Matilda, la perrita que detectó el embarazo de su dueña
Marilina y Tomás notaron que estaba menos torpe de lo normal, pero no imaginaban la primicia que tenía guardada entre sus cuatro patas
A principios de este año, hubo mudanza y nuevos planes para Marilina y Tomás. Cambiaron el departamento por una casa con patio y decidieron que era hora de agrandar la familia. “El proyecto existía pero no estábamos pendientes ni ansiosos; simplemente dejamos de cuidarnos y seguimos con nuestras rutinas”, cuentan.
Pasado el mes, su perra Matilda comenzó a cambiar algunos hábitos. Ya no recibía a Marilina a los saltos cuando llegaba a la casa, había dejado de invitarla a correr por el patio y no la perdía de vista cuando salían a pasear. No había forma de que un extraño se le acercara, la perra se había convertido en la custodia personal de su dueña. “¡No entendía qué le pasaba! En un abrir y cerrar de ojos me tenía entre algodones… Ella, que siempre había sido bastante torpe, que no sabía dominar su entusiasmo al demostrarme cariño, de golpe era una pluma, me seguía por toda la casa y no se despegaba de mí cuando caminábamos por la calle”, dice Marilina aún sorprendida. El cambio de conducta fue aún más evidente porque con Tomás las cosas no se habían modificado, Matilda le seguía manifestando amor con su graciosa brutalidad de siempre.
La primicia en cuatro patas
Marilina no dio vueltas y consultó al veterinario para saber qué le pasaba a su mascota. Le contó que Matilda estaba rara con ella y le describió algunos de los episodios que venían sucediendo. “Los perros tienen la capacidad de percibir los cambios hormonales de las personas, es por su olfato. Quizás te está pasando algo y ella ya lo percibe”, le comentó el médico.
Las palabras del veterinario hicieron eco enseguida en Marilina; se puso a hacer números y se dio cuenta de que tenía un atraso de unos pocos días. "Fue ella quien me hizo poner en alerta. Me sentía un poco tonta por pensar que me estuviera anunciando algo, pero no podía pasarlo por alto. Hacía poco más de un mes que habíamos decidido buscar un bebé: ¡nunca pensé que todo fuera tan rápido!". Un poco avergonzada por su pálpito, compró un test de embarazo sin contarle a su novio. A la mañana siguiente, antes de que Tomás se levantase, fue al baño y se hizo la prueba. Con el resultado en la mano, salió disparada y se tiró encima de su novio: ¡estaba embarazada! Se abrazaron, rieron y festejaron acostados fantaseando lo que vendría. Matilda se sumó enseguida a la alegría sobre el colchón, movió su cola, jadeó como loca y se posó junto a su dueña con el mentón sobre su panza como diciendo: "Por fin se dieron cuenta".
Sensible y compañera
Matilda ya había demostrado su capacidad para percibir el estado anímico y físico de sus dueños un año antes. Una tarde como cualquiera, Tomás llegó a su casa después del trabajo. Antes de cruzar la puerta de su departamento, el sonido del teléfono lo detuvo: era su hermana desde su Bariloche natal; su mamá había perdido la pelea contra el cáncer. Devastado y sin palabras, entró y se sentó en el sillón. Esta vez Matilda -que solía recibirlo con saltos y besos- simplemente se acercó, subió al sofá y apoyó el mentón sobre su regazo. No hubo bienvenida, no había nada para festejar. “Fue el mejor primer ‘abrazo’ que pude recibir en ese momento”, cuenta Tomás. De algún modo misterioso, ella supo que algo malo pasaba y que lo mejor que podía hacer era estar al lado de su amigo en calma, sin ladridos, acompañándolo con su calor.
Así se conocieron
Hacía tiempo que Marilina y Tomás tenían la idea de sumar una mascota a su casa. Una mañana de otoño en 2014, mientras paseaban por Parque Centenario, se toparon con una feria canina de adopción. El camino estaba lleno de cajas donde se entremezclaban cachorritos mestizos esperando una familia.
Marilina y Tomás se miraron sabiendo que de la plaza saldrían siendo tres. Recorrieron los puestos de ida y vuelta pero todos los perritos se veían tan tiernos que les costaba elegir uno. Intentando resolver el dilema, Tomás se apoyó en el borde de uno de los tantos cajones llenos de cachorros. Su mano funcionó como sortija para la nueva integrante del hogar. “Matilda se estiró desde la otra punta de la caja para hacerse ver, disparó como un resorte hacia mi mano y comenzó a lamerme los dedos”, recuerda hoy Tomás mientras se le escabulle una sonrisa.
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