Hospitales y sanatorios del AMBA comenzaron a posponer, reprogramar y suspender tratamientos médicos e intervenciones quirúrgicas ya agendadas; la angustia de la espera
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“Siento que me están dejando solo”, dijo angustiado Waldo Leyes, de 46 años, al enterarse de que su internación de tres días para realizarse una quimioterapia por el cáncer que padece quedaba pospuesta. El hospital donde se atiende había llamado a su mujer, Claudia, para avisarle que no estaban recibiendo a nadie “que no tuviera Covid-19”.
Ante el crecimiento de los contagios por la segunda ola de la pandemia de coronavirus, hospitales y sanatorios del Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA) comenzaron a posponer, reprogramar y suspender tratamientos médicos e intervenciones quirúrgicas ya agendadas, en línea con las medidas establecidas por el gobierno de la Ciudad y de la provincia de Buenos Aires hace una semana.
El propósito, señalan los especialistas del sector de la salud, es descomprimir un sistema sanitario que hoy está al límite, con una ocupación superior al 90%. Estresados, los médicos deben evaluar riesgos para definir qué puede reprogramarse y admiten que les preocupa que la espera agrave las patologías. Aunque la mayoría de los pacientes entienden la medida, también sienten una enorme frustraci
ón por tener que posponer sus tratamientos.
Incertidumbre. Impotencia. Esas son las sensaciones que se adueñan de los pacientes en espera y sus familias. “Sentimos mucha impotencia. No podemos hacer nada. Estamos preocupados y es un desgaste emocional enorme. Mi papá se puso muy mal cuando llamaron para suspender. Venían atendiéndolo bien, en tiempo y forma, hasta que se anunciaron las nuevas restricciones”, dijo Sofía, la hija de Waldo Leyes.
A Waldo le diagnosticaron un cáncer de pulmón con metástasis en el hígado el año pasado, y desde ese entonces empezó a tratarse. Su internación estaba prevista para el 21 de abril y recién el día anterior supo que se la habían pospuesto. Gracias a la insistencia de su familia, logró que le realizaran el procedimiento de forma ambulatoria, sin quedar internado. Su quimioterapia dura ocho horas y se realiza durante tres días consecutivos, cada tres semanas.
Reserva de hotel
“Tuvimos que reservar un hotel por dos noches, con el gasto económico que eso implica”, explicó la familia Leyes. El hospital donde se atiende Waldo queda en La Plata, a unos 60 kilómetros de su hogar en Lanús, zona sur del conurbano bonaerense.
Operaciones de vesícula, rodilla y otras intervenciones también quedaron en suspenso. A Rosario Labiano, estudiante de abogacía de 25 años, le pospusieron una operación de vesícula, prevista para el 20 de abril. A finales de febrero, empezó a sentir un fuerte dolor en el abdomen. Después de esperar dos horas en la guardia y con la ayuda de varias ecografías, los médicos le detectaron un cálculo en la vesícula.
“Yo no sé si es urgente o no. Espero que no pase nada, pero realmente no lo sé. Como bastante saludable. Pero más allá de cuidarme más, no puedo saber si se va a complicar o no. El riesgo existe y es como una bomba de tiempo. Entiendo perfectamente la situación con el Covid, pero no es la única enfermedad o urgencia médica que existe. Es tan urgente una hipertensión como quien contrae coronavirus”, sostuvo Labiano.
Vive en el barrio porteño de Flores, pero su familia es de Salta. “Quieren que me vaya para allá a ver si me puedo atender”, resumió.
En algunos casos, las cirugías programadas son el corolario de un largo proceso de desgaste que lleva años. Una solución ansiada para un problema de salud de largo o mediano plazo. Después de sufrir una osteoartritis por 5 años, Gerardo Schreiber, de 56 años, por fin iba a poder operarse para que le coloquen una prótesis en la rodilla derecha. Tenía agendada la cirugía para el 16 de abril, pero se la cancelaron.
Calmantes y analgésicos
Los calmantes y analgésicos le alivian el fuerte dolor que sufre. “El deterioro es progresivo, pero me voy adaptando. Hoy camino 300 metros y tengo que volver, porque no aguanto el dolor. Trabajo de lunes a sábados, y a veces, después de una semana de trabajo casi que me tengo que arrastrar hasta mi habitación. También dejé de hacer trabajo pesado en la fábrica”, afirmó Schreiber, que tiene una empresa familiar.
“No me siento abandonado por el sistema de salud ni por mi obra social. Obviamente me molesta y estoy con bronca por haberme hecho los estudios, el prequirúrgico y no poder operarme. Pero lamentablemente cayó justo en esta fecha, en esta situación con el Covid. Desde mi punto de vista, están bien las medidas que están tomando los hospitales. Los centros traumatológicos se someten a lo que establece el Gobierno. Y con los casos en aumento, no es un buen momento para ir al hospital”, concluyó.
Lo mismo opina Pablo Terzian, abogado de 50 años que reside en Vicente López. “Los hospitales están colapsadísimos, realmente saturados. Por eso, no me quejo. Siempre me atendieron muy bien en el sistema de salud público. Comprendo las medidas que se tomaron, y no me siento para nada postergado. Es lógico que vayan primero a lo urgente, que es el Covid, y después se ocupen del resto. Estoy relegado por una condición superior. Es claro que una persona intubada que está entre la vida y la muerte, tiene que estar antes que yo”, afirmó.
Pablo debía realizarse en estos días una operación del conducto biliar. Tiene una piedra en el conducto colédoco, que le causa síntomas graves como dificultad para respirar. “Por culpa de la piedra se me cierra el diafragma y me empieza a faltar el aire. Estaba en una reunión laboral y me tuve que ir porque me empezó a pasar eso. A veces me acuesto un rato en un sillón que tengo en la oficina para recuperarme y después sigo”, explicó.
Todo empezó el pasado 8 de diciembre, cuando Pablo empezó a sentir una opresión en el pecho y palpitaciones. Fue lo más rápido que pudo a la guardia del Hospital de Vicente López. Le hicieron estudios, y lo derivaron a un especialista en conductos biliares. La cirugía que tienen que hacerle requiere sedación total y es por eso que se la postergaron.
“No tengo una fecha de intervención. La única certeza que tengo es que me tengo que cuidar para que no se agrave el cuadro ni se transforme en una urgencia. Trato de cuidarme con las comidas, de hacer ejercicio”, sostuvo. Sabe que su patología conlleva el riesgo de evolucionar a una pancreatitis. “En ese caso, sería mucho más complejo todo”, afirmó Pablo, que además es diabético y tiene sobrepeso.
Medidas de los gobiernos
La postergación de operaciones responde a medidas establecidas por los gobiernos bonaerense y porteño. La semana pasada, la Ciudad publicó en su boletín oficial la resolución Nº 862, que “suspende las actividades programadas de internación y ambulatorias” en hospitales públicos. El objetivo es “establecer con absoluta prioridad la atención e internación de pacientes con Covid-19” en vistas de “la velocidad con que evoluciona la situación epidemiológica”.
El gobierno de Axel Kicillof tomó una decisión similar, reflejada en la resolución 1297, que indica “la suspensión y reprogramación de toda cirugía y/o procedimiento que se puedan postergar y que, a criterio médico no revistan urgencia”, siempre que la ocupación de camas en centros de salud públicos o privados sea superior al 70%.
Según la Sociedad Argentina de Terapia Intensiva (Sati), la ocupación de camas de terapia intensiva hoy en el AMBA es del 96%. Un 75% de los pacientes que las ocupan tienen Covid-19 y más del 80% de ellos requieren asistencia respiratoria.
“La situación es crítica. No hay camas en terapia intensiva. Está a la vista que el refuerzo que se hizo el año pasado ya no es suficiente. Entonces, toda cirugía programada que potencialmente necesite ir a terapia intensiva, sea por el tipo de intervención o por las características del paciente, no se puede hacer. En una pandemia donde los recursos se agotan, uno tiene que optimizarlos”, observó el doctor Esteban Chilelli, médico clínico del Sanatorio Modelo de Caseros.
“Si el paciente y la cirugía son de bajo riesgo y el director médico lo autoriza, se hace. Hay que analizar cada caso. Es un análisis multivariado. Hay que tener en cuenta la variable del paciente, del tipo de cirugía, si hay una alternativa terapéutica, y las consecuencias de no hacerla. Sabemos que estas decisiones generan mucha preocupación en los pacientes, porque a veces su estado de salud depende de esa operación”, completó Chilelli.
“Es muy razonable postergar todo lo posible, porque está previsto que haya un gran aumento de la demanda de pacientes con Covid. Tenemos que balancear riesgos para tomar la decisión de si se puede postergar o no una operación. Es muy difícil, porque todo el personal de salud se preparó para tratar de resolver problemas y ayudar. No para tener que suspender tratamientos o cirugías”, agregó el doctor Roberto Dupuy de Lôme, director del Sanatorio Mater Dei.
En el sanatorio que dirige, se pospusieron todas las cirugías que requieren internación y pueden ser postergadas porque no está en riesgo la vida del paciente, ni el desarrollo de su enfermedad. Como, por ejemplo, las operaciones traumatológicas de rodilla. Los procedimientos menores que son ambulatorios y no necesitan anestesia continúan practicándose.
“Estamos reprogramando cerca del 50% de las cirugías. No postergamos cirugías oncológicas, ni tampoco urgencias”, aclaró Dupuy de Lôme. “Venimos de un año en el que mucha gente no accedió al médico ni se hizo estudios por temor. Entonces, encontramos gente con una patología mucho más avanzada por no controlarse. El año pasado, hicimos el 20% de lo habitual. Eso quiere decir que el 80% quedó pendiente”, concluyó. Es por eso que, mientras los casos de coronavirus bajaron, los centros de salud intentaron realizar la mayor cantidad de intervenciones posibles.
En una línea similar, un directivo de un importante grupo médico privado que prefirió que no se difunda su sombre sostuvo que esta “es una medida sanitaria preestablecida que depende del porcentaje de ocupación de camas. Ya está definido en qué momentos hay que empezar a suspender las cirugías programadas”.
Para los médicos, postergar cirugías y tratamientos es una preocupación enorme. “Sabemos que esto también genera riesgo y muerte. Un paciente que no se opera puede terminar grave. El principal limitante hoy es la falta de camas de terapia intensiva para las cirugías programadas que requieren cursar un posoperatorio en terapia. Es un dilema difícil de resolver. Es una situación dramática y muy estresante para el personal de salud. Se toman decisiones equilibrando el riesgo de diferirla o de hacerla igual. Los médicos se debaten todo el tiempo entre estos riesgos y ninguna decisión es del todo positiva o satisfactoria”, concluyó.
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