Marta Minujín y esa escultura de hierro megalómana que quedó inconclusa
La artista cuenta los avatares de "La mujer del Tercer Milenio", su obra más ambiciosa que quedó arrumbada en un galpón; además, habla de su experiencia para enseñar el fracaso
El lugar era el Centro de Arte y Comunicación (CAYC) que dirigía Jorge Glusberg. La obra: La Academia del Fracaso, una performance participativa de Marta Minujín. La audiencia estaba saturada de vanguardia: desde un Jorge Romero Brest siempre avant la lettre a los inquietos artistas del Di Tella. Nadie iba a perderse aquella performance en continuado durante una semana en 1975.
Minujín había urdido la obra gracias a su febril intercambio con Federico Peralta Ramos, en el Florida Garden. El tema de discusión era recurrente: la atmósfera de fracaso que se respiraba en el país. Eran tiempos de Isabel Perón, del brujo José López Rega, de la violencia en nombre de la revolución del pueblo, y la Triple A. Frente un escenario tan convulsionado y plomizo, el arte era una vía de escape. Una salvación. Una burbuja, por definición efímera, como la performance de Minujín, donde todo había sido pensado con minuciosidad conceptual.
El postulado solapado que escondía la puesta era que el fracaso no existía. "Y que, en realidad, a nadie tampoco le interesaba ni el fracaso ni el éxito –evoca la artista–. Lo que había era una sociedad exitista, que empujaba a la gente a hacer cosas que no quería hacer, con valores equivocados."
En lo vivencial, al ingresar a la obra, una enfermera vacunaba a los asistentes contra el triunfalismo y se exhibía, como pieza vívida de museo, a un auténtico "Frac-asado" (La pieza era de libre interpretación como exige el arte). Dentro del CAYC, se sucedían los testimonios vivenciales. El director Armando Bo explicaba: " Yo, que hice las películas de mayor llegada popular, jamás me gané el Oscar". Luego, el político Ítalo Argentino Luder examinaba su fracaso y confesaba que, a pesar de ser peronista, no había podido nunca gobernar los destinos del país ("El equivalente de Luder hoy sería Daniel Scioli", dispara con su espontaneidad habitual Minujín). Borges también tuvo sus minutos de gloria para explicar el fracaso: "Simplemente dijo que no existía ni una cosa ni la otra", según reconstruye su autora.
Pero La Academia del Fracaso terminó siendo un éxito, lo cual prueba —dice Minujín— que el fracaso tiene la virtud de poder ser algo dual, y que sea quizás lo que más pueda capitalizarse. Incluso como objeto o materia artística dada su potencialidad de sentidos.
"Yo tuve miles, millones de fracasos —dice Minujín–, y sin embargo la gente cree que siempre tuve un éxito bárbaro."
"La mujer del Tercer Milenio"
Y ahora ella ahonda en aquel que la angustió, y cuyo desenlace le produjo mucho sufrimiento en su momento.
Fue su escultura megalómana bautizada "La mujer del Tercer Milenio" o MIC2 (Mujer-Intelecto-Consumismo 2000). Se trataba de la anatomía en hierro y chapa perforada de acero, con 200.000 puntos de soldura, de una mujer de 20 metros de altura y dos toneladas de peso, cuya humanidad iba a emplazarse de cara al Río de la Plata, como emblema turi-artístico de Buenos Aires.
Minujín había propuesto emplazarla sobre una plataforma de 30 metros, dentro de una isla de 300 metros cuadrados cuyo acceso a la misma fuera a través de un camino laberíntico. Éste asumiría la forma de la República Argentina y en ese acceso cada provincia podría ofrecer sus productos comestible típicos. Los turistas podrían ingresar al interior de la mujer y subir por un ascensor interior hasta la parte central: su cabeza. Desde sus ojos, como un mirador privilegiado, telescopios y binoculares amplificarían la panorámica de la ciudad.
En otras palabras, algo así como una aeroísla sobre el río color de león, pero en vez de un aeropuerto sería el equivalente a la Estatua de la Libertad argentina.
La idea —detalles más, detalles menos—prendió y la entonces Fundación Banco Patricio se ofreció a financiarla. Aportó US$ 10.000, le prestaron un galpón y con esa suma Minujín puso manos a la obra y produjo el primer eslabón: un pie gigante. Era 1994, la obra tenía un costo carísimo de producción, pero había tiempo suficiente para ir sumando financiamiento. Para 2000 se llegaba con holgura con la obra completa. El lugar de emplazamiento podía esperar.
Pero los imponderables dijeron presente y el Banco Patricios quebró. "A partir de ahí fui encontrando diferentes sponsors que me permitieron completar la obra hasta que le faltaba la cabeza. La expuse en ocho lugares diferentes, parada u acostada, a medida que iba avanzando con su anatomía, pero nunca llegué a completarla", relata Minujín.
La última vez, se expuso con el torso acostado en la terraza del Design Recoleta. "Luego, con la ayuda de la municipalidad, la trasladamos a un galpón de la Fundación Lebensohn, en Barracas. Y hoy en parte por ese traslado está rota, herrumbrada y prácticamente no existe más".
"Sí, ese fue mi gran fracaso: 20 años de mi vida luchando con una obra que nunca terminé y que se rompió. Cuando he hecho otras faraónicas como la Torre de Babel o el Partenón de libros".
Buscándole un parangón, para la artista "La mujer del Tercer Milenio" ha sido hasta ahora como la sinfonía inconclusa de Héctor Berlioz, esa pieza demencial que el compositor francés nunca pudo terminar por lo ambiciosa y compleja que era.
"Pero como yo, en el fondo, creo en el arte como una necesidad, quizás vuelva hacer otra versión de esa obra. Y será, seguramente, tan o más demencial que todas las que he hecho hasta hora", promete la artista.