Manía porteña: cambiarles a las calles el nombre
En las últimas dos décadas hubo 86 modificaciones
Hace un año, era Intendente Cantilo v. Ernesto “Che” Guevara. En 2003, dos acérrimos contrincantes: Sarmiento v. Rosas. En 1992, la avenida del Tejar le cedió el cartel a Ricardo Balbín, y la avenida del Trabajo, a Eva Perón.
La lista es extensa: en los últimos 20 años, 86 calles de la ciudad de Buenos Aires cambiaron su nomenclatura. El dato, que se desprende de un relevamiento del Instituto Histórico de la Ciudad, también contempla las arterias que fueron rebautizadas sólo en un tramo de toda su extensión. Y no incluye los 51 nombres de mujeres que, entre 1995 y 1997, recibieron las calles y los espacios verdes que hoy dan forma al barrio de Puerto Madero.
Tantos cambios en sólo dos décadas se oponen a una tendencia mundial mucho más conservadora, como sucede en otros países de América latina y de Europa, donde los nombres de las calles se han preservado hasta por siglos.
“Madrid, Roma o La Habana son algunos ejemplos. La conservación de la nomenclatura urbana es un componente básico de la identidad histórica y cultural de una ciudad. Y sostenerla más allá del tiempo y de las voluntades políticas también es un modo de respetar el sentido de pertenencia de todos sus habitantes”, opina la historiadora Lidia González, a cargo del Departamento de Investigación del Instituto Histórico de la Ciudad. "En la década del 80 se hicieron grandes modificaciones, pero afortunadamente las iniciativas fueron disminuyendo", agrega González.
Actualmente, el proyecto de ley que impulsa un legislador porteño para cambiar el nombre de la calle Arroyo por el de Juan Pablo II, abrió una vez más el debate. Pero más allá de las voluntades políticas, la mayoría de los vecinos se opone al cambio.
Según una encuesta realizada por LA NACION.com, donde votaron casi 15.000 personas en sólo siete días, el 61% de los vecinos se manifestó en contra de la iniciativa propuesta por el diputado Daniel Amoroso, que pertenece al bloque Juntos por Buenos Aires.
"No me opongo al homenaje a Juan Pablo II, pero las calles de un barrio forman parte del lugar de pertenencia de una persona, y cambiar sus nombres sólo genera confusión y hasta resulta un acto invasivo", dice Ana María Romera, una vecina del barrio de Belgrano que se resiste a mencionar con sus nuevas denominaciones a varias calles. "Mi madre vive en la avenida del Tejar [hoy Ricardo Balbín] y Congreso, y para ella Rivera y Roosevelt siguen siendo Bebedero y Guanacache", insiste.
Pero el rechazo de los porteños a este tipo de iniciativas no es ninguna novedad. Ya en 1926, por ejemplo, una nota publicada en LA NACION hacía referencia a las gestiones de una comisión de vecinos que luchaba por "el restablecimiento del nombre de la calle Ombú, que actualmente lleva el de Pasteur", relataba la crónica. Los reclamos no tuvieron éxito, y aunque Pasteur se instaló con fuerza entre los vecinos de Once, en otros casos no sucedió lo mismo.
Raúl Dimódica, porteño y taxista, asegura: "A pesar de que han pasado casi 20 años de aquellas ordenanzas, para muchos pasajeros Perón sigue siendo Cangallo; Scalabrini Ortiz, Canning, y Crisólogo Larralde, Republiquetas".
Leticia Maronese, miembro de la Comisión Permanente de Nomenclatura Urbana, explica: "En general, la gente tarda una generación en acostumbrarse a un nuevo nombre. Desde la comisión de Cultura [donde se estudian los proyectos a pedido de la Legislatura] siempre se desaconseja cualquier tipo de cambio".
Por eso, con el propósito de resguardar el Patrimonio Histórico, se estableció un orden de preferencia para las nuevas designaciones. "Lugares que carezcan de denominación, casos en los que la nomenclatura actual presente duplicaciones y nuevos espacios públicos -describe el diputado Jorge San Martino, presidente de la Comisión de Tránsito y Transporte-. Pero, lamentablemente, no hay la cantidad suficiente de nuevas obras de infraestructura para satisfacer la demanda."
A lo largo de la historia, la nomenclatura urbana sufrió distintas alteraciones según las épocas: "La primera renovación importante fue en 1808, cuando se homenajeó a los oficiales y militares que lucharon en las Invasiones Inglesas. Después, en 1822, cuando era presidente Bernardino Rivadavia. Los años 1893 y 1904 también fueron de grandes cambios, ya que por aquel entonces los pueblos de Flores y Belgrano se incorporaron a la ciudad, y muchos nombres se repetían", señala González.
Escritores y artistas
Según las estadísticas del Instituto Histórico de la Ciudad, de las casi 2200 calles y 300 espacios verdes que hay en Buenos Aires, alrededor de 400 arterias y plazas llevan el nombre de artistas y escritores argentinos. Julio Cortázar, Jorge Luis Borges, Roberto Arlt, Carlos Gardel y Aníbal Troilo, entre muchos otros, son recordados en distintos puntos del trazado porteño.
"Es una tendencia que se afianzó en los últimos 15 años", detalla González. Aunque las mujeres también ganaron protagonismo en esta última década, "ya que hasta 1995 sólo había 24 calles con nombre de mujer", recuerda Maronese.
Es cierto que muchos porteños ni siquiera saben qué evocan algunas calles de su barrio. "Pero el sonido de esos nombres, no sólo su significado, también forma parte de la historia y la tradición de un pueblo. Son una referencia, un lugar de identidad de todos sus vecinos", concluye Maronese.
Un problema para la Filcar
- Infaltable aliada de cualquier automovilista porteño desorientado, la famosa guía Filcar renueva su edición todos los años. Gabriel Garguglio, del departamento de cartografía de la publicación, comentó a LA NACION que, entre la Capital y el Gran Buenos Aires, se realizan por año alrededor de 100 cambios y nuevas incorporaciones de nombres de espacios públicos, que incluyen avenidas, calles, autopistas, espacios verdes, complejos urbanísticos, puentes, viaductos, túneles, hospitales y estaciones de subterráneos, entre otros.