Más costureras y menos shopping: la tendencia de reparar en lugar de comprar suma adeptos
Lucila Dellacasa hace apenas tres toques, como si fuera un hada con su varita. Una puntada aquí, un alfiler allá y un botón por acá. Daniela, 32 años y arquitecta, queda hechizada. Como por arte de magia, ese saco de fieltro que le encantaba pero al que no le encontraba la vuelta, se transformó. "No puedo creer cómo cambió", dice.
Daniela y otras dos amigas se reunieron en casa de una de ellas en Belgrano y contrataron a Lucila, que es diseñadora sustentable para ser parte del "Reinventando tu placard", un taller de imagen que propone algo así como irse de shopping al propio ropero. Y allí, recuperar y reinventar aquellas prendas en desuso que tienen chances con apenas unos cambios y a deshacerse de esas que en definitiva nunca se van a usar.
"Muchas veces es mirar esas mismas prendas desde otro lado. Está muy instalada la idea de que los arreglos de ropa son caros, que no valen la pena porque es más sencillo comprar nuevo, pero eso es parte de una mentalidad que tenemos que cambiar. La propuesta de Reinventando tu ropero puede reemplazar una salida con amigas para ir al shopping", dice la diseñadora. Su tarea no se limita a asesorar o a hacer algún arreglo. También enseña a hacer y les propone a sus clientas animarse a meter mano para transformar sus prendas.
"En general se reúnen tres o cuatro amigas, cada una lleva unas tres prendas para recuperar y las trabajamos en el taller y el costo de la asesoría ronda los 400 pesos por persona. Si lo piden, organizamos algo que se hace mucho en otros países que es el swapping, o intercambio. Al encuentro, cada una lleva varias prendas que no usa para intercambiar con sus amigas. Se produce algo muy lindo", cuenta.
Reparar, recuperar, intercambiar. Cada vez son más las personas que deciden tomar alguna de esas decisiones antes de comprar algo nuevo. Se trata de una tendencia mundial en crecimiento, que se inscribe dentro de la economía circular, del consumo responsable. Y en el país, cada vez son más los ejemplos.
"Comprar menos, elegir bien, hacerlo durar". El fin de semana pasado, los carteles con esa leyenda instalados en la mitad del parque de La Agronomía, invitaban a romper la lógica tradicional del consumo. A toda máquina, los miembros del Club de Reparadores metían mano para reparar, desde prendas hasta pequeños electrodomésticos en desuso. El Club nació en 2015 y desde entonces ya convocó a unas 3500 personas que decidieron intentar reparar en lugar de descartar y comprar nuevo.
"Somos un movimiento que busca promover la reparación", explica Melina Scioli, una de las fundadoras. Organizan eventos itinerantes. Una vez por mes, ponen una fecha y un lugar, que por lo general es al aire libre. "Hacemos encuentros comunitarios de reparación colectiva. Convocamos a reparadores profesionales, gente que se da maña, y los conectamos con gente que no sabe y que quiere aprender. El encuentro tiene esa función de transmisión solidaria de conocimiento y sirve para sacarse los miedos de meter mano para reparar", explica Scioli.
No es un service
No es un service, sino un momento para aprender a reparar. Y la tasa de éxito es muy alta: más del 80% de las cosas llegan se logran reparar. Lo más frecuentes son los pequeños electrodomésticos. Esos que tal vez uno ya llevó al técnico y le dijeron que va a salir más caro, o aquellos que tienen un valor afectivo. "También vienen personas que son conscientes de los recursos que la producción de ese artefacto y entonces buscan extenderle la vida útil. Todo lo contrario, a la cultura del úselo y tírelo", detalla la organizadora.
Como los encuentros cambian de locación todos los meses, los representantes del club se encargan previamente de hacer un relevamiento y mapear a los reparadores que hay en el barrio. No sólo los invitan a participar del encuentro, sino que difunden sus direcciones para estimular que la gente de la zona los conozca y contrate. Se suele creer que la demanda de sus servicios crece con la crisis, pero no es así.
"Porque la ecuación de la reparación está rota. Muchas veces, si se lo mira sólo desde lo económico, parece que no conviene. Pero hay que tener en cuenta otros factores, como la generación de residuos y la obsolescencia indirecta, que es a la que nos induce el no conseguir repuestos", asegura Melina.
"Es muy gratificante la felicidad que invade a la persona por haber logrado reparar con sus propias manos algo que daba por perdido. Como de haber ganado la batalla hombre versus máquinas. Se vive como una victoria personal. Y es el inicio para animarse a más", dice Melina. "Uno puede creer que los más jóvenes reparan menos. Las generaciones anteriores tienen más incorporado el hecho de que las cosas rotas se llevan a reparar. Pero las nuevas generaciones también están muy empoderados en la reparación gracias a los tutoriales de YouTube", asegura. El próximo encuentro del Club de Reparadores, va a ser el sábado 15 de septiembre, en la terraza del Centro Cultural Recoleta. Se suspende por lluvia
¿Arreglar la heladera o comprar una nueva?
Hugo Campos trabaja en el Museo Histórico Saavedra y es miembro de la Junta de Estudios Históricos Nuñez Saavedra. Hace algunos meses con una encrucijada: reparar el motor de la heladera versus, comprarse una más moderna. Una decisión difícil, sobre todo porque para una y otra opción tenía que gastar más o menos lo mismo.
"Ya tiene diez años, que es más o menos la vida útil de una heladera", le explicó el técnico. El problema estaba en el motor. Había que cambiarlo. "¿Y cuánto me va a durar una nueva?", le preguntó. "Eso, o menos", fue la respuesta. "¿Y si la reparo?", insistió. La respuesta del técnico fue que lo mismo. Pero, en una situación en la que la mayoría de los consumidores se hubiera inclinado por lo nuevo y por las cuotas, Hugo eligió distinto. Reparó su heladera.
"Al final, fue un poco menos que comprar una nueva. Pero el gasto no fue lo único que tuve en cuenta para decidir. Pensé dónde iba a ir a parar toda esa carcasa y los componentes de la heladera. Si vivimos unos 80 años, vamos a dejarle al planeta entre seis y ocho heladeras. Por eso pensé que repararla era la mejor opción. Y estoy muy feliz con mi decisión. Tengo una heladera que funciona, no tengo cuotas pendientes, no tuve que cambiar los muebles de la cocina y otros cambios que uno termina haciendo cuando cambia la heladera. Estoy contento", asegura.
Un tiempo antes le había ocurrido algo parecido con su televisor. El técnico le dijo que no existían repuestos. Se movió, contactó hasta a la empresa que lo había fabricado y comprobó que para ese modelo, de 21 pulgadas no existían repuestos. El modelo había sido reemplazado por el de 28 pulgadas. Empezó a buscar uno viejo para repuesto. Preguntó en un servicio técnico de su barrio, sin éxito, pero le llamó la atención la larga fila de televisores similares al suyo que había en el local. El hombre le explicó que eran equipos que la gente había llevado a reparar y nunca había ido a buscar. Y estaban a la venta. Decidió dejar el suyo para repuestos y comprarse uno usado.
Una marca que quiere vender menos e invita a reparar prendas
Desde hace cuatro años, la firma de indumentaria Patagonia organiza jornadas de reparación de prendas y de intercambio, que revolucionan la lógica del mercado, con su campaña, que anuncia que la marca quiere vender menos ropa pero que dure más. Patagonia, que aunque tiene nombre que suena argentino, es una empresa norteamericana con sede en California, y desde hace tiempo que trabaja para conscientizar sobre el impacto ambiental y social del consumo de indumentaria.
La campaña se llama Worn Wear, que significa "usá lo usado" y tiene consignas: reparar, reutilizar y reciclar. Para eso, esta año organizó el 19 de junio una jornada de reparación en la que cualquier persona podía llevar una prenda, de cualquier marca, no solamente de Patagonia, para reparar. El 23 de junio, además hicieron el tradicional día de intercambio, donde la gente llevaba una prenda de la marca y la podía reparar o intercambiar por otra que alguien más hubiera llevado.
En Patagonia aportan datos muy concretos: si extendemos por nueve meses más la vida útil de una prenda, reducimos su huella de carbono, residuos, y agua entre un 20% y un 30% cada uno, de acuerdo con el WRAP (Waste & Resources Action Programme), simplemente porque estamos haciendo y desechando menos. Se estima que cada año, más de 50.000 prendas se intercambian en todo el mundo durante la jornada de Worn Wear, que equivalen a más de 20 toneladas de ropa.
El taller del arruinado
María Urdapilleta tiene 30 años y es una de las reparadoras en el local de Patagonia. "Vino mucha gente. Quemaduras de cigarrillo las reparaciones más frecuentes en polar y los parches en camperas de plumas enganchadas", explica. Hace tres años que María, que es diseñadora y trabaja en una fábrica textil, en el área de compras, empezó a meter mano a la reparación. Cuanta que su mamá cosía y ella aprendió desde chica que las cosas no tenían una vida sino varias. Aprendió a coser, a tejer, a bordar ."Hay mil formas de reparar una prenda, cuando sabés eso, nunca tu primera opción es descartarla", dice.
Norma Pinkus tiene 69 años y es psicóloga. Desde hace años, sus amigos saben que en su casa, además del consultorio funciona el "taller del arruinado". "Muchos tenemos una prenda que amamos y que por alguna razón se arruinó. Yo les ofrezco a mis amigos que me la traigan. Y yo intento arreglarlo. Total… ya está arruinado. Me arriesgo a repararla o a hacer con esa prenda una cosa totalmente distinta. Muchas veces los resultados son maravillosos. Otras tantas, no son los esperados. Pero lo importante es no dejar esa prenda que amábamos llorando por un pasado mejor, colgada en el placard, dice mientras hace fila en el local de Patagonia para reparar una campera. "Esto es más cool. Lo mío es más de barrio. Todo se suma", remata.
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