así describió la peruana María Mezza ese momento terrible después del impacto. Issa coincide con ella: "Recuerdo los gritos de la desesperación de querer salir".
Leonora Berazategui se encontró con varios pasajeros que habían caído encima de ella y no pudo evitar recordar la tragedia de Once. En ese accidente un tren de la línea Sarmiento impactó contra los paragolpes de contención de la estación de Once y 51 pasajeros murieron, muchos por el amontonamiento de pasajeros que había en el primer vagón.
-¡Cristina! ¡Cristina! –gritaba Leonora, pero su hermana no le respondía porque estaba inconsciente.
Sotelo, que estaba sentado cerca de ellas, rompió el vidrio de la ventanilla, que ahora era el techo, y sacó a su novia. Después ayudaron a sacar a las hermanas Berazategui.
Una vez fuera del ómnibus, recostada en el pasto, Leonora agarró su teléfono móvil, llamó a su hermano menor, Pablo, y le contó lo que había sucedido.
La reacción de otros pasajeros, como Acierto, fue correr y alejarse del ómnibus porque tenían miedo de que se prendiera fuego.
"Fue horrible, muy shockeante", comentaba horas después Issa, en la puerta del Hospital Municipal de Chascomús.
Otro pasajero, Maximiliano Fernández, de 23 años, salió por sus propios medios y ayudó a su madre. "Fue horrible, horrible", repetía mientras salía del hospital con su madre, ambos en silla de ruedas.
En el accidente, ocurrido ayer, murieron dos personas y 14 resultaron heridas. Issa, que solo sufrió golpes, dijo: "Me sentí afortunado cuando vi lo que le pasó a los demás".
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