“Más zapatillas, menos pastillas”: el método “antiage” de un grupo de mujeres que intriga a los vecinos de Belgrano R
Con un promedio de 80 años, bailan en la Plaza Castelli todos los domingos, a las 11; mantenerse activas física y mentalmente es la gran guía
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“Bailamos porque nos hace sentir vivos”, explica Gustavo Zunino, el coordinador, de 53 años, cuando alguien se acerca a ver ese espectáculo que tiene embelesados a los vecinos de Belgrano. Un grupo de casi 20 autodenominadas “bataclanas”, con un promedio de 80 años, se junta todos los domingos en la Plaza Castelli, a metros de la estación de Belgrano R, para bailar. A veces, vestidas para charlestón, con plumas y coronitas. Otras , con tutús y badanas, para hacer danza clásica. Llevan música y aunque llueva o haya mucho sol se dedican a disfrutar. No les importa ni les preocupa quién las mire. Todo lo contrario. No están ahí para seguir una coreografía, sino para improvisar, para crear, moverse, reírse y hacer reír. Están ahí porque tienen una cita fija, desde que terminó el aislamiento cada domingo, a las 11.
“Son el grupo más alegre que tuve”, afirma Zunino, que es artista y en todos estos años como profesor de teatro del circuito under, jamás se divirtió tanto como con estas mujeres. “Nos juntamos sin una consigna fija. Nuestro mayor capital es la espontaneidad. No hay rutinas ni coreos. Ponemos la música y empezamos a improvisar. Entonces surgen secuencias coreográficas simples. La clave es que cada una se mueve cómo puede y le gusta. Y se forma algo tan maravilloso que el público llega solo. Después, vamos cantando, nos imitamos entre nosotros y surgen cosas hermosas”, cuenta.
Zunino está estudiando la licenciatura de gerontología y sabe que no hay nada mejor para un adulto mayor que mantenerse activo, mental y físicamente. Por eso, esa cita semanal no es nada más un espacio y un momento para hacer actividad física. Es el mejor antídoto para mantener lejos las llamadas enfermedades del alma (del almanaque), esas que llegan con los años. “Es lo que llamamos envejecimiento activo”, cuenta. Nadie lo explica mejor que sus alumnas en el video que armaron y subieron a la cuenta de Instagram de Domingus, tal como se llama la propuesta que es libre, puede participar quien quiera y se paga a la gorra. “Cuando sos mayor, el mejor indicador de salud es tener autonomía. Tratá de estar en movimiento. La adherencia regular a la actividad física disminuye la probabilidad de enfermarnos y de caernos. Menos pastillas y más zapatillas”.
De tanto verlas, los vecinos de Belgrano las extrañan si algún domingo faltan. Pero tan comprometidas están con la propuesta que no se ausentan nunca. Ni siquiera cuando llueve. Es literal. Justamente hace unos meses, el pronóstico venía castigándolas varios domingos seguidos. Por eso, un día que el cielo estaba gris y solo caían algunas gotitas, una de ellas propuso bailar con paraguas, a los Gene Kelly, en Singin’ in the Rain. Y desde entonces, ya no suspenden por lluvia. Es más, subieron la apuesta y plastificaron hojas de diario para darle otra vuelta a la performance. Y es que justamente es eso lo que mantiene encantados a los vecinos del barrio, que desde temprano se acomodan en alguna mesa de algún barcito a contemplar tamaña celebración: es que ellas llevan una propuesta súper estética y divertida, que se vuelve una verdadera fiesta.
En el grupo, hay mayoría de Marthas y de Susanas, por el promedio de edad. También varias Marías, alguna Ofelia y un par de Verónicas y Natalias, que llegaron con el argumento de traer a su madre y se quedaron. También hubo un David, pero desde hace algún tiempo, tal vez intimidado por ser el único gallo en el gallinero, dejó de ir. Las chicas lo extrañan y dicen que les gustaría que más hombres se animaran a participar.
“De esta pandemia salimos bailando”, dice María del Carmen Armana, que tiene 67 años y es parte de esta propuesta desde sus inicios, en enero de 2021. “Bailamos con el cuerpo, la cara, la piel y los ojos más felices de la semana. Porque para nosotras, la semana arranca justamente el domingo de otra manera porque nos hace felices encontrarnos”, cuenta. Ella es psicóloga social, trabaja en la administración pública y desde hace años formaba parte del Ballet 40-90, que reúne a personas de esa franja de edad. Sin embargo, durante la pandemia, como no había encuentros presenciales, empezó a buscar alternativas para no abandonar el movimiento. Fue así como, junto a Martha Goldberg, de 79 años, dieron con Sadi Vergona, una profesora de taichí, de 93 años, que para no romper el aislamiento daba clases sobre la colectora de General Paz, en Villa Martelli. Martha se enteró por las redes de la propuesta de Gustavo y la invitó a María del Carmen a sumarse.
Al principio, los encuentros eran virtuales, pero apenas se abrieron las restricciones, empezaron a buscar una plaza que los albergara y así llegaron a la plaza de Belgrano R. Y enseguida pensaron en convocar también a Sadi, que todos los domingos se toma el colectivo para ir hasta Belgrano para bailar.
Goldberg está jubilada y está viviendo, afirma, la etapa más activa y fascinante de su vida. Hasta hace casi 20 años, dictaba clases de física y era investigadora en la facultad. “A los 60 años me jubilé, porque era la edad a la que me sentía bien para hacer otras cosas. Descubrí un nuevo mundo. Estoy enamorada de la vejez, tiene otro ritmo, otras demandas. Requiere estar bien de la cabeza y eso se entrelaza con la necesidad de estar bien del cuerpo. Y las dos cosas se retroalimentan”, señala. Bailar siempre fue un placer para ella. Estudió danza cuando era chiquita y lo dejó, para ocuparse de otras cosas. “Después de haber cumplido con todos los deber ser, estoy feliz. Bailar es moverme en el placer. Lo hacemos con plena libertad. Gustavo nos enseña movimientos que todos los adultos mayores lo podemos hacer. Y lo más lindo de todo es el feedback que la gente pasa. Nos dicen: ‘Guau qué bien, son un ejemplo. Yo quiero llegar así cuando tenga esa edad´”. Y nosotras les decimos que no hace falta tener nuestra edad, que se pueden sumar ahora y van a llegar mejor que nosotras a esta etapa de la vida”, cuenta Goldberg.
El vestuario es una de las partes más llamativas y divertidas de los encuentros. Siempre tiene un toque que los distingue de otros grupos que hacen actividad en la misma plaza. “El director pide sombreros y plumas, coronitas de flores, y hasta algún tutú como vestuario y trabajamos con pañuelos, plumerillos, diarios o paraguas, todo puede ser el portal de entrada para una historia nueva que nosotras inventamos y que se reescribe cada domingo”, dice María del Carmen.
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