Tracción a sangre

Maltrato animal: el drama de los caballos carreros


Fotografías y producción Santiago Filipuzzi

Redacción Belisario Sangiorgio

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Un grupo de voluntarios trabaja para rescatar caballos desechados; la relación con sus dueños, que en muchos casos son cartoneros y cómo funciona el comercio ilegal de equinos

El Centro de Rehabilitación y Rescate Equino (CRRE) recibe animales en estado crítico, cuyo destino era ser sacrificados o faenados para la exportación de carne. Se trata de caballos ‘carreros’ provenientes del conurbano –forzados durante años a trabajar en la recolección de residuos– y también de caballos entrenados para deportes como el polo, las jineteadas, el salto y el trote americano que son abandonados luego de sufrir severas lesiones.

En medio de un campo en la localidad bonaerense de Brandsen, una tropilla de caballos tristes, lastimados, gira lentamente alrededor de una pila de fardos de alfalfa. Cuando un humano se acerca, todos los animales adoptan una pose defensiva. Los voluntarios del centro explican que, por el dolor del maltrato y del abandono, esos caballos aprendieron a cuidarse entre ellos. Los fuertes protegen y guían a los débiles.

“Fundamos este centro hace cinco años. No teníamos absolutamente nada. Ni luz, ni agua, ni un lugar para dormir. Con otros cuatro jóvenes de veinte años decidimos enfrentar una situación muy compleja, que no requiere solo de veterinarios o de asistencialismo, sino también de la presencia del Estado”, dijo a LA NACIÓN Florencia Sampietro, directora del CRRE y estudiante de la Universidad Nacional de Entre Ríos.

Muchos de los caballos que llegan a este campo no logran sobrevivir. Pero los activistas sólo descansan cuando la noche se adueña del lugar. Y explican que la muerte los obliga a resignificar el sufrimiento, a transformarlo en la fuerza que necesitan para continuar con su solitario trabajo.

En villa Itatí, Quilmes, muchos vecinos viven del reciclaje y la recolección de residuos: el kilo de cartón se paga $6 pesos, el kilo de botellas, $12 pesos. El kilo de papel de diarios vale $5. “Los caballos son como un miembro más de nuestra familia”, dijo a LA NACIÓN Emanuel Pérez, un cartonero de 30 años que desde niño trabaja con carros empujados por animales.

Emanuel Pérez vive en una precaria casa de villa Itatí junto a su madre, su esposa, sus tres hijos, dos hermanas, algunos sobrinos y la yegua que adquirió recientemente: “Tuve que comprarla porque me robaron un caballo en Quilmes. Este es un trabajo que a veces no te gusta, y a la vez sí. Pero igual tenés que meterle para adelante”.

Dentro de la villa las calles angostas se cruzan en pequeñas esquinas de tierra sin veredas. Niños, caballos, adultos. Allí, un reciclador llamado Carlos Salto que pasó una década arriba de su carro, aseguró que tuvo una yegua que podía jalar hasta 700 kilos de metales.

Antes de fundar el CRRE, Florencia Sampietro pasó ocho años prestando atención sanitaria a los animales de los carreros en al menos una decena de asentamientos del conurbano: “Los caballos son robados de los campos por cuatreros. Si el caballo es dócil, se lo venden a los recicladores. Pero si el animal no sirve para el carro, lo mandan a las faenas”.

En agosto, la policía encontró 420 caballos en un predio ilegal ubicado en el partido bonaerense de Ezeiza. Muchos murieron durante el rescate y 35 –enfermos, desnutridos– llegaron al centro en Brandsen. Por el momento, la Justicia busca determinar dónde iban a ser enviados estos animales y por qué estaban en un terreno de casi 500 hectáreas que no tenía habilitación para la cría equina.

Los activistas sospechan, por las marcas en la piel, que algunos caballos de Ezeiza podrían haber sido robados previamente. Uno de los hombres detenidos en el operativo de agosto tiene antecedentes por integrar un grupo de bandidos rurales que, en 2002, durante 45 redadas, fue descubierto con 2.500 caballos destinados a la faena.

“Nosotros recibimos animales que vienen de ese negocio, de ese circuito. Algunos llegan en condiciones críticas y mueren aquí”, explicó Florencia Sampietro, del CRRE.

Al analizar el trabajo de los carreros y las condiciones de los caballos de las villas, que muchas veces son abandonados y luego faenados, agregó: “Si una persona no tiene recursos para mantenerse, tampoco puede tener a su cargo otros seres vivos. Esos animales no la pasan bien”.

Sobre los 420 caballos hallados en Ezeiza durante el mayor rescate equino al que asistieron los voluntarios de este centro, Sampietro indicó: “La faena de caballos es un negocio que siempre tiende a la ilegalidad porque, por tiempo y costos, no es redituable criarlos para consumir su carne”.

Mientras hablan, una pregunta ronda sin cesar la mente de los activistas: “Si no existen lugares habilitados de cría equina para consumo de carne, ¿de dónde salen todos los caballos que son faenados?”.

Tanto los carreros como los proteccionistas coinciden en señalar que han intentado generar instancias comunes de trabajo para abordar el problema del maltrato animal en conjunto. “Es necesario que no existan bandos; no sólo nos molesta el maltrato o la utilización de los caballos en trabajos de fuerza, sino todo un contexto de abandono que la sociedad no ve”, dijo Florencia Sampietro.

Según las últimas estadísticas oficiales disponibles, durante el primer semestre de 2018, Argentina exportó –principalmente a Europa y Asia– seis millones de kilos de carne de caballos.

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