Mama Antula: una laica argentina casi desconocida que será beata en un mes
Por sus retiros espirituales pasaron figuras históricas como Belgrano; se le adjudica un milagro de sanación; es la primera causa que impulsó la Iglesia local ante el Vaticano
Dentro de poco menos de un mes el nombre de una mujer argentina -María Antonia de Paz y Figueroa- será inscripto en el libro de santos y beatos de la Iglesia. Una laica que, según uno de los ex presidentes de la Academia Argentina de Letras, Pedro Barcia, también "debería ser incorporada en los estudios de nuestra historiografía literaria argentina".
Desde su muerte, en 1799, sus restos se conservan en la Capital, donde, sin embargo, es prácticamente desconocida. La indiferencia de la gran ciudad es proporcional al afecto que conservan hacia ella en el Norte, donde la llaman Mama Antula, según la forma quechua de referirse a las Antonias. Ese cariño se evidenciará seguramente el sábado 27 del mes próximo en la ceremonia en la que se la declarará beata.
Será en una misa que presidirá en el parque Aguirre, de Santiago del Estero -provincia donde nació en 1730- el titular de la Congregación para las Causas de los Santos de la Santa Sede, el cardenal Angelo Amato. Se estima que lo acompañará un gran número de fieles, obispos y representantes de las autoridades nacionales y provinciales.
La causa para su canonización fue la primera presentada ante el Vaticano por el episcopado argentino, a comienzos del siglo XX.
Su figura es muy valorada, entre otras virtudes, por el coraje con el que desafió al poder. Cuando fueron expulsados de estas tierras los jesuitas, Mama Antula tenía 15 años. Y por entonces hizo una promesa privada de castidad y pobreza. Así, decidió dedicar su vida a la difusión de los ejercicios espirituales según el método enseñado por San Ignacio de Loyola, fundador de la orden de los jesuitas (que consiste, generalmente, en ocho días de meditación guiada).
Con esa intención ingresó a un grupo de mujeres conocido como "beaterío", lo que hoy sería una comunidad de laicas consagradas.
Se vistió con un hábito jesuita y se puso a predicar y organizar retiros espirituales primero en pueblos de Jujuy, Salta, Santiago del Estero, Tucumán, Catamarca, La Rioja y Córdoba. Y, desde 1779, en Buenos Aires, donde hizo construir una casa para los ejercicios que se conserva aún en la avenida Independencia al 1100. Se movía junto con sus compañeras del beaterío, vestidas con hábitos negro y descalzas.
Así se veía a ese grupo de mujeres caminando por las calles porteñas, provocando pavor en algunos niños que, al grito de "brujas", las hostigaban tirándoles piedras. Asustadas, las mujeres entraron a la iglesia Nuestra Señora de la Piedad, en Bartolomé Mitre al 1500. De ahí que, agradecida por aquel lugar de reparo, Mama Antula dejó escrito en su testamento que la enterraran allí.
El camino
Desde febrero pasado, esa tumba es señalada por un cartel con su foto y una de sus frases preferidas: "Andar hasta donde Dios no es conocido para hacerlo conocer". Ese mes el papa Francisco aprobó como un milagro obtenido por su intercesión la curación, en 1904, de María Rosa Vanina, religiosa de la congregación Hijas del Divino Salvador. Los médicos le habían pronosticado la muerte por una colecistitis aguda con shock séptico (inflamación de la mucosa vesicular con infección general) y sus compañeras habían rezado a Mama Antula.
Monseñor Santiago Olivera, vicepostulador de la causa de beatificación, la describe como una mujer fuerte y valiente. "En cierta forma, desafió la expulsión de los jesuitas al predicar y difundir los ejercicios espirituales ignacianos", señaló.
La postuladora de la causa, Silvia Correale, dijo: "Sabemos que muchos de los próceres de Mayo de 1810 pasaron por la Santa Casa de Ejercicios. De hecho, entre 1780 y 1799 unas 70.000 personas habrían asistido. Santiago de Liniers, Cornelio Saavedra, Manuel Belgrano, Juan José Castelli, Mariano Moreno, Bernardino Rivadavia y, más tarde, Juan Manuel de Rosas y su hija Manuelita fueron algunos de los que estuvieron en la casa.
Correale también señala que por las cartas de Mama Antula se sabe que se tomaba pocas horas de descanso. Se conservan unas 55 cartas, la mayoría dirigidas a los jesuitas exiliados en Roma. A esos textos también alude Barcia cuando afirma: "La beata es la principal espistológrafa de nuestra literatura hasta entrado el siglo XIX cuando tomara la posta Mariquita Sánchez de Thompson". Barcia, conocedor de su vida y escritos, recordó a LA NACION que esas misivas fueron traducidas al francés, inglés, alemán, italiano y latín. "Es una de las fundadoras del género epistolar femenino en el período hispánico de nuestra literatura", dijo.
En la Capital también habrá festejos por la beatificación. La hermana Zulema Zayas, superiora de la congregación Hijas del Divino Salvador, informó que el 17 de septiembre el cardenal Mario Poli celebrará una misa en la Catedral Metropolitana y luego, en procesión, se dirigirán hasta la iglesia de la Piedad y después hasta la Casa de Ejercicios Espirituales, donde habrá música y teatro. Una oportunidad para conocer la vida de la nueva beata.