María Rosa: una abuela presente

Si hay mujeres que me inspiran, además de las que están al servicio del prójimo, cosa que valoro enormemente (incluyo científicas, docentes y muy especialmente empleadas de la salud, en estos últimos dos años) es a las mujeres fuertes de mi familia, comenzando por mi abuela.

Nacida en 1910, estudió el profesorado de inglés en el Instituto Lenguas Vivas. Se casó enseguida y vinieron los hijos. Cuando el trabajo de mi abuelo lo requirió, se trasladaron a Viedma, Río Negro, por unos años. Volvieron a Buenos Aires y poco tiempo después falleció mi abuelo. Un año antes, habían perdido al sexto hijo de un año. María Rosa salió adelante, con el máximo de horas de cátedra y cinco hijos menores de 13 años.

Al jubilarse no se conformó con estar atenta a los nietos, que llegaron a ser 26 con el tiempo. Estudió un poquito más y fue martillera, instalando una inmobiliaria con una socia.

No dejó de vivir. Amiga fiel de sus amigas, no dejó de reunirse con ellas ni cuando tuvo dificultad para caminar, ni de ir a espectáculos, ni se privó de jugar a las cartas con vecinos y amigos.

Vivió hasta los 92 años y fue una abuela presente. Mi mamá fue otra mujer fuerte, pero esa historia queda para la próxima vez.

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