Manuelita Rosas: una nueva biografía arroja luz sobre aspectos desconocidos de la hija del Restaurador
La hija de Juan Manuel de Rosas intercedía ante su padre para salvar la vida de los unitarios, sus enemigos políticos, de acuerdo a las cartas a las que tuvo acceso el historiador Miguel Ángel de Marco
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El historiador Miguel Ángel de Marco, expresidente de la Asociación Argentina de Historia y autor de biografías de San Martín, Manuel Belgrano, Bartolomé Mitre y Miguel de Güemes, entre muchos otros personajes de la historia del país, acaba de publicar el libro Manuelita (Emecé), en el que revela aspectos desconocidos hasta ahora de la hija del Restaurador Juan Manuel de Rosas, quien gobernó con mano de hierro Buenos Aires entre 1829 y 1832 y entre 1835 y 1852.
Muy popular en su época, tanto entre las clases bajas como entre la alta sociedad federal, Manuelita colaboraba durante largas horas con las tareas diarias de su padres, sobre todo tras la muerte de su madre, Encarnación Ezcurra. La hija de Rosas solía interceder por los unitarios perseguidos ante el Restaurador para que salvaran su vida o pudieran quedarse en Buenos Aires, aunque no siempre obtenía resultados. Luego de la derrota de Rosas a manos de Urquiza en Caseros, Manuelita acompañó a Rosas en su exilio en Inglaterra.
Entrevista
¿Por qué eligió escribir una biografía sobre Manuelita y no directamente sobre Rosas?
La de Rosas es una figura tratada por una cantidad muy grande de autores, de distintas corrientes, en distintas épocas. Incluso recientemente han aparecido algunos libros sobre Rosas y me pareció que podía ser interesante trabajar sobre su hija. En realidad esto fue en cierta medida una casualidad. Estábamos un poco dudosos con el editor, que entonces era Alberto Díaz, sobre si yo iba a hacer una nueva biografía o no y cuando quedamos de acuerdo en que sí, yo le dije “¿qué te parece Manuelita?”. Fue una cosa que surgió de una manera espontánea en mí, evidentemente sabiendo que me iba a costar trabajo, porque en la Argentina las biografías de mujeres cuestan en el sentido de que no hay tanta documentación como hubiera sido el caso de Rosas o de otros personajes de la historia. Esa fue la razón. Y porque me resultaba, desde cuando uno era joven y leía Amalia en la escuela secundaria, un personaje interesante y digno de profundizar.
Ya en el prólogo usted dice que es en vano relacionarla con la militancia feminista actual. ¿Por qué piensa que no hay vinculo?
Ella no levantó -porque era de otra época obviamente y la mujer tenía otro rol en la sociedad- ninguna de las banderas que levanta el feminismo hoy. En cambio, una de las nueras de ella (casada con su hijo Manuel), Janie Bedell, fue una activista muy importante en Inglaterra, inclusive hasta tuvo que soportar prisión. Manuelita y su esposo sabían que ella tenía ideas sufragistas. Tenía una ideología cercana al feminismo, levantaba banderas muy de avanzada. Hoy en día es considerada en Inglaterra como una de las fundadoras del feminismo y le rinden homenaje.
Manuelita en realidad en el fondo era bastante tradicionalista. Hay una carta que yo cito en mi libro en la que a una de sus amigas le dice que sus dos nueras no son de la religión católica y que eso realmente a ella le preocupa, que ojalá que alguna vez se hagan partícipes de la religión de sus hijos. La esposa del hijo mayor era protestante y del menor, Rodrigo, era rusa, católica ortodoxa, Ina Michalovski.
Y porque en realidad ella no se involucró, no podía, no había ningún movimiento que reivindicase la mujer. Era una mujer de su época y hay que considerarla así.
¿Cómo es que Rosas adopta a un hijo de Belgrano?
Bueno, hay distintas versiones al respecto. Y yo como historiador no quiero adherir a suposiciones que no tienen una firmeza documental. Se dice que porque una cuñada de Rosas había tenido amores con Belgrano y de esos amores había nacido Pedro Rosas y Belgrano y el matrimonio lo adoptó de inmediato. Esa versión corrió mucho en la época, pero no quedó documentada. Tampoco se sabe en qué forma se produjo, en qué momento exacto se produjo la adopción, pero fue casi inmediato el nacimiento de Pedro Rosas.
Y Belgrano muere al poco tiempo...
Belgrano muere en el año 20, claro. Pedro Rosas originariamente utilizó solamente el apellido Rosas, pero después, con la aquiescencia de Rosas, le agregó el Belgrano. Cuando me puse a leer las cartas entre Pedro Rosas y Juan Manuel de Rosas con el objeto de hacer el libro sobre Manuelita se ve el grado de afecto que tenían, no solamente Rosas por su hijo adoptivo, sino Manuelita también.
La relación entre Manuelita y Pedro Rosas era muy estrecha, no había diferencias, era unos más de los hermanos. En cambio, años más tarde, Rosas, después de la muerte de su mujer, empieza a tener relaciones con una persona agregada a la familia. Y de esa relación nacen hermanos de Manuelita, muchos menores. Y con ellos tiene una relación muy distante, casi inexistente. Pero con este hombre fue muy, muy estrecha.
¿Cómo fue la infancia de Manuelita? ¿A qué jugaba? ¿Con quién pasaba su tiempo?
Bueno, en realidad la infancia de ella fue no diferente a la de casi todos los chicos de su tiempo, con sus amiguitas de otras familias de la sociedad porteña, estaba mucho tiempo con sus tías, algunas veces con sus abuelos, que ya eran grandes, tanto los Ortiz de Rozas como los Ezcurra, y poco con la madre y el padre. Porque Rosas entró en la actividad política bastante joven, con los sucesos del año 20, y a posteriori, bueno, ya fue una figura notable.
Encarnación era una mujer de mucha fibra y muy política, el sostén de Rosas. El matrimonio se llevaba bien y tenía objetivos en ese sentido, pero los hijos quedaron un poco en manos de terceros. Después, con una cierta ironía de la vida, Manuelita se tuvo que hacer cargo de una manera completa de su padre.
Manuelita pasaba mucho tiempo en el campo, era una amazona de primera y en el exilio cabalgaba de manera habitual. Incluso yo cito ahí un episodio cuando Buffalo Bill, el famoso explorador y artista circense norteamericano va a Inglaterra con hombres de a caballo, entre ellos algunos gauchos. Y ella se entera y los recibe y les pregunta si alguno estuvo en la estancia de su padre. Ninguno había estado por ahí, pero bueno, eran gauchos duchos en las cosas del campo y a ella le encantó, porque pudo hablar un lenguaje de igual a igual.
¿No tuvo educación formal?
No, porque en esa época la educación formal para las mujeres prácticamente no existía. Es notable, porque ella fue fortaleciendo su carácter. Uno ve las cartas de cuando era chica, muy jovencita -que las donó justamente su nuera, la activista- tenía una letra muy vacilante y un discurso muy liviano, pero a medida que pasa el tiempo la prosa va teniendo mucha más firmeza y la letra también. Tenía un carácter muy fuerte. Después del exilio toda la correspondencia de ella ya es de una persona que escribe bien. No le voy a decir que era como Mariquita Sánchez de Thompson, que era mucho más lectora
¿Cómo se forjó esa relación que tenía ella con las clases populares, que iba a los bailes de los negros?
Eso se da justamente cuando Encarnación Ezcurra empieza a flaquear por su enfermedad, una enfermedad incurable en aquella época, absolutamente inoperable, un cáncer de útero. Eso yo lo pude detectar de una manera indirecta, a través de la medicación o de los paliativos que usaban. Me puse a averiguar porque adquirían grandes cantidades de lino. Y entonces, por amigos que son historiadores de la medicina, llegué a esa conclusión. En esa época se sabía la enfermedad, pero muy vagamente. Tenga en cuenta que la medicina del siglo XIX era muy precaria y la gente se moría de una manera espantosa porque no había industrias farmacéuticas ni cosas que se parezcan.
Pero volviendo a los bailes... originariamente a veces acompañaba a los padres a estas fiestas porque los negros eran un factor muy importante en la política de la época. Y sobre todo, Encarnación contaba con ellos, no solamente como un elemento para manifestarse y demás, sino también porque le servían para ciertas tareas de espionaje, como diríamos ahora, en las casas de los opositores.
Tenían una fuente de información a través de los negros muy importante. Y los negros en la sociedad porteña, como no eran tratados con la crudeza de los Estados Unidos o de otras partes del mundo, sino que al final terminaban siendo como miembros de la familia, recibían el nombre y el apellido. Todavía había esclavos, pero ya había libertad de vientres. Eran los que habían quedado y que quedaron libres en general después de la Constitución del 53.
A estas fiestas populares no era común que fuera alguien de la alta sociedad hasta que Rosas asume el gobierno. Iban Rosas, Encarnación y Manuelita, porque el hermano de Manuelita, Juan Bautista Ortiz de Rozas, era un hombre de campo, no le interesaba y además supongo que no querría mezclarse, tener contacto con su padre, ni hacer política.
Cuando muere Encarnación, Rosas confía en Manuelita para que participe en ese tipo de reuniones. Rosas era popular entre los gauchos, entre las clases populares y entre los negros. Y también entre la gente de su propia clase social, entre los federales, por conveniencia, por afición política o por lo que fuera. Es decir, no era un hombre que por estar cerca de las clases populares estaba alejado de su propia clase social, sino que formaba parte de ella. Los tenía todos un poco aprestados, pero bueno.
¿A la muerte de Encarnación Manuelita asume el rol de primera dama?
Era una especie de, sí, hoy la llamaríamos primera dama. Lo que pasa es que en realidad ella evidentemente era una persona de buen corazón. Así la pinta la literatura e incluso los adversarios de Rosas. Por eso se le atribuye, y en gran parte es cierto, que ella muchas veces lograba que el padre conmutara penas cuando no era un caso muy serio como el de Camila O’Gorman (la mujer fusilada por tener un romance con el sacerdote Ladislao Gutiérrez).
Pero ella se empeñaba en conseguir que algún adversario de Rosas, por ejemplo, pudiera quedarse en Buenos Aires o que se le perdonase la vida o tantas cosas en esa época donde todos eran crueles. Porque no eran solamente los federales, era un mundo cruel y nuestra realidad americana y argentina también. Entonces, en ese contexto, una persona con cierto poder, como era ella, un poder espiritual, más que nada frente a su padre, que pudiera conseguir el perdón de la gente, habla muy bien de ella. Pero también él conseguía que ella tuviese un buen contacto social con los extranjeros que tenían bastante que ver en la época, sobre todo de los bloqueos franceses e ingleses.
Manuelita era tenida en cuenta por casi todos los oficiales de las dos marinas y era una persona digna de respeto y ellos la frecuentaban mucho. Es decir, era un elemento diplomático sin título. Felipe Arana era el canciller y ella nunca se atribuyó esa condición, pero de hecho para muchas cosas tenía poder para intervenir.
Era popular entre la gente y cumplía funciones diplomáticas o de alta política. También era una persona que amalgamaba a la juventud federal. Los que se habían quedado en Buenos Aires eran todos federales y si no lo eran se cuidaban muy bien de decirlo. Y entonces ella también a través de esas tertulias permanentes que hacía, tal vez sin proponérselo o sin tener pensado que iba a obtener determinados fines, hacía política.
También mantenía correspondencia con algunos personajes del ejército, dándoles indicaciones de su padre. Ella fue asumiendo ese papel y después incluso cambió los horarios para adaptarse al de Rosas. Eso se lo dice Rosas a Anchorena, “esta pobre Manuelita que ha cambiado su horario porque yo me acuesto tarde y entonces está todo el tiempo pendiente de mí”.
Por lo que usted marca en el libro, Rosas estaba todo el tiempo respondiendo cartas y dedicaba muchas horas a trabajar.
Claro, era un hombre muy minucioso, que no cedía la conducción del Estado a sus ministros, a la gente que lo rodeaba. Entonces era un poco como Felipe II en España, estaba al tanto hasta de proveer el nombramiento de un sereno porque él quería tener todo en su mano y eso le demandaba un gran tiempo. Y Manuelita lo acompañaba, velaba por que él estuviese atendido, le llevaría mate a la noche, es decir, varió sus horario y dormía muy poco, porque a la vez después tenía que recibir a todo ese mundo de gente para la que Rosas no tenía tiempo. Animaba la corte de Palermo con visitantes extranjeros y gobernadores de provincias. Después si había un acto o se botaba un barco de la escuadrilla de Brown, ahí iba Manuelita como madrina y todo ese tipo de actividades la tenían constantemente en actividad.
¿Por qué Rosas se opuso al principio al matrimonio con Máximo Terrero, si era amigo del padre?
Se oponía porque él era un hombre despótico en sus afectos. Entonces quería que Manuelita estuviese al absoluto arbitrio de él, al absoluto servicio. La prueba está en que a Terrero recién hacia el año 1849-50, le dieron un puesto en Palermo, un poco como para tenerlo más cerca de Manuelita, para que se vieran. Entonces, en la sociedad de aquella época hablaban de una especie de noviazgo eterno. Porque ellos desde chicos eran, no sé si novios, pero a Manuelita le gustaba, tenían una relación. Lamentablemente no hay una correspondencia entre ellos, o no ha quedado si hubo, pero no hay una sola carta de la etapa juvenil en que se viera que existía esa relación.
Pero hay una serie de testimonios de que, desde bastante jóvenes, y a pesar de que ella recibía todo tipo de peticiones de mano, entre los de acá (como Bernardo de Irigoyen) y también algunos de los oficiales extranjeros, incluso Lord Howden (ministro británico en Brasil), que cuando viene acá se enamora perdidamente, y le declara su amor y ella dice «No, mi corazón está comprometido», y estaba comprometido con Terrero.
Ella soportó esa situación. Yo pienso, pero obviamente el historiador tiene que dejar escrito lo que puede comprobar, que tal vez ella quería salvaguardar un poco la integridad de Terrero, por si acaso, ¿no? Porque Rosas lo distinguía, era el hijo de uno de sus amigos, pero a la vez no quería que Manolita formalizase, se casase porque él necesitaba que estuviera a su lado.
Ella recién rompe con eso, y rompe de una manera abrupta, cuando llegan a Inglaterra exiliados, y dicen «Bueno, basta». Ya era una mujer grande para la época (tenía 35 años). En el certificado de casamiento que yo cito, ella figura como “solterona”.
¿Dice “solterona”?
Sí, porque para la época una mujer que tenía más de 30 años era una solterona, aún en Europa. Ellos se casan en 0ctubre de 1852 en Inglaterra y Rosas no solo no quiere concurrir al matrimonio, sino que le dice que ya no quiere que vivan bajo el mismo techo y adopta una postura muy, muy dura. Después, obviamente, se ablanda, porque ella, a pesar de todo, se queda con Rosas, es la que lo cuida. Terrero admiraba a Rosas, lo apoyó siempre. A veces Rosas, con su carácter un poco duro, se molestaba con que sus nietos estuvieran, otras no, pero quiero decir que ella procuró siempre procuró que no se rompiera el vínculo. Y la prueba está en que ella podría haber vuelto a la Argentina, como volvió su hermano al poco tiempo de caído Rosas. El gran condenado para la generación que había sufrido la dictadura era Rosas. Y ella mantenía con todos una buena relación, incluso después cuando ella era más grande, con Roca, con otros personajes de la época.
Su marido estuvo acá mucho tiempo para tratar de que le devolvieran los bienes y ella prefirió quedarse en Inglaterra. De todas maneras, uno se da cuenta que ella estaba al tanto de todas las cosas de acá, Tenía mucha correspondencia, en la que defiende a su padre en lo humano y en cuanto al gobierno, en lo político. Lo que ella quería era reivindicar al padre. Por eso que cuando el historiador Adolfo Saldías, que surge del ala liberal, encara la historia de la Confederación Argentina y la tarea de reivindicar algunos aspectos de Rosas, ella pone el archivo de Rosas a su disposición, incluso se lo presta a Saldías, para que se lo traiga a Buenos Aires, fue la gran promotora. Y cuando Rosas muere, ella ya le dice, no, yo no voy a volver a la Argentina, yo me quedo acá y acá seré enterrada y sería mi deseo que también sean enterrados Máximo y mis hijos en esta tierra donde queda mi padre.
Después Menem trajo los restos.
Claro, Menem trajo los restos de Rosas. Se hizo acá toda una gran celebración para traerlo. Me parece que estuvo bien. Acá tenemos la costumbre de pelear en torno a los sepulcros, es una cosa terrible. Me parece muy bien que ningún argentino esté fuera de su tierra. Pero Manuelita, Terrero y sus hijos quedaron allá. Y no sé si ella... nadie puede saber si a ella le hubiese gustado volver.
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