Mar del Plata: los cuatro posibles destinos donde podría funcionar la resistida Zona Roja
El proyecto del oficialismo, que comanda el intendente Guillermo Montenegro, fue aprobado la semana pasada, pero aún no se definió la nueva locación
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MAR DEL PLATA.— No hay confirmación alguna pero por la zona Sur ya están con la guardia alta entre carteles, protestas y promesas de piquetes. Juntan firmas en el otro extremo, donde el vecindario se alborota con rumores de ser otro destino posible. El municipio aún no ha dado una sola pista concreta y en distintos puntos de la ciudad brotan focos de resistencia a adoptar la denominada Zona Roja, única área geográfica con ubicación a determinar donde estará autorizado el ejercicio de prostitución en la vía pública.
Poco más de un mes les queda a las autoridades para esta definición que tiene demasiadas oposiciones y todavía muchos cabos sueltos para su posible implementación. Por un lado, en la política, con bancadas que en el Concejo Deliberante votaron por la negativa ante la propuesta del oficialismo que ganó la compulsa con lo justo. Pero también la de los barrios y, por cierto, de un importante grupo de la comunidad a la que se cree beneficiar con estos cambios para que ejerzan su actividad más alejados de los frentistas y con algunas ayudas en seguridad, salud y educación a cargo del Estado.
Mientras tanto los vestidos escotados, las medias de red y minifaldas que dejan ver más de lo habitual abundan en cercanías de la ex terminal de ómnibus, a no más de 500 metros de la rambla Bristol. Es el actual escenario al que el mercado de venta de sexo a cielo abierto se mudó en estos últimos dos años, siempre teñido de gritos, periódicos incidentes y la sombra omnipresente del narcomenudeo tras los pasos de esos brillosos tacos altos.
El origen histórico de la Zona Roja marplatense fue en La Perla. Durante las últimas dos décadas y siempre en penumbras, había recalado sobre un largo tramo de la Avenida Luro, desde cercanías de la actual estación ferroautomotora —a unos 1500 metros del palacio comunal— hasta el extremo de los galpones de cargas y molinos abandonados, a no más de seis cuadras de la intersección con Avenida Champagnat, donde al mismo tiempo había crecido el rubro con fuerte prevalencia de travestis y transexuales, con servicios dentro de autos, en algún baldío o en veredas, apenas amparados por las sombras de la noche.
“Definir y mudar la Zona Roja no solo es una cuestión de seguridad, sino que es sacar esa actividad de zonas residenciales y darle herramientas a la justicia y policía para que puedan actuar”, insiste el intendente local, Guillermo Montenegro, que jugó esta cruzada y encontró con sus concejales la mayoría necesaria para aprobar su proyecto. No solo delimitará una zona para el ejercicio de la prostitución sino que establece que el sitio elegido deberá estar bien alejado de frentistas para no molestarlos ni perjudicarlos. Además fija multas y sanciones para quienes incumplan la norma, ítem este último que disparó las principales críticas de los opositores.
Destino incierto
¿Y entonces a dónde irá a parar la Zona Roja? Que quede claro: todos son rumores. Sonó por ahí Avenida Centeno, continuidad de Avenida Independencia en cercanías del Cementerio Parque y paso previo al Camino Viejo a Miramar. Un grupo de las trabajadoras pretendería que les mantengan el lugar sobre Avenida Luro, donde la prostitución ya supo andar y algo todavía, más cerca de la zona de molinos harineros. Quizá pueda ser un sector de la ruta 88, en el acceso a la ciudad, donde predomina la actividad industrial. O tal vez sobre el inicio de ruta 11, cercano a Parque Camet, quizás en tramos donde solo hay espacio verde y acantilado.
Apenas se menciona cualquiera de estos puntos estalla la reacción de los vecinos, que no quieren convivir con la venta de sexo y sus periféricos rayanos con el delito. Ni los conforma que la ordenanza sancionada contemple que el escenario elegido deberá contar con cámaras de seguridad, iluminación, mantenimiento adecuado, sanitarios a disposición y refugios.
Francisco Lobadino es ahora presidente del reciente Foro de Seguridad en Barrio Don Bosco, fruto del encuentro de vecinos que durante más de tres años se movilizaron para protestar y reclamar la erradicación de la prostitución sobre el mencionado tramo de Avenida Luro. En parte lo lograron. “Todavía queda algo de aquello, pero hicimos mucho para que las cosas cambien”, dijo a LA NACION sobre la notoria reducción de la venta de sexo y algo más en esa zona de la ciudad.
Fuentes del municipio advirtieron a LA NACION que no necesariamente tiene que haber una única Zona Roja en la ciudad. Podría haber más de una pero siempre con estricto respeto y cumplimiento de las condiciones fijadas en la ordenanza.
Los vecinos de los barrios Santa Celina, Don Diego, Las Canteras, Lomas del Golf y SOIP, en la zona Sur, ya acumulan dos manifestaciones en la vía pública en poco más de 72 horas. “Si eligen este lugar cortaremos el paso de los camiones de la basura, no queremos acá la Zona Roja”, anticipó la vecina Lidia Berón, para mostrar su carta fuerte dado que allí cruza el transporte de cargas hacia el predio de disposición final de residuos.
“Somos un barrio en crecimiento, hace seis años éramos 450 familias y hoy muchas más que mandamos chicos a escuelas de esta zona y no queremos convivir con la prostitución”, dijo Berón a LA NACION. Es una zona también reconocida desde hace décadas por la oferta de hoteles alojamiento. “Solo quedan dos, no creo que tenga que ver con eso la posible elección de esta zona”, destacó.
Pocas opciones, más rechazos
“La actividad (…) no podrá llevarse a cabo en lugares en los que hubiere vecinos frentistas con residencia domiciliaria”, sentencia la flamante normativa y abre un enorme desafío. Un mapa sobre el que trabaja el Ejecutivo municipal pinta de rojo casi todo el distrito para identificar dónde hay viviendas y salpica de muy pocos verdes las áreas donde solo abundan locales o decididamente descampados. Sobre estos últimos habrá que elegir.
“Definir en qué lugar instalar la Zona Roja no es la solución sino que apenas es mover el mismo problema de siempre de un barrio a otro”, dijo a LA NACION Cecilia González, miembro del Movimiento Mujeres y Diversidad, que no solo rechaza esta normativa sino que pide a Montenegro que la vete. “Convierte al Estado en proxeneta diciendo dónde sí se puede vender, dónde no y criminalizando, sancionando con multas y arrestos”, remarcó.
Es que de acuerdo al proyecto aprobado, la Secretaría de Seguridad municipal es el organismo que debe controlar su cumplimiento. A quien ejerza la prostitución en lugares y horarios no autorizados le corresponderá multas de 1000 a 5000 unidades fijas (monto por unidad a determinar) y arresto desde cinco hasta 30 días.
Por otro lado establece la creación del Programa Reparar, con registro voluntario de quienes ejercen la prostitución para su seguimiento y posibilidades de asistencia, inclusión educativa y espacios de contención. Y el dispositivo de nocturnidad Farola para atención, vigilancia y ayuda a quienes están en la actividad.
“Somos abolicionistas, no queremos Zona Roja y para las compañeras en situación de prostitución pedimos que el municipio cumpla con el cupo trans que se votó en 2017 y se las capacite laboralmente porque hemos sido expulsadas del sistema”, insiste González. Habla de su historia personal y de las dificultades para tener oportunidades de trabajo. “Yo pude terminar el secundario a los 42 años”, resaltó.
La definición de la Zona Roja, más allá de ser ahora una potestad del Ejecutivo municipal, tendrá un previo espacio de coincidencia de distintos sectores. Una mesa de trabajo en el ámbito de la Secretaría de Seguridad para escuchar, atender y resolver.
“Nadie nos ha dicho de manera oficial que Parque Camet y alrededores puede ser una opción para Zona Roja, pero ya deben tener claro que no somos opción y no queremos convivir con esa actividad porque somos barrios de familia y trabajo”, aclaró Osvaldo Sosa, miembros de la denominada Mesa de Trabajo Ruta 11 Norte que agrupa a vecinos de ese extremo de la ciudad.
“Allí donde señalen con el dedo un punto elegido va a brotar el rechazo de los que vivamos cerca porque no es solo prostitución sino por sobre todo droga”, coincidieron otros vecinalistas consultados por LA NACION. Uno de ellos exageró así para dimensionar la ausencia de opciones posibles y potables en la ciudad: “La Zona Roja la van a tener que llevar a Marte o a Júpiter”.
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