María Socas, la estudiosa
Madraza de sus hijos, la actriz es acérrima practicante de taichí y estudiante de chino: intelectual como pocas, sensibilísima y humilde
"De alguna manera, vivo todo como si fuera tiempo libre”, explica María, que encara la actuación, el estudio y las tareas domésticas con la misma actitud. “Me copo con cualquier cosa, hasta me hago amigos en la cola del banco para conversar”, confiesa entre risas. “En mi casa, siempre estoy haciendo alguna cosa”, reflexiona. “Puedo estar haciendo taichí, estudiando chino, pintando, ordenando”. Sin tener una rutina fija, la actriz es muy madrugadora. “Nunca planifico mis días, pero cuando llega la noche me doy cuenta de que hice de todo. Porque me gusta, no porque lo planifico así”. De sus épocas como atleta adolescente aprendió que poner el físico en movimiento y hacer circular la sangre le modifica la química del cuerpo y la ayuda a sentirse mejor, por lo que aun cuando la energía está baja, para ella es fundamental moverse.
El taichí es parte de María desde sus 19 años, cuando su maestro Carlos Gandolfo le recetó este arte marcial como método de relajación. “Al principio me sacaba de quicio, me parecía un divague”, cuenta muchos años después quien no concibe un día sin practicarlo y se anota en seminarios cada vez que vienen al país sus maestros chinos preferidos. Una cosa llevó a la otra y comenzó a indagar en el chino mandarín para seguir a los más sabios de esta disciplina. Afirma no saber nada de chino, aunque buena parte de su inmensa biblioteca está dedicada a las filosofías orientales y en su computadora tiene abierto un apunte del I Ching que hoy revisó junto con una amiga vía Skype. “Eso, para mí, es ocio total”, asegura.
El intelecto y el espíritu estudioso de María no terminan ahí. Con la astrología le sucedió algo similar: la empezó a estudiar porque quería comprender mejor a su maestro Augusto Fernández. Y su acercamiento con la televisión tiene un origen parecido, pues comenzó a ver tele para encarar un personaje de José María Muscari. Hoy también aprovecha las bondades de Netflix y está reviviendo su amor por el género policial. Series nórdicas e israelíes son las preferidas, “y por supuesto que las argentinas las veo todas”, dice con orgullo. Si bien atrás quedaron esos días en los que iba al cine y veía tres películas al hilo, sí es habitué del teatro, que frecuenta todas las semanas con una amiga. Y ese es su único programa nocturno, pues prefiere más bien el almuerzo o la hora del té para reunirse con sus amigas del colegio o con los del Conservatorio. “Solamente para mis cumpleaños invito gente a casa, me es natural y me encanta que se mezclen todos los que conozco”, agrega. Y de sus habilidades como pintora solo quedan como evidencia algunos muebles intervenidos por su mano.
La actividad más frecuente que María comparte con sus hijos, Sasha y Wanda, además de ver series y películas en casa, es ir juntos a constelaciones familiares. “Lo hacemos como programa, en vez de invitarlos a cenar, los invito ahí y se prenden todos. Hasta han venido Sasha con su novia y Wanda con amigas”, finaliza divertida sobre esta particular rutina que disfrutan en familia.
Ping Pong
¿Alguien a quien admirás? Anthony Hopkins.
¿El mejor regalo que te hicieron? Mis hijos.
¿Juego preferido de tu infancia? Lo que más me divertía era hacer figuras de barro y modelar: caras, vasijas, de todo. Mamá vio que me gustaba mucho y me mandó a clases de cerámica, pero no me enganché, ¡a mí me divertía la tierra!
¿Algo que tus hijos heredaron de vos? Sasha es investigador, más aún que yo. Y Wanda es parecida a mí en lo que es conversar mucho con sus amigos y amigas.
¿Un don inútil? Es difícil de explicar, pero tengo el don más inútil del mundo. Tengo acceso al conocimiento de algo puntual en el momento justo. Por ejemplo, una mañana leí que William Shakespeare nació en 1564. Ese mismo día alguien me lo preguntó y yo sabía la respuesta, pero de casualidad. Al día siguiente me la olvidé, porque tengo pésima memoria. Otra vez, alguien me preguntó cómo cambiar los azulejos del baño y yo justo tenía en la cartera un libro que explicaba cómo hacerlo porque me lo acababan de regalar. Cosas así me han pasado una y otra vez. Es como que tengo la suerte de acceder a esa información cuando alguien la necesita. Pero no sirve para nada más que para divertirme. La gente piensa: “María sabe todo”, ¡y te juro que no sé nada!
¿Un domingo perfecto? Es un día de cielo límpido. Voy a la mañana a la plaza a practicar taichí y voy escuchando los sonidos de la gente que llega. Al mediodía vuelvo a casa y, mientras todos se despiertan, me pongo a hacer algo del almuerzo. Vemos alguna película todos juntos, va cayendo el día, quizá me pongo a leer algo. Los domingos me gusta salir a la mañana al aire libre y después ya quedarme haciendo cosas en casa.
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