Manaos y vino para el muerto: los ritos fúnebres que los inmigrantes importaron a la ciudad
Al pie del ataúd, entre 16 velas que ardían en el piso, había seis vasos con distintas bebidas, una bolsa con hojas de coca, un pack de seis botellas de 2,25 litros de Manaos sabor lima limón, cinco tetrabrik de vino tinto Uvita y un plato con una empanada. Elena Moscoso Colque tomó uno de los vasos, que tenía servido un "canelado" (agua, canela, anís Ocho Hermanos y azúcar). Volcó unas gotas a la derecha del cajón, otras a la izquierda, se persignó y tomó un trago a la memoria de su primo Gualberto Colque, de 33 años, nacido en Sucre, Bolivia, y muerto el viernes en Buenos Aires.
Su velorio congregó a unos cincuenta amigos y parientes, todos vestidos de negro, que se sucedieron desde la medianoche del domingo hasta el alba del lunes en un estrecha cochería de Parque Avellaneda. Entre el olor acre de las hojas de cocas quemadas como ofrendas, y sobre el piso pegoteado por las muchas bebidas derramadas, rezaron varias veces el Padrenuestro y el Ave María. Después cantaron canciones de algunos de los artistas favoritos de Colque, como Yarita Lizeth y Sonia Morales. También comieron empanadas y sándwiches, y tomaron café, vino, canelado y gaseosas. A las nueve partieron con el cajón hacia el cementerio de San José de Flores.
Los rituales fúnebres del velorio, la sepultura en tierra y la visita al cementerio son tres costumbres cada vez más en desuso entre los porteños. En la ciudad, las cremaciones ya superan a las sepulturas. El año pasado hubo 11.436 inhumaciones y 13.591 cremaciones. "Nos criamos negando la muerte: cuando a un niño se le muere su mascota le decimos que se fue", dijo el profesor Ricardo Péculo, especialista en ritos funerarios. Sin embargo, estas tradiciones mortuorias sí se mantienen vigentes entre los inmigrantes.
Tres comunidades
Las tres comunidades extranjeras más numerosas radicadas en Buenos Aires –la paraguaya, la boliviana y la peruana, en ese orden– conservan intactas sus costumbres funerarias. La celebración de elaborados velorios, el consumo de comidas y bebidas tradicionales durante las ceremonias y la conservación del luto son algunos de los ritos más respetados al despedir a los muertos. Aunque menos numerosas, también las comunidades coreana y armenia son rigurosas al respecto. En cambio, los porteños están abandonando sus hábitos.
"Dejamos nuestra tierra pero cargamos nuestras tradiciones", explicó Norma Andia, presidente de la Federación de Asociaciones Civiles Bolivianas (Facbol). Con frecuencia los velorios bolivianos son celebrados en el domicilio del difunto. Y a las tradiciones más ancestrales ahora también les sumaron otras, como el hábito de proyectar videos que repasan la vida del difunto.
"Recibimos de nuestros tatarabuelos la costumbre de meter en el ataúd hilo de costurar para que el muerto ‘cierre sus deudas’; huevos, para que pueda ‘ver’, y una escalera para ‘subir al cielo’", detalló. Al noveno día desde el entierro se realiza el lavatorio: "Se lava toda la ropa que dejó el muerto, se la seca y por fin se la quema", contó Andia.
La viuda viste ropa negra durante el primer año desde el entierro. Pero al celebrarse ese aniversario, contratará una orquesta y un salón de baile. Luego, mientras se bailan cuecas, una madrina la desnudará hasta despojarla de toda la vestimenta negra y dejarla en ropa interior. Recién entonces podrá volver a vestirse de colores y a buscar una nueva pareja.
En Buenos Aires viven unos 76.609 bolivianos, según el censo de 2010. Un 78% de esa población es católica, de acuerdo a datos censales de Bolivia. La principal concentración de esa comunidad se registra en el Bajo Flores.
Muerte rechazada
"En occidente impera el paradigma de la ‘muerte rechazada’, que establece una separación entre los mundo de los vivos y de los muertos. Aunque en algunas culturas ambos mundos están integrados, y la muerte es considerada como parte del ciclo vital. La película Coco da cuenta de ese fenómeno", precisó Brenda Canelo, doctora en antropología social e investigadora del Conicet, que estudió las multitudinarias celebraciones del Día de los Muertos en el cementerio de San José de Flores.
Allí, cada 2 de noviembre, los bolivianos disponían copiosas comidas y bebidas sobre las sepulturas. "Pero ya no se las dejan entrar más en el cementerio", explicó Canelo, y agregó que así la cosmovisión de esa comunidad se ve interrumpida.
Las costumbres mortuorias de los peruanos en Buenos Aires suelen ser más bulliciosas que las bolivianas. En los velorios, además de tocar mucha música, se cuentan anécdotas del difunto y hasta chistes. En los barrios más populares, es frecuente que se toque música chicha, un estilo similar a la cumbia villera. Y a veces se contratan grupos que hacen covers de "Chacalón y La Nueva Crema", un mítico músico peruano y su banda.
"También se pasa música al sacar el cajón de la casa para llevarlo hacia el cementerio", explicó Javier Cárdenas, administrador de la popular página de Facebook Orgullo Peruano en Argentina. "Se alza el cajón en hombros y se lo pasea por toda la cuadra, mientras se toma cerveza y suena la cumbia", dijo, y agregó que cuanto más joven es el muerto, "más alboroto se hace".
Los 60.478 peruanos que viven en Buenos Aires, según datos del Censo 2010, se concentran en los barrios de Once, Flores y las villas 31 y 1-11-14. El 81,3% de esa población es católica, de acuerdo a datos censales de Perú. La mayoría de los entierros de peruanos se hacen en los cementerios de la Chacarita y Flores.
Velorios en las casas
También los peruanos velan a los muertos en su domicilio. "Durante la ceremonia, que suele durar unas 24 horas, se sirve carapulcra, un plato heredado de los Incas, preparado con carne y papas secadas con hielo en los Andes. Se bebe café y bebidas alcohólicas: anisado, pisco, ron", detalló Cárdenas, y sintetizó: "Al inicio del velorio son todo lágrimas. Pero con las anécdotas, el alcohol y la música, después se ameniza".
"Los paraguayos no estamos de acuerdo con la cremación", explicó Sergio Acosta, secretario de la Casa Paraguaya en Buenos Aires. Y agregó que, en lo posible, los paraguayos prefieren ser enterrados en su tierra natal.
El rezo de la novena es una de sus costumbres fúnebres más respetadas. Durante nueve días, desde el fallecimiento, los familiares del difunto se reúnen todos los días a la misma hora para rezar el rosario. "El último día, para celebrar la purificación del alma del muerto, se sirve una picada, algunos bocaditos y la infaltable sopa paraguaya", explicó Acosta.
Hay otra tradición fúnebre que los paraguayos observan con rigor: "En el féretro no debe quedar ningún espacio vacío. Si no, la muerte se llevará a otro integrante de la familia", explicó Acosta. En las familias más ortodoxas, las viudas conservan el luto hasta dos años.
El Buenos Aires hay radicados 80.325 paraguayos, según el censo de 2010. Muy devotos de la Virgen de Caacupé, un 90% de los paraguayos son católicos, según datos censales de ese país.