La crecida excepcional que se dio hace unos días se llevó toneladas de arena, arrasó con puestos de seguridad y amenaza otras casas y estructuras
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MAR DEL TUYÚ.– La tarima de guardavidas de Darío Pirona se mudó a más de seis metros de altura por sobre el nivel del mar y a un par de pasos del pavimento de calle 64 y la costa, donde quedan estacionados los primeros autos. Un repliegue obligado hacia la urbanidad luego de una pleamar excepcional que hace unos días se llevó toneladas de arena y arrasó con varios puestos de seguridad y hasta las estructuras de madera que ofician como bajadas para quienes pretenden llegar hasta la playa.
“Peligro, derrumbe”, se lee en el cartel que cruza de lado a lado y clausura una de las rampas por las que se podía descender y subir en la intersección de calle 58 y la costa. Una construcción que data de hace apenas dos años, tras los daños de una fuerte marejada, y que ahora tambalea y es un peligro para varios bañistas que, unos metros más abajo, aprovechan esa losa floja de columnas como fuente de sombra para mitigar el impacto del sol que castiga en pleno mediodía.
Esas grietas sobre el cemento de poco tiempo son mínimas señales de lo que el océano es capaz de provocar cada vez que avanza más de lo habitual. Y son poca cosa ante tanto escombro que acompaña el frente marítimo de Mar del Tuyú, donde la primera línea de viviendas no solo quedó expuesta y casi indefensa sobre la misma playa sino que ya hay algunas edificaciones que tienen parte de sus cimientos en el aire, producto de una erosión costera que no perdona.
Por supuesto, son las que sobreviven, que son mayoría. Porque también se han dado derrumbes de propiedades completas. El último hace poco más de dos años, cuando una crecida del mar en horas de la noche primero fracturó paredes y luego hizo caer en su totalidad al coqueto y generoso chalet.
Esta vez las nuevas secuelas corresponden a algunas terrazas bajas con función de patio que permanecían frágiles y fueron una fácil presa para el mar, que sin necesidad de gran oleaje tuvo la fuerza suficiente para generar daño.
La principal pérdida después de esta marea alta excepcional de la última semana es de superficie de arena y la primera línea de tierra firme, donde se sostienen las propiedades con salida directa al mar. Varias de ellas, a la luz de las consecuencias vividas y las situaciones reiteradas, ya lucen verdaderos muros a modo de protección para que el oleaje no socave su estructura.
Los turistas conviven durante todo este tiempo con esos escombros que se acumulan sobre el límite de las casas, muchas de ellas alquiladas durante la temporada. Esos ladrillos con restos de revoque son restos de otras viviendas anteriores o parte de las actuales, que poco a poco van sufriendo el efecto de esa convivencia cada vez más cercana y cotidiana con la energía del mar.
“En la última crecida subió muchísimo, provocó varios destrozos y hasta se llevó una virgen que estaba cerca del puesto de Prefectura Naval”, cuenta Patricia, que es vecina de Mar del Tuyú y no solo vio esta sino otras situaciones similares que se dan en estas costas durante el invierno, cuando no hay visitantes y los pocos residentes están aquí casi en familia.
Un grupo, con carpa y sombrilla, se acomodó al reparo de una pared que en medio de la playa y rodeada de más escombro es lo único que sobrevivió del derrumbe de una pequeña construcción. “Veraneo en Kosovo”, bromea uno de los turistas.
Huellas profundas
Varias tarimas de guardavidas, que van apostadas sobre el centro de la playa, se perdieron durante esos días porque el mar movió las bases de los troncos de palmera que sostienen esas estructuras. Lo mismo las escaleras de madera que se disponen en cada desembocadura de calles perpendiculares a la costa, para que los bañistas puedan descender con comodidad.
“Ahora improvisamos y para bajar del puesto hay que saltar hasta el nivel de calle y después lo mismo hacia la playa, porque nos quedamos sin escalera”, explica Pirona, que cubre una suplencia en 64 y playa.
Otro colega, a la altura de calle 58, tiene el puesto sobre suelo firme y confirma que el mar dejó huellas profundas sobre esas playas. “Se llevó más de un metro de arena, y eso es muchísimo”, dijo sobre el impacto del mar. Entre las pérdidas de esta última marea alta anota instalaciones de una escuela de surf y también de un balneario.
No hay demasiados antecedentes en la costa bonaerense de una convivencia tan próxima entre primera línea de viviendas y el mar. Daniel Prades, secretario de Planeamiento, Infraestructura y Medio Ambiente de La Costa, asegura que este problema “es de fondo y de vieja data” que reconoce como de mayor magnitud en Mar del Tuyú y Las Toninas, donde asegura que tuvieron un origen “bastante anárquico en la integración de la propuesta urbano y medioambiente”.
“No guardaron distancias mínimas entre línea de ribera y la primera línea de manzana o costanera”, afirma el funcionario a LA NACION sobre loteos que, a mediados del siglo pasado, se hacían desde Capital Federal y sin demasiada cercanía física con el escenario que, poco a poco, entraría en conflicto.
En el caso de Mar del Tuyú tuvo un crecimiento importante en la década del 90 y esa primera línea de mar fue la preferida de los inversores, en su mayoría con unidades unifamiliares para uso propio o alquiler. Pero no tomaron en cuenta las características geográficas del lugar, donde la sudestada ingresa fuerte y no tarda en llegar a las primeras construcciones.
La dinámica del océano y, en algún momento, una extracción indiscriminada de arena para su uso en la construcción confabularon para esta realidad de amenaza que enfrentan esas casas con vista privilegiada y acceso directo al mar.
“Hoy se busca proteger y en Mar del Tuyú esas primeras manzanas están interdictas, por lo que no se puede construir ni agregar ampliaciones”, aclaró Prades. También hubo en algún momento un proyecto de expropiación que se elevó a nivel provincial y nunca prosperó.
Por lo pronto, señaló Prades, hay un relevamiento en marcha para determinar estado de situación de esas propiedades, aquí y en otras localidades del partido de La Costa donde se repite el problema. Y a partir de esos datos evaluar alternativas de solución, algunas de las cuales se escucharán el mes próximo, cuando se organice un encuentro con especialistas en defensa costera. “La idea es aplicar soluciones amigables con la naturaleza y no de confrontación plena”, dijo a LA NACION.
Algunas de las alternativas posibles tienen que ver con elementos que contribuyan a menguar la energía del mar. Ya se hicieron algunos gaviones, que son extensiones de piedra sobre tierra firme que permiten retener y recuperar arena. También se analizarán escolleras tradicionales o también tubos geotextiles, submarinos y también efectivos.
El geólogo Federico Isla presentó el año pasado un informe de impacto ambiental sobre el Partido de la Costa donde detectan “intensos ritmos de erosión costera, superior a 1,3 m/año” y con Mar del Tuyú, Las Toninas y Santa Teresita como sectores “más erosivos” de distrito. Y en el marco de un proyecto de recuperación costera evaluó la posibilidad de un repoblamiento de arenas en las áreas más críticas, mecanismo que se podría llevar a cabo con transporte desde extremos de este frente marítimo hacia las zonas que tienen demanda. “Una ley de manejo integral de costas es sumamente necesaria”, advirtió sobre lo importante que sería contar con normativa que permita preservar estas y otras playas.
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