Se amplía el perfil de los estudiantes que cursan con algún tipo de ayuda financiera y las instituciones responden con nuevas facilidades, una manera de atraer talentos; los requisitos y el porcentaje de jóvenes beneficiados
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El porcentaje de alumnos becados o que reciben algún tipo de ayuda económica en universidades privadas creció de manera sostenida en los últimos años, con una mayor demanda de estudiantes que apuntan a cumplir sus sueños y una respuesta favorable de las casas de estudios, que buscan dar oportunidades y atraer a los mejores. En la Universidad Argentina de la Empresa (UADE), la Universidad Austral (UA) y la Universidad de San Andrés (UDESA), por ejemplo, más de la mitad de los estudiantes gestionaron facilidades para sostener sus carreras.
Los becas pueden cubrir entre el 30% y el 100% del valor, e incluso llegan al 150% cuando contemplan una ayuda extra para viáticos, compra de materiales y bibliografía. En estos casos, se otorgan anualmente de acuerdo a tres variables: el mérito académico, el factor económico y la distancia geográfica.
La crisis financiera explica solo en parte esta tendencia. Las distintas instituciones educativas consultadas por LA NACION aseguran que el incremento no solo responde a una cuestión económica sino también al aumento de la matriculación y de las propuestas de becas que se ofrecen con un claro propósito inclusivo y de convocar talentos.
Si bien suelen gestionarse cuando los interesados están en el último año de la escuela secundaria, pueden solicitarse mientras el alumno cursa la carrera. En general, todos aquellos que cumplen con los requisitos, las obtienen. En este contexto de expansión de becas, muchas universidades realizan campañas o acciones puntuales dirigidas a recaudar fondos para solventarlas.
“El aumento sostenido en la cantidad de alumnos becados en la Universidad Torcuato Di Tella (UTDT) en los últimos años responde más a los esfuerzos de la universidad por igualar oportunidades mediante el diseño de becas más inclusivas, antes que a los avatares de la economía. Además, se desarrollan cada vez más acciones de difusión de las becas en todo el país con el fin de atraer a alumnos de alto potencial”, explica Guadalupe Sanz, directora de Admisiones de la UTDT, que pasó de contar con un 47% de alumnos becados en 2020 a un 53% en 2023.
Oportunidad y responsabilidad
“Siempre fui muy dedicada con la escuela porque veía cómo se sacrificaban mis padres. Lo hacía con gusto para honrarlos”, explica Valentina Leyes, de 20 años, que tiene una beca del 80% para estudiar la carrera de Diseño Integral en la sede de Pilar de la UA. Su mamá es profesora de arte y su papá, taxista. Dado que su hermana -son cinco en total- estudió Abogacía con una beca al 100% en la Austral, decidió postularse. “Siempre supe que quería hacer algo relacionado con arte o el diseño, pero las carreras que me atraían se dictaban en universidades privadas, porque tenían un enfoque más integral”, relata.
Luego de aceptar su solicitud, la UA le otorgó una beca al mérito del 30%, más una beca de ayuda económica del 40% y un 10% adicional de préstamo. Reconoce que la beca conlleva una gran responsabilidad ya que debe obtener un promedio de 8 al final de la cursada de cada materia. “No es algo fácil, pero me alienta. Siempre busco dar lo mejor de mí, estoy muy agradecida”, afirma.
Mariana Fernández, mamá de Julián Ciardullo, de 24 años, también considera que la beca que recibió su hijo para estudiar en la Universidad Católica Argentina (UCA) representa una gran oportunidad. Julián asistió a un colegio parroquial en Ramos Mejía y el año pasado terminó de cursar la carrera de Psicología en la UCA con una beca del 100% que la universidad otorga al buen rendimiento académico en colegios parroquiales o católicos. “Para nosotros es un orgullo porque él hizo un gran esfuerzo, ya que debía cumplir con un promedio de 8 en todas las materias. Sin embargo, estuvo muy contenido, lo acompañaron en el proceso, tuvo un gran respaldo”, asegura Mariana.
Durante el secundario, cuando decidió estudiar Psicología, Julián advirtió que la universidad pública tenía una orientación que no era la que buscaba para su formación. Los profesores lo alentaron entonces a que investigue otras opciones y lo guiaron hacia el universo de las becas. A la par de sus estudios, empezó a trabajar en la biblioteca de la institución y, hasta el día de hoy, en el departamento de alumnos. “Muchas veces uno no considera la universidad privada por los costos, pero creo que el mensaje es que se puede”, dice su mamá.
“Recursos privilegiados”
También a Malena Blanc, que cursa cuatro año de Abogacía en la UTDT con una beca del 100%, este camino le cambió la vida. La estudiante recuerda que durante su niñez y gran parte de su adolescencia asistió a un colegio privado trilingüe. “Era un colegio francés en Martínez, pero por la situación financiera de mi familia, decidimos que lo mejor era que terminara la escuela en un colegio público, que era excelente, también en zona norte”, cuenta.
A principios de 2019, cuando estaba en el último año del secundario, fue a una charla sobre la carrera en la UTDT, donde dejó sus datos. “Poco después llegó una carta a mi escuela ofreciéndome aplicar a una beca completa porque estaba entre los tres mejores promedios de mi camada”, repasa. “La universidad nos fue a buscar y realmente aprecio que se busque a jóvenes que valoran el estudio, pero que no pueden afrontar el gasto de la cuota, como era mi caso”, agrega. “Para mí esta beca es un milagro. Son recursos privilegiados que quiero usar para ayudar a quienes lo necesiten en el futuro”, señala agradecida
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Públicas y privadas
Según Marcelo Rabossi, profesor e investigador, es necesario diferenciar las becas que se otorgan en la universidad pública de las que se ofrecen en el sector privado. En las nacionales estatales, 2 de cada 10 estudiantes reciben algún tipo de ayuda. “En estos casos, las becas vienen a solucionar dos problemas principales: la inclusión de alumnos de bajos recursos en el sistema universitario, porque si no existiese ningún tipo de ayuda financiera, difícilmente seguirían estudios superiores, y la promoción de carreras de baja demanda que resultan esenciales para el desarrollo del país”, explica. Y cita el ejemplo de las Becas Belgrano, que apuntan a carreras en las áreas de alimentos, ambiente, computación y todo lo relacionado a energía.
Desde la Dirección General de Becas de la Universidad de Buenos Aires (UBA) se apunta a desalentar la deserción educativa por cuestiones económicas. Los programas, que pueden llegar a $20.000 mensuales, están destinados tanto a alumnos del Ciclo Básico Común (CBC) como a estudiantes de grado.
La lógica difiere en el sector privado porque se entiende como beca a un mecanismo de precio diferenciado. “Algunos alumnos pagan la totalidad de la cuota, otros la mitad o menos y en ciertos casos se los exime del pago a través de una beca del 100%. También hay becas al mérito académico que son importantes ya que el sector privado busca atraer a los mejores alumnos de las escuelas, en general de las públicas”, indica Rabossi, que también es docente en la UTDT.
Tanto en el ámbito público como en el privado, la condición inicial para recibir una beca es que el alumno demuestre que no posee los recursos para llevar adelante una carrera universitaria.
Es el caso de Nicolás Monzón que tiene 26 años y estudió Ingeniería Informática en la UADE, la universidad que -según sus averiguaciones- más lo acercaba a su pasión: el desarrollo de videojuegos. Por estos días, le resta presentar su tesis para recibirse. “Solo tuve la beca los dos primeros años porque luego me inserté en el ámbito laboral. En su momento fue del 150%, es decir, me cubría el estudio, pero además me daban el 50% de lo que debería estar pagando. Con esto me compraba los útiles que necesitaba, cubría el viaje a la universidad y demás gastos para las materias, que de otra forma no hubiese podido pagar”, explica.
Este joven que peleó por cada oportunidad en su vida fue seleccionado recientemente por la Fundación Varkey como uno de los diez mejores estudiantes del mundo entre casi 7000 nominaciones y postulaciones de 150 países. Además, empezó sus primeros pasos como profesor extensionista en la UADE y lanzó Magnetar, una startup desarrolladora de software, en conjunto con compañeros. “La beca fue un antes y un después. Me cambió la vida. Voy a estar agradecido siempre”, asegura.
Círculo virtuoso
En el ámbito educativo, las becas no son reintegrables, es decir, no se le solicita al alumno ningún tipo de devolución económica a futuro. En algunos casos, se propone al estudiante realizar algunas tareas de voluntariado, como por ejemplo, colaborar en el departamento de alumnos o en distintas actividades realizadas por la universidad.
También se ofrecen durante la cursada préstamos monetarios que, en muchos casos, se pueden devolver una vez finalizada la carrera, siempre y cuando el estudiante haya conseguido un trabajo. El dinero reintegrado vuelve a ingresar al sistema de becas generando así un círculo de oportunidades.
En ese sentido, Pablo Blanco, director del Departamento de Alumnos de la UCA, explica que en el caso de esta institución los préstamos universitarios implican una subvención financiera reintegrable dirigida a alumnos regulares con buen rendimiento académico y necesidad económica que cursen el último año de la carrera. “Su finalidad es asegurar la terminalidad educativa”, aclara.
Para Bautista Páez Allende, de 18 años y oriundo de Santa Fe, la experiencia con el voluntariado es muy positiva. Está en segundo año de la licenciatura en Comercialización con Orientación en Negocios Digitales en la Universidad del Salvador (USAL) y señala que eligió la educación privada porque esta carrera “está presente en muy pocas universidades públicas del país”.
Desde un primer momento, supo que mudarse a la ciudad de Buenos Aires iba a significar un gran cambio de rutina y que podía afectar la economía de su familia. Pero encontró una solución que no todos los estudiantes conocen: solicitó la beca por distancia -más de 200 km de la universidad-, que cubre el 25% de las cuotas mensuales de la carrera.
Bautista realiza 16 horas de voluntariado por cuatrimestre con tareas de concientización sobre marketing y redes sociales. Llegó a dictar cursos para una ONG y su compromiso es tal que asegura que buscará continuar con estas prácticas luego de terminar la carrera.
Desde la vereda académica, Agustina Lucero Schmidt, directora de la Secretaría de Bienestar Universitario de la USAL, sostiene: “El voluntariado proporciona una oportunidad valiosa para que los estudiantes pongan en práctica sus habilidades y conocimientos en un entorno real”.
Las modalidades de facilidades se amplían ante una demanda que crece por parte de los alumnos. Desde la UA, la licenciada María Elena Perea Muñoz, coordinadora general de la Oficina de Becas y Ayuda Universitaria, cuenta que trabajan en un programa de padrinazgo, con estrategias concretas para reforzar la llegada a jóvenes que de otra manera no podrían acceder a una educación universitaria. “La beca es la herramienta directa para insertarse en el mundo profesional con igualdad de oportunidades. Es un compromiso por la educación de la Argentina”, subraya.
Para Rabossi, desde una mirada social e individual, la beca se sostiene sobre el principio de equidad. “Se trata de darle más a aquellos que más necesitan, de favorecer a grupos que por algún motivo han sido históricamente discriminados en su acceso a un bien social como la educación superior”, destaca. A su vez, considera que las becas favorecen el perfil del alumnado, haciéndolo más heterogéneo socialmente. “Esta diversidad enriquece el debate en las aulas”, argumenta.
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