Maradona, Rodrigo, Sofovich: historias nocturnas de El Corralón, el mítico restaurante de la farándula
El Corralón fue el punto de encuentro de referentes del mundo del espectáculo, el deporte y la política durante la década del ’90 y comienzos del 2000. Hasta altas horas de la madrugada podían estar cenando Diego Maradona, Moria Casán, Carmen Barbieri, Diego Simeone, Gerardo Sofovich, Pepe Parada, Los Auténticos Decadentes y hasta el ex presidente Carlos Saúl Menem. Las más de 500 fotografías que decoran las paredes de esta parrilla dan cuenta del desfile de personajes que pasaron (y pasan) a comer por este legendario rincón gastronómico, que fue declarado el año pasado sitio de interés cultural por la Legislatura porteña.
El restorán, ubicado en el barrio porteño de Balvanera, abrió sus puertas en 1992, pero empezó a ganar popularidad en 1995, cuando los artistas comenzaron a frecuentarlo. Es que la cocina estaba abierta hasta la madrugada y eso era muy valorado por los actores y actrices que salían tarde de las funciones de teatro.
"Uno de los primeros en llegar fue Arturo Puig, que vino un día tipo dos de la mañana, y me dijo ‘¿Qué le queda?’. Yo le dije que podía elegir lo que quisiera del menú. No lo podía creer y ¡comió como los dioses! Él, Pepe Parada y Germán Kraus fueron mis primeros clientes y con el boca en boca el lugar se fue llenando", recuerda Guillermo Miguel, dueño de la mítica parrilla.
Uno de los comensales habituales era Gerardo Sofovich. Llegaba todas las noches y se sentaba siempre en la misma mesa. Pedía un chorizo, un corte de carne, ensalada y se pasaba horas conversando con Guillermo. Se hicieron muy amigos, a tal punto que el productor lo convocó para dos temporadas del programa Polémica en el bar.
"Estuvo nueve años tratando de que vaya cuando todo el mundo se tiraba por la ventana para sentarse ahí. Me manejaba con los ojos, nos hicimos muy amigos, lo extraño constantemente. Era un lujo tenerlo. Cuando se murió, vino su hijo y me regaló 250 camisas que Gerardo estaba guardando para mí", cuenta emocionado.
Cuando Diego Maradona vivía en la Argentina y estaba en pareja con Verónica Ojeda, los movileros de los programas de chimentos sabían que si querían encontrarlo tenían que darse una vuelta por El Corralón. Así fue como la noche del 28 de julio de 2014, tres días después de que la casa del padre del futbolista se incendiara en un confuso episodio, Maradona cenó con un séquito de amigos y familiares en la parrilla mientras afuera todos los móviles estaban esperando conseguir una declaración de él. Un Diego desorbitado salió a hablar con la prensa y balbuceó una frase que hasta el día de hoy usan de gag en el programa Bendita Tv: "Vamo a queeee, que esto quede bien claro".
"Me llamó que venía y cuando viene Diego es insostenible por lo que despierta en la gente. Le contraté dos pibes de Boca para que lo cuidasen. Él me decía: ‘Guille, yo quiero comer tranquilo y después te firmo hasta el calzoncillo, pero que me dejen comer y charlar un poco con vos que hace rato que no te veo’. Cuando terminó de comer firmaba hasta los trajes de los tipos. Diego es algo de otro mundo. Comió entraña, medio bife de chorizo, ensalada y tomó una botella y cuarto de vino", relata Guillermo, quien en un estante del restorán tiene una réplica de la Copa del Mundo del Mundial México 86’, un regalo que le obsequió el propio Maradona.
La última cena
El cantante de cuarteto Rodrigo cenaba tres o cuatro noches por semana en el restaurante y cada vez que aparecía el lugar se transformaba por completo. Afuera, cientos de fans lo esperaban ansiosos para sacarse una foto. Adentro, los comensales salían de sus sillas en busca de un retrato con el ídolo del momento. Hasta le pedían que cantara un tema y Rodrigo no dudaba en hacerlo. Por eso, mozos como Salvador, quien lo atendió en reiteradas oportunidades, lo recuerda con mucho cariño. "Era un tipo muy generoso, muy buena persona, que transmitía alegría a todos. Me dio mucha tristeza enterarme de su muerte", describe.
Horas antes de que la camioneta donde viajaba el líder cuartetero chocara en la autopista Buenos Aires – La Plata, Rodrigo cenó con familiares y amigos en el restorán. "Esa noche estaba Fernando Olmedo, quien había hecho una reserva para cuatro personas, pero a último momento los amigos le cancelaron. Se estaba por ir hasta que lo vio a Pepe Parada y se sentó a comer con él. Al rato, llega Rodrigo, después de grabar La Biblia y el Calefón. El lugar explotaba de gente y no tenía donde sentarlo. Pepe le ofrece comer en su mesa. Cuando Rodrigo se entera de que Fernando era el hijo de Alberto Olmedo se le tiró encima y lo abrazó. Toda la noche le insistió para que fuera con él al show que iba a dar en La Plata porque quería homenajearlo. Finalmente, lo convenció. Estaba loco con Fernando", recuerda Guillermo, mientras recorre con los ojos el lugar en busca de la última foto que le sacó al cuartetero, donde se lo puede ver haciendo su famosa pose con las manos, con un piloto charolado rojo.
Esa noche selló el destino de Fernando. Al salir del restorán, se subió al auto de uno de los músicos, pero Rodrigo estaba tan fascinado con él que salió a buscarlo y le pidió que viajara en su mismo vehículo. "Vos tenés que viajar conmigo, ya te dije que el agasajo es para vos", enfatizó, y Fernando se subió a la camioneta. Así como fueron a La Plata, viajaron a la vuelta. Ambos fallecieron en el accidente ocurrido la madrugada del 25 de junio de 2000.
Una noche en El Corralón
Está por caer el sol en la ciudad de Buenos Aires y la calle Anchorena comienza a llenarse de matrimonios ortodoxos que caminan rumbo al templo más cercano para asistir a una nueva ceremonia de Shabat. Concentradísimos en su misión, ninguno parece inmutarse por la estatuta del cantante Rodrigo, que se encuentra en la entrada de El Corralón. En cambio, algunos transeúntes deciden sacarse una selfie junto a la réplica del ídolo cordobés.
Entrar a esta mítica parrilla es un viaje a otra época. Los cientos de fotos que adornan las paredes retratan como pocos lugares el jet set de los años menemistas. Carlitos Nahir Menem, Omar Suárez (dueño del boliche Cocodrilo), Adriana Aguirre, Beatriz Salomón, Mariana Nannis, Coco Basile, Susana Giménez y Pocho La Pantera son algunas de los personajes que aparecen retratados en esta suerte de museo fotográfico de la farándula argentina. Hay una figura que aparece en la mayoría de las fotografías: Guillermo, el dueño, quien se ha convertido en un famoso más para los comensales del restorán.
"Vine a comer con mi esposa y sus hermanas que son de Santiago del Estero porque quería que conocieran un lugar típico de Buenos Aires y que tiene una gran historia. Después, todos nos vamos a sacar una foto con Guillermo que ya es toda una estrella", cuenta Roberto (65), quien acaba de encargar un matambre a la pizza y dos brochette de pollo para la cena de esta noche.
Si bien el restaurante se volvió muy popular al ser un lugar frecuentado por famosos, también es muy reconocido por la calidad de los productos que ofrecen en la carta. Guillermo es un obsesivo: todos los domingos viaja hasta Mar del Plata para comprar la carne que cada noche ponen a la parrilla. En "Rincón Verde", una verdulería a la vista de todos los comensales, una mujer lava minuciosamente cada verdura para elaborar cada una de las ensaladas que llevan el nombre de personajes de la farándula como Carmen Barbieri, Pepe Parada, Rodrigo, Ingrid Grudke o Luis Ventura.
Algunos clientes llegan con la esperanza de cruzarse algún famoso. Es el caso de Pablo, oriundo de Santa Cruz, quien se dispone a cenar un ojo de bife con papas fritas con la expectativa de que, en algún momento, ingrese alguna celebridad y sacarse su tan deseada foto. "¡Ojalá entre Maradona! Vi en la tele que muchas veces come acá", cuenta, y se sirve un poco de cerveza.
Juan Manuel Lugones, secretario de la Agencia de Prevención de la Violencia en el Deporte (APreViDe), es habitué. "Venimos una vez por semana o cada 15 días. Ella suele comer ensalada caesar, rabas o carne y yo suelo pedir un bife o un plato de pastas", relata. En la otra punta del restorán, está cenando el productor teatral Aldo Funes. "El Corralón no es sólo parte de mi vida, es como mi casa. Hace veinte años que vengo, tres o cuatro veces por semana. Cuando no vengo siento que algo me falta. Tiene mucha onda, está muy bien atendido y la comida es bárbara", cuenta y corta un pedacito de tira de asado.
Guillermo recorre las mesas y saluda a cada comensal. A todos se los ve fascinados con poder saludarlo y conversar aunque sea unos minutos con él, que no escatima anécdotas que ocurrieron en estos 26 años de historia. La noche acaba de empezar, pero nadie sabe cómo terminará. Todo puede pasar en El Corralón.
Dirección: Dr. Tomás Manuel de Anchorena 883, CABA.
Abre todas las noches a partir de las 20 horas.
Los jueves a la medianoche ponen música para bailar.