“Más les doy, más me exigen”: la fórmula de una experta para un cambio clave en los chicos en la lucha contra el bullying
Creadora de un método de prevención activa del acoso escolar, que se aplica hace más de dos décadas en Europa y la Argentina, Mónica Toscano confirma que la pandemia generó una “regresión” en niños, adolescentes y adultos
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La irrupción de las redes sociales en la vida cotidiana amplió el límite del acoso escolar o bullying y lo extendió a la jornada completa, dentro y fuera del aula, de los estudiantes. Hace años, el conflicto sucedía dentro de la escuela; ahora se lleva en el teléfono celular y los más chicos ya ni siquiera están tranquilos en la intimidad de sus casas, porque sus acciones o los ataques que sufren de sus pares se viralizan a gran velocidad. A las redes también se sumaron las restricciones de circulación y de actividad normal impuestas en todo el mundo, incluida la Argentina, por la pandemia de Covid. Menos horas de clases presenciales, más cantidad de tiempo de uso de pantallas para todo y sus perjuicios cada vez más visibles e indisimulables.
“Creo que la pandemia nos ha situado ante un nuevo paradigma. Paradigma en el que todos hemos recorrido de manera diversa regresiones a etapas anteriores”, plantea Mónica Toscano, la psicóloga argentina que desarrolló un sistema de prevención de la violencia en el aula que se aplica desde hace más de 20 años en diversas escuelas de gestión pública y privada de la Argentina, de París (por pedido de las autoridades de la ciudad), de Lyon, de Barcelona y de Alemania.
“Esta regresión ha aumentado las expresiones de violencia en el ámbito familiar y en el regreso a las aulas, donde hoy necesitamos recorrer nuevamente caminos de construcción de situaciones de disminución de la violencia que ya habían sido alcanzadas”, sostiene Toscano, que liderará el próximo jueves, en la Alianza Francesa de Buenos Aires, la III Jornada Internacional del Método MONICA TOSCANO PREVENTION IN ACT ®, durante la cual se analizarán las distintas facetas de “Los grupos violentos. Violencia en las aulas, violencia en las redes”. Además, presentará su tercer libro El pronunciamiento de los jóvenes. Un camino de la imposibilidad a la posibilidad y ultima los detalles para abrir en Buenos Aires una escuela de formación de docentes en el método que desarrolla de prevención activa del acoso escolar en las aulas.
La jornada en Buenos Aires ocurrirá días después de la tragedia de las dos gemelas argentinas, Alana y Leila, que se arrojaron por el balcón de su casa en Sallent, Barcelona, con el bullying que sufría una de ellas en el Instituto Llobregat como trasfondo y posible detonante.
-¿Cómo influyó la pandemia en la sensación de que se profundizaron los problemas dentro del aula y en las relaciones familiares?
-Creo que la pandemia nos ha situado ante un nuevo paradigma. Paradigma en el que todos hemos recorrido de manera diversa regresiones a etapas anteriores. Siendo la niñez y la adolescencia etapas de evolución permanente, la eclosión de situaciones no comprendidas, la amenaza del contagio, el miedo a la pérdida de los seres queridos, llevó a muchos jóvenes a regresiones profundas de etapas ya superadas. Un chico necesita salir, socializar con sus compañeros, pasar por el conflicto con su amigo, fortalecerse frente al conflicto en convivencia con su grupo de amigos. Todo este proceso ha quedado detenido y muchas veces hemos observado procesos de regresión allí donde el natural devenir hubiera sido la evolución y el progreso. Desde nuestro trabajo de campo, observamos que esta regresión ha aumentado las expresiones de violencia en el ámbito familiar y en el regreso a las aulas, donde hoy necesitamos recorrer nuevamente caminos de construcción de situaciones de disminución de la violencia que ya habían sido alcanzadas.
-Su tercer libro es sobre El pronunciamiento de los jóvenes. Un camino de la imposibilidad a la posibilidad. ¿Cuál es ese camino y cómo se transita?
-Es en nuestro día a día cuando nos continúan conmoviendo las diferentes expresiones de violencia de las cuales son víctimas los jóvenes, constituyéndose así una trama con complicidades sociales, donde se los envuelve en entretejidos de mascaradas de libertad y cuyos resultados siguen siendo el sometimiento, el dolor y la ausencia de su palabra. ¿Qué discurso hablan los jóvenes hoy? ¿Por quiénes está escrito? La violencia se ha ido normalizando y ¿puedo hacer y decir cualquier cosa en nombre de la libertad? ¿Qué tipo de libertades son las expresiones de sometimiento a un poder del grupo que les exige dejar de pensar y de ser ellos mismos para darles la ilusión de que pertenecen a un grupo y pueden ser parte de su ilusoria felicidad? Entonces no pueden sino enunciar angustia, ansiedad, soledad, sintiéndose atrapados en telarañas asfixiantes que dramáticamente muchas veces los terminan ejecutando. “Quiero estar con ellos, quiero ser reconocido por ellos, quiero ser parte de su realidad. Por favor, ¡acéptenme!”. Y la trampa está allí: “Más les doy, más me exigen. Más los necesito, más me sueltan y me dejan solo”. De los bordes de la escuela, los escenarios se han ido ampliando a las redes. El gran instrumento de investigación, aquello que debe ser para nuestros hijos libertad, crecimiento e investigación y que en su gran mayoría afortunadamente lo es, muchas veces es tomado por expresiones regresivas de manifestaciones a modo de una masa cruel, instituyéndose como una cárcel de tortura donde los jóvenes son altamente manipulados, perdidos en sus laberintos siniestros, ejecutados. Pienso este libro como una oportunidad más de dejar de ser testigos activos de lo que no hacemos, para poder colaborar con los jóvenes en un momento en el que el riesgo llama a sus puertas quizá con más intensidad que nunca, construyendo un camino de la imposibilidad a la posibilidad, que nos renueve la esperanza de ayudar activamente a los jóvenes, acompañándolos en su pronunciamiento.
-¿Enfrentan hoy una problemática común los adolescentes y los niños de la Argentina y del mundo sobre el bullying?
-Desde nuestra investigación, pudimos observar que en medios socioeconómicos y culturales diferentes de los distintos países, cuando nos acercábamos a las escuelas chicos de la misma edad querían hablar del día a día, de su grupo de amigos, de las situaciones de violencia y dolor que vivían. Y eso era lo que principalmente les preocupaba. Podríamos decir que la variable que se impone más allá del medio socioeconómico y sociocultural en chicos de la misma edad es que padecen las mismas situaciones de acoso, violencia, miedos y dolor expresadas en la relación con su grupo de amigos, en su inserción social que es la escuela.
-¿Qué balance hace del impacto de su método en las aulas y del futuro para las próximas generaciones?
-Habiendo transcurrido más de dos décadas en la aplicación de nuestro método, podemos observar que los chicos que han pasado por la experiencia hoy tienen una capacidad reflexiva con respecto a sus actos, más acorde con el conocimiento de las consecuencias que sus actos tienen. Se los ayuda a salir de la única visión, donde el único referente es él mismo para así poder reconocer al otro como diferente. Acompañarlo a descubrir que el otro diferente debe ser respetado. Hemos podido observar que si un chico de 10 años puede comenzar a pensar en la responsabilidad de sus actos, que sus actos siempre tienen consecuencias, acompañándolos a salir de esa lectura de “no te lo hago para que no me lo hagas a mí” y puedan llegar a pronunciar “¿Tengo derecho de hacerle daño al otro?”, el cuestionamiento que va a trascender la experiencia. Es uno de los objetivos del método, ir más allá del hoy, ir hacia la construcción de un futuro posible, donde prime la disminución de las expresiones de violencia, cuando los chicos dicen: “No lo podés maltratar, no le podés decir lo que le estás diciendo”. Si lo extrapolamos, quizá está comenzando a entender lo que es tratar al otro, ya sea hombre o mujer para sus futuras relaciones afectivas. Es una idea que, por supuesto, va a haber que continuar investigando.
-¿Se puede ya medir si una generación que atravesó su método tiene mejores estrategias para enfrentar las dificultades de la adultez?
-Desde abril de 2000 a marzo de 2022 se han realizado talleres del método con aproximadamente 32.000 alumnos, 7700 directores, docentes, educadores y 10.000 familias, en instituciones educativas de Buenos Aires, Rosario, San Martín de los Andes, Barcelona, Madrid, París, Lyon, Düsseldorf y Viena. Como posible validación del método para enfrentar las dificultades futuras, transmitimos el testimonio de algunos directores comprometidos con la aplicación, como la directora general de una escuela de Barcelona: “Cuando hicimos las últimas evaluaciones de secundaria pudimos comprobar que, en los últimos años, no habíamos tenido unos resultados tan buenos como los obtenidos con los cursos en los que hemos implementado el método en un proceso de continuidad. Desde el profesorado creemos que tiene que ver, posiblemente, con esa cohesión de equipo que nos permite a todos trabajar mejor, con el espacio de prevención que hemos podido aplicar en los cursos de los chicos de 12, 13 y 14 años que son, precisamente, en quienes hemos notado todos mejores resultados. Eso, para nosotros, ha significado la constatación de que desocupar a los niños de determinados problemas les ayuda a trabajar mejor”.
-Más allá del método Toscano, ¿la falta de formación docente para resolver la conflictividad en el aula es clave para que los resultados positivos se noten a más largo plazo?
-Sí, muchos docentes dicen que no están formados en leer la dimensión grupal, variable casi constante y determinante para comprender y actuar preventivamente frente a las expresiones de violencia activa y violencia pasiva que viven los jóvenes. La dimensión del “poder del grupo” es un parámetro fundamental del método que, como nos decían directores y docentes, “no estamos habituados a leer”. Un “poder del grupo” que puede llegar a expresarse en situaciones de alto riesgo con “características regresivas al modo de una masa cruel”, con graves consecuencias, como son las expresiones cada vez más violentas hacia los otros así como también las dolorosas e irreparables expresiones del aumento de suicidios en los adolescentes. Enlazarlos desde nuestra función para rescatarlos de un poder del grupo cruel: este es el mayor desafío que vivimos hoy, desafío aún mayor cuando el poder del grupo se expresa en las redes.
-¿La migración como consecuencia de la invasión de Rusia a Ucrania despierta más o menos conflictividad que la barrera idiomática y cultural de insertarse en instituciones de otros países?
-Uno de los temores más observados en la adolescencia es el temor a lo diferente. Con referencia al tema de la inmigración, tenemos que trabajar en las aulas el conflicto que se presenta en la aceptación de lo diferente. La barrera cultural e idiomática es vivida por los chicos como un proceso que deben atravesar. Tanto para el niño que llega a un país diferente, con el dolor de haber dejado el suyo, como para el niño que lo recibe sin entender bien qué es lo que está sucediendo. Con respecto a la barrera idiomática, podemos señalar que no es fácil porque recordemos que el ser humano es hablado por una lengua materna. Nuestra lengua materna nos ha constituido. Entonces, en un momento de tanto cambio como es el paso de la niñez a la adolescencia, donde el fortalecimiento de nuestra palabra, de nuestro relacionarnos con el otro es tan importante, cuando los cambios culturales son muy abruptos, donde los duelos por lo que se deja no están todavía elaborados así como tampoco el duelo por los cambios del cuerpo infantil, lo que se pudo observar son manifestaciones de violencia hacia los otros así como también fenómenos de angustia y de ansiedad que pueden llevar a situaciones de gravedad y de depresión.
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