Marina, la perra que fue rescatada en las vías del tren
Llegó a la familia justo en los últimos días de Hook y Sweety, un perro y una gata inseparables, para convertirse en una pieza fundamental
Esa mañana Guillermina y Fernando salieron un poco antes de lo habitual. Corría enero de 2010 y los hermanos veinteañeros se dirigían a la estación de tren. Como todos los días, el plan era viajar en la línea Mitre desde Vicente López al centro de la ciudad, donde tomaban clases. Pero la rutina se quebró en cuanto pisaron el andén. En el medio de las vías, una cachorra asustada lloraba y pedía auxilio. Alrededor, la gente miraba y hacía comentarios, como esperando que alguien -otro- hiciera algo.
A Guillermina se le cruzó una imagen muy fuerte: esa perrita indefensa la remitió a Hook, su amado perro mestizo, ya viejo y enfermo, al que toda la familia cuidaba y lloraba, sabiendo que eran sus últimos tiempos de vida. Pensó en el amor que compartían y en cómo la había acompañado durante todo su crecimiento. Por eso no entendía cómo alguien podía haber sentenciado al recién nacido a un final semejante. Y ahí le vino el impulso: rápidamente se organizó con su hermano para que bajara a buscar a la cachorra mientras ella se ubicaba al extremo del andén, también en las vías, decidida a frenar el tren que se acercaba.
Guillermina sabía que romper el orden del transporte no estaba bien y que tendría consecuencias. Pero esa breve conmoción en la estación era la única chance de que el animal sobreviviera. Y por suerte funcionó: hubo bocinazos e insultos por parte del maquinista, pero el tren finalmente se detuvo.
Fernando tomó a la perrita, la abrazó y subió rápidamente a la plataforma. Estaba tan asustada que se hizo pis en sus brazos. Así como estaban, los hermanos abandonaron sus planes y se dirigieron a la veterinaria, donde revisaron y bañaron a la cachorra. “Llegaron a casa y me presentaron a Marina. Y pensé: 'oh-oh, ya le pusieron nombre'", cuenta Martín, el padre de los chicos.
El nuevo círculo de amor
Hook era el rey del hogar. Toda su vida había tenido un vínculo muy especial con la gata de la casa, Sweety, siempre jugaban y dormían juntos. Pero ahora el perro estaba muy enfermo y pasaba casi todo el día echado. Marina, recién llegada, lo buscaba e intentaba divertirlo. El viejo amigo de cuatro patas no tenía fuerza, la miraba y solo le podía responder moviendo la cola. Si bien al principio la idea era que Marina se quedara hasta conseguirle un hogar, a las 48 horas Martín entendió que la pequeña había llegado para quedarse. Guillermina y Fernando se habían encariñado; enseguida le enseñaron a sentarse y acostarse, y pronto ella aprendió a dar la patita. Un nuevo círculo de amor había nacido.
Un mes después, la familia tuvo que tomar la peor decisión: sacrificar a Hook. “A Sweety no le dejamos ver el cuerpito", cuenta Martín. Lo que no imaginaron fue lo crucial de esa partida para la gata. "La ausencia de su amigo la afectó mucho, tanto que dejó de comer. La tratamos con distintos veterinarios, le dieron suero y medicamentos, pero no hubo nada que hacer; la gata falleció justo al cumplirse un mes de la ausencia de Hook”.
Si bien al principio Martín no quería saber nada con tener animales en el departamento, sus hijos lo fueron ablandando. "Los chicos han tenido desde perros y gatos, pasando por peces, hasta cobayos y un hámster", dice. Y claro, después de la partida de Hook y Sweety, llegaron -además de Marina- Olivia (una gatita negra que rescataron de la calle) y Ammy (una divina chinchilla). “El año pasado tuvimos que achicarnos un poco y nos mudamos, pero toda la familia –incluidos los animales- sigue bien unida. Ellos son parte de nuestro corazón”, reconoce el papá de Guillermina y Fernando.
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