MAR DEL PLATA. La definen como la peor de todas. Coinciden sin dudas ni eufemismos. A esta altura, con pocas expectativas hacia lo que queda por delante y en medio de un escenario más que preocupante por la escasez de turistas, entre los prestadores de servicios y los comerciantes hay dosis iguales de preocupación y resignación ante los magros resultados y mucho más por cómo sobrevivirán a esta temporada arruinada por la pandemia del nuevo coronavirus.
"En el verano de la crisis de 2001 la gente venía con tarjeta de crédito, bonos, ticket canasta... Esto que estamos viviendo es mucho peor que aquello, que, por cierto, fue muy malo", dice a LA NACIÓN Néstor Oscar Gonnet, experimentado operador del rubro inmobiliario que domina buena parte de los alquileres de temporada en la zona céntrica.
Ni siquiera los precios a la baja, que repitieron en muchos casos los valores de los contratos logrados el año pasado, alcanzaron para incentivar el arribo de visitantes espantados por el coronavirus.
El sector inmobiliario acusa una ocupación no superior al 40% de las plazas disponibles, con ese impacto económico adicional de ajustar el mínimo o nada los valores, porque podía significar perder en la disputa de la flaca oferta de clientes que llegan.
La hotelería la pasó todavía algo peor. Desde el sector sostienen que entre semana tuvieron huéspedes en el 20% al 25% de sus habitaciones. El pico de ocupación apenas logró superar el 40% y se dio de viernes a domingo. Hasta las playas tienen distancia social garantizada: salvo excepciones, sobra arena y faltan cuerpos al sol.
En el rubro del espectáculo se dio una propuesta y presencia simbólica frente a un verano que se anticipaba con pérdidas a cualquiera que intentara levantar un telón. Hace horas se acaba de confirmar el levantamiento de la obra Los cuatro fantásticos, que sigue hasta el fin de semana en el teatro Atlas. "Teníamos días de 50 y otros de 10 entradas", contó Jorge "Carna" Crivelli, uno de los protagonistas, sobre una sala que, por aforo, solo tenía 180 butacas a la venta. Es decir, el 30% de la capacidad total.
Y la gastronomía es un lamento, porque la cantidad de cubiertos/día está lejos de veranos anteriores. Hablan de 50% a 60% menos de ventas. También es lógico: aunque no hay números oficiales, se estima que Mar del Plata recibió a esta fecha menos de la mitad de los turistas que anduvieron por aquí en la misma época de enero último. Y por si fuera poco, las restricciones horarias: desde el lunes pasado, por decisión del gobierno provincial, deben cerrar a la 1 y, en el caso de los bares, se pierden más de dos horas de clientes y de facturación durante las madrugadas.
Ni una a favor
La consulta de LA NACIÓN a los directivos de las cámaras de los distintos sectores o a los propios comerciantes de manera directa deriva en un lamento común por una concatenación de adversidades que se dio desde el inicio de esta temporada.
La pandemia condicionó todo. El riesgo de contagios es general y parte de la costa atlántica, en particular Mar del Plata, quedó expuesta por momentos por su propia suba de casos. Así, por ejemplo, se perdió de un plumazo una buena porción de los turistas que tienen casi 60 años o más. Una franja a la que se le reconoce protagonismo fuerte en rubros como restaurantes y teatros y que hoy forma parte de la población de riesgo. La contracara, los jóvenes: para bien y para mal dijeron presente. Por un lado activaron las cajas de bares y cervecerías. Por otro, se mostraron poco afectos a los protocolos, fueron protagonistas de fiestas clandestinas y se los señala como motor de contagios.
Sin embargo, los operadores señalan otras complicaciones que parecían evitables. Apuntan a los problemas de comunicación oficial, que generaron confusión y dudas entre los potenciales viajeros, como, por ejemplo, las restricciones, dificultades y demoras para autorizar salidas desde una provincia a otra. También suman la gestión de permisos y aplicaciones. Y las versiones, en modo fake news, pero con la fuerza de un mensaje viral que anticipaban un temprano fin de temporada por la suba de contagios. "El 15 cierran todo", retumbó aquí y allá por redes y en cada comentario. Armar las valijas en ese contexto fue, entonces, un acto de fe.
Gonnet reconoce que tiene clientela que desde diciembre llama para ver cómo está todo y definir el viaje según la respuesta que se reciba. "La gente se cuida mucho, tiene miedo no solo de venir para acá, sino a andar fuera en su lugar de origen", dijo a LA NACIÓN. Alquiló en su mayoría por períodos de cuatro noches. De viernes a lunes fue lo más solicitado. "Casi no hubo aumentos en los precios de alquileres con respecto al año pasado y ni siquiera así funcionó", concluyó.
Eduardo Palena, responsable de Hotel & Spa República, reconoció que sabían de antemano que la temporada sería muy difícil y complicada. "Teníamos expectativas mínimas, pero fue peor de lo esperado", explicó a LA NACIÓN. Recordó que previo a diciembre, cuando se reanudó la actividad turística, confiaban en que trabajarían al 50% de capacidad y que alcanzaría para las deudas acumuladas durante nueve meses que permanecieron cerrados. "Por cómo se está dando no vamos a cubrir los costos y si no hay ayuda, si no vuelven los ATP, después del verano varios hoteles van a quedar en el camino", anticipó.
Su colega Jesús Osorno, vicepresidente de la Asociación Empresaria Hotelera Gastronómica y al frente del hotel Tronador, coincidió en que se vive la peor de todas las temporadas. "Pero por lejos", dijo a LA NACIÓN como para que no quede margen a la duda. También comparó con aquella de 2001/2002. "Duros fueron aquellos primeros días, pero después el que pudo sacar plata se vino de viaje, o tarjeteó o aprovechó los dólares si pudo retirar y se vino a descansar", explicó.
La segunda quincena, que comienza este fin de semana, es otra incógnita. En el rubro hotelero las reservas a partir de mañana apenas superan el 25%, no hay grandes eventos a la vista y la mayor expectativa está puesta en un shock de sol y calor en el área metropolitana de Buenos Aires (AMBA) que ayude a generar una estampida de turistas rumbo a las playas más cercanas.
Por lo pronto la cuestión climática no para de dar la espalda. Enero tuvo muy pocos días de pleno sol por aquí. El viento fue una constante y la lluvia, una visitante frecuente, y regresará este fin de semana, justo con un cambio de quincena que debería habilitar una nueva y mayor ola de turistas. El clima no acompaña. Y la temporada no remonta.
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