Hay espacios espacios gastronómicos en Villa Ocampo, Villa Santa Paula y Villa Normandy
MAR DEL PLATA.- Patrimonio histórico, arquitectura de estilo y… un café. Quizás un desayuno ayurvédico. O por qué no un cóctel con gin bien marplatense desde que empieza a caer el sol. El maridaje entre mansiones históricas protegidas y delicada gastronomía es una combinación ideal para dar forma a propuestas renovadas que encuentran desde esta temporada y con mucho turismo una oportunidad a para su presentación en sociedad.
Con el guiño del municipio y de organizaciones conservacionistas llegan inversiones privadas sobre espacios que complementan la emblemática Villa Victoria, que es propiedad de la municipalidad; la Villa Normandy y Villa Santa Paula, ambas en manos de empresas. Todas están protegidas por su valor histórico, arquitectónico y cultural. La muy buena recepción de estas iniciativas anticipa que, a corto plazo, se podrían sumar a la tendencia algunas otras de estas casonas que datan de inicios del siglo XX.
En la que fue la casa de veraneo de Victoria Ocampo, en Matheu y Lamadrid, los platos y pocillos ganaron lugar en el parque de la vivienda de caseros, reservada ahora para la cocina y la preparación del menú, que abarca desde desayunos hasta pizzas. En el chalet de Colón y Viamonte el servicio se da en lo que alguna vez fue el garaje, con una propuesta saludable a nivel de vereda, y luego un restaurante en el subsuelo. Y en torno al que fue el chalet de Dardo Rocha, esquina de Lamadrid y Garay, hay dos ofertas que se reparten parte de los jardines, una más ligada a la cafetería y la otra más enfocada en comidas gourmet y en coctelería.
“La gastronomía, que es un patrimonio intangible, es una gran puerta de entrada para acceder y conocer los espacios culturales y permitir disfrutarlos de otra manera”, afirma a LA NACIÓN la arquitecta Graciela Di Iorio, exdirectora de Casa sobre el Arroyo y especialista en patrimonio arquitectónico que valoró el resultado positivo de estos emprendimientos.
Villa Victoria, que data de 1912, a partir del ensamble de las piezas que en su totalidad hizo traer desde Inglaterra el padre de la escritora, hace tiempo que había reservado una de las dependencias y parte de las galerías de planta baja para servir algunas meriendas y repostería sencilla. Ahora, la oferta para deleitarse con sabores se trasladó al parque lindero, a cielo abierto entre aromas a romero, lavanda y tilo, siempre con acceso gratuito para ese espacio.
Aunque se confunde con casa de huéspedes, ya que alguna vez y hace tiempo alojó a artistas invitados por el municipio, esta construcción que complementa la Villa Victoria hacia el sector de la calle Lamadrid era la residencia de los caseros y de allí surge el nombre comercial de estos días: Avelina, en memoria de Avelina Laguardia, que junto a Antonio Rubio fueron sus acompañantes históricos en esa residencia de veraneo.
“Habíamos planeado recuperar esa edificación y teníamos la recomendación de retirar el espacio gastronómico de la casa principal, que ahora se destinó a punto de venta de merchandising”, explicó Carlos Balmaceda, secretario de Cultura de la comuna.
Lo que comenzó como una licitación que resultó desierta se concretó con un proyecto público-privado. La obra de restauración, con proyecto de profesionales del municipio, se hizo con aportes de un inversor privado que se hizo cargo del espacio, que ahora ofrece atención a clientes solo en los jardines inmediatos, entre sombrillas y sillas de caña de las que utilizaron en sus orígenes los balnearios de estas playas.
Villa Santa Paula
Algo similar se da en torno a la casona en dos plantas de estilo pintoresquista que Rocha hizo construir para su esposa, Paula Arana Merino, que se supone que es una obra de Pedro Juan Benoit. La documentación recopilada deja dudas si fue él o si terminó lo que había iniciado su padre, Pedro, diseñador de las catedrales de La Plata y Mar del Plata e hijo de Pierre, un ingeniero francés. Se estima inaugurada en 1910 y, tras un proceso de deterioro, fue restaurada por su último propietario durante la última década.
Sus amplios parques en la esquina de Lamadrid y Garay habían sido ofrecidos para un proyecto de desarrollo de edificios de departamentos con la condición de preservar intacta la vivienda original. Donde se proyectaban esas construcciones de varios pisos de altura lucen ahora Ficus y Botánico, con espacios bien abiertos, intervenciones artísticas sobre mobiliario muy relacionado con la naturaleza y una vista que deja lucir la histórica construcción, actual sede de oficinas de una empresa de tecnología.
Gonzalo Moreno es uno de los socios que jugó esta apuesta grande y distinta que son Avelina, Ficus y Botánico. “Apuntamos a lugares declarados patrimonio para evitar que les den otro destino que los ponga en riesgo y, sin invadir su interior, aprovechar sus espacios verdes para desde ese lugar disfrutar el entorno y que la gente conozca mejor esas casas con historia, mientras disfruta una experiencia gastronómica y con estilo”, detalló a LA NACIÓN.
Villa Normandy
En las alturas de avenida Colón, justo en la esquina sudeste, Villa Normandy supo ser durante los últimos tiempos la sede departamental del Ministerio Público Fiscal del fuero federal y del Consulado Italiano. La familia Lorini Abraham, propietaria, vinculada al rubro inmobiliaria y responsable de reacondicionar lo que alguna vez fue el garaje para darle algún uso superador, escuchó la propuesta de Juan Pablo Citaddini para poner no una cafetería tradicional, sino algo bastante más fresco e innovador, con sabores naturales y buen aprovechamiento tanto del espacio cubierto como del patio interno y las veredas.
“Dispusimos una carta bien distinta a lo tradicional y cerca, pero distante del paseo comercial de Güemes, más tranquilo y siempre con espacio para estacionar los autos”, explicó a LA NACIÓN. El buen resultado de Bon Jus entusiasmó y abrió el camino a Angkor, nombre de un restaurante que él mismo creó y explotó en Mar del Plata hace 16 años y que ahora reabre en el subsuelo de la casona que proyectó Gastón Mallet y construyó Pedro Besozzi para Félix Deloir.
“En el restaurante se cocina en kamados, hornos asiáticos de piedra volcánica, y los platos van desde pulpo español a ojo de bife”, destaca Cittadini de un espacio de cuidada ambientación, con techo de ladrillos originales al igual que en Bon Jus.
Eduardo Agüero, presidente de la delegación distrital del Colegio de Arquitectos de la Provincia, valoró estos emprendimientos como “un aprovechamiento del bien patrimonial que, de la mano de la gastronomía, permite acceder a edificios históricos y en manos privados para apreciarlos desde otro ángulo y propuesta”. “Es un uso más virtuoso que cuando esas construcciones quedan como amenities de desarrollos que solo disfrutan sus propietarios”, dijo a LA NACIÓN.
Para el 10 de febrero próximo, aniversario de la fundación de Mar del Plata, se anuncia también un evento en los parques de Villa Mitre, a metros de Villa Victoria, donde funciona el Archivo Museo Histórico Municipal Roberto Barilli. Allí se espera la coincidencia de reconocidos chefs y cocina a los fuegos, al aire libre. Otro paso de la gastronomía para unir sabores y cultura, un vínculo que se afianza al rescate del patrimonio arquitectónico local.