Más casas y esperanzas para quienes necesitan ayuda sin clientelismo
Durante el fin de semana largo, 2500 voluntarios de Un Techo para mi País construyeron 310 viviendas
"Bienvenidos a La Matanza, ciudad de la esperanza", es el mensaje que se lee al entrar, y, a primera vista, parece ser un lema quimérico, que no se ajusta a la realidad, en un lugar donde abunda la pobreza extrema. No obstante, a medida que se adentra en la localidad de Ciudad Evita, transitando por calles embarradas y sorteando pozos, se empieza a comprender mejor la frase que luce con letras grandes a la entrada de este lugar humilde.
Ayer, 2500 voluntarios de Un techo para mi País (Utpmp) inauguraron las últimas viviendas de un total de 310 que construyeron a nivel nacional durante el fin de semana largo. En el conurbano levantaron 225 hogares en los siguientes barrios: IAPA en Quilmes; 12 de Octubre, Un Techo para Todos y Luján, en La Matanza; Viste Alegre/Vista Linda, Sol de Oro, 3 Américas y Santa Marta, en Ezeiza; 14 de Febrero, en Almirante Brown; La Ilusión, en Zárate, y Santa Cruz y Villa Rubencito, en La Plata.
"Flia. Gamiz, bienvenidos", son las palabras que ocupan un cartel que cuelga en el umbral de una casita de madera de 18 metros cuadrados construida por la misma familia con ayuda de los voluntarios de Utpmp. Fue la primera vivienda finalizada de las 16 que se levantaron en lo que hasta 2002 era un terreno baldío. Ahora, los habitantes declaran con orgullo pertenecer a Un Techo Para Todos, un barrio que cuenta con identidad propia y donde la esperanza no hace sino brillar por donde se mire.
Daiana Gamiz, con su hija de un año en brazos, se quitó los zapatos manchados de barro para subir los tres escalones que conducen a su flamante hogar, que hace tres días no existía. "Antes estábamos todos apretados en la pieza de mi mamá, con una cama al lado de la otra y colchones en el piso", dijo, al tiempo que con una radiante sonrisa mostraba el interior de la casa.
Sus otros hijos, dos varones de siete y diez años, correteaban descalzos de un lado a otro para no ensuciar el entarimado recién estrenado, ambos conscientes de la importancia de cuidar lo poco que tienen. "Están muy contentos, ya que tienen más lugar para ellos", aclaró Daiana mientras recorría con la vista las cuatro paredes que para ella significan mucho más que una simple construcción.
Ella y su marido, Ernesto, que mantiene a su familia a fuerza de changas, todavía utilizan la cocina y el baño de la madre de ella, pero de a pequeños pasos esperan lograr una vida más digna para sus hijos.
A su lado, Paola Palacio, una voluntaria que participó de la construcción, explicó a La Nacion por qué se sumó al proyecto y cómo llegó a crear un vínculo fuerte con la familia. A su hermana le construyeron una casa en julio pasado en Agustoni, un barrio careciente de Pilar, y tras esa experiencia simbólica Paola decidió ofrecerse para ayudar a personas que compartían su dura realidad.
"Yo tuve la experiencia de ver cómo los voluntarios trabajaban y lo felices que hicieron a mi hermana y a mis sobrinos; entonces pensé que la mejor manera de decirles gracias era venir y dar una mano a la gente que necesita, como en su momento necesitábamos nosotros", dijo, sin poder frenar las lágrimas.
Tras fundirse en un abrazo con su nueva amiga, afirmó, con voz entrecortada: "Yo encontré en ella una persona igual de humilde. Somos dos «buscas» que la pelean".
Flor Peluffo, jefa de cuadrilla de voluntarios, explicó que se realiza un arduo trabajo de campo antes de asignar viviendas: "Realizamos una encuesta para recabar información sobre las familias, como el estado de la vivienda, cuántas personas viven en cada una, sus ingresos, y a partir de esos criterios definimos las prioridades".
Las familias se comprometen a pagar un 10% del costo ($ 8000). El resto se consigue por donaciones. Bajo el lema Construyendo Derechos, Utpmp trabajará en una segunda etapa, llamada Habilitación Social, cuyo objetivo es consolidar comunidades capaces de superar la pobreza extrema.