Marcha de las Piedras: “Podrían haber llegado más vacunas”, el reclamo de una madre que perdió a su hijo en la pandemia
La mamá de Lautaro Luna que vive en Córdoba logró que la roca que conmemorará la muerte del joven, de 29 años, llegue hoy a Plaza de Mayo; “es importante contar lo que le pasó a mi familia para que se conozcan las historias del interior que, muchas veces, están invisibilizadas”, dice Silvina Cappulletti
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El 27 de agosto pasado, a las 20, Silvina Cappelletti, de 55 años, estaba sentada viendo un noticiero en la TV. Se encontraba en su casa, donde convive con el dolor inmenso de haber perdido a su hijo, Lautaro Luna, de 29 años, que murió el 2 de junio por Covid-19. Vive en Los Cóndores, un pueblo alejado del ruido urbano, en el departamento de Calamuchita, en Córdoba. En la televisión, vio a Mercedes Moreno Klappenbach, de 67, que relataba que, junto con otras mujeres, había presentado una denuncia en Comodoro Py por considerar que “el mal manejo de la pandemia” le costó la vida a miles de argentinos. “La escuché, y cuando me di cuenta de que no pertenecía a ningún partido político, decidí escribirle”, cuenta Cappelletti. Le envió un mensaje a través de Facebook y comenzaron a hablar. En ese intercambio, la madre de Lautaro le pidió que hoy, cuando Moreno Klappenbach asista a la segunda Marcha de las Piedras en conmemoración de los fallecidos durante la pandemia, deje una roca en Plaza de Mayo en nombre del joven.
Con ese acto, Cappellettii busca que quede algún registro de la “historia de un chico de 29 años de un pueblito del interior que medía 1,95, pesaba 100 kilos y 99 eran de corazón”.
El 16 de agosto pasado, cientos de personas asistieron a la primera Marcha de las Piedras para recordar a algún ser querido que había fallecido durante la pandemia. Esa misma noche el Gobierno decidió ingresar todas las rocas que estaban en la Plaza de Mayo a la Casa Rosada, donde están hoy y forman una especie de monumento al que pocos pueden acceder.
Moreno Klappenbach no participó de esa convocatoria: “El lunes anterior habíamos hecho la denuncia y también nos habían llamado para declarar y preferimos no ir a la marcha. Además no teníamos la segunda dosis de al vacuna. Pero a los pocos días fuimos 13 mujeres a dejar piedras por nuestros seres queridos. Una de las piedras que dejé fue por mi sobrino de 47 años que murió en mayo y no había recibido ninguna dosis de la vacuna”.
Por la exposición que le dio radicar la denuncia y visitar la Casa Rosada recibió decenas de mensajes de personas de todo el país que querían sumarse a la acusación o pedirle que lleve una piedra en nombre de algún familiar fallecido. Una de ellas fue Cappelletti, que cuenta: “A Mercedes la conocí por la tele y me pareció la persona indicada, porque hablaba desde el corazón y no hace política. Por eso, le escribí para contarle mi historia y pedirle que deje una piedra por Lautaro. Creo que si mi hijo hubiera recibido al menos una dosis de alguna vacuna, todo ha sido distinto”.
Un modo silencioso de protesta
El joven era piloto de competición y preparaba autos para carreras. “Era un apasionado de los motores. Siempre que corría le decía que mi corazón iba al ritmo del motor de su auto. Le gustaba correr en tierra. A los 15 años ya se había puesto a trabajar, pero no le comprábamos herramientas porque le decíamos que tenía que terminar sus estudios. Entonces, siguió el secundario, se graduó en una escuela técnica y luego se metió en el Instituto Técnico Renault”, señala su madre.
“Le encantaba trabajar. Salía a las 8.30, volvía al mediodía para frenar un ratito y luego se iba al taller y muchas veces volvía a la una de la madrugada. El año pasado le costó mucho no trabajar y le pasaron algunas cosas que no tenían sentido. Por ejemplo, él a veces, en la cuarentena, tenía que ir a su taller y en un momento al volver lo frenó la policía y pasó un mal momento. Esas cosas lo ponían mal”, dice Cappelletti.
El 19 de mayo pasado Lautaro se empezó a sentir mal, le dolía la espalda. Cuando el cuadro empezó a empeorar, el joven le pidió a su madre que lo llevara a Río Cuarto. En un principio, no pensaron que se trataba de Covid-19 porque él se testeaba cada 15 días para poder ingresar al autódromo. Pero los síntomas recrudecieron. “Al llegar a hospital no le dieron mucha importancia. Córdoba era un desastre en ese momento, no había camas en ningún lado. No lo hisoparon y ya dieron por hecho que tenía Covid. Por eso, a veces, pienso que tal vez se contagió en el hospital. No lo sé. Todo era un desastre en ese momento. Los médicos estaban como locos. El 30 Lautaro empezó con una neumonía bilateral y lo conectaron a un respirador y el 2 de junio lo declararon muerto”, describe.
Hoy, la piedra en la que está escrito el nombre de su hijo estará junto a otras en la Plaza de Mayo. La roca será un homenaje, pero también es un modo silencioso de protesta: “Creo que las cosas se podrían haber hecho mejor, podrían haber llegado más vacunas. Pero, además, me parece importante contar lo que le pasó a mi familia para que se conozcan las historias del interior que muchas veces están invisibilizadas. También es necesario que la gente tome conciencia. Por ejemplo, unas chicas del pueblo, a raíz de la muerte de Lautaro, decidieron darse la vacuna”, concluye Cappelletti.
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