En uno de los salones del Jockey Club de Buenos Aires, Magdalena Nelson Hunter bailaba con un amigo de su hermano. Fuera de la pista, Juan José Silvestre Blaquier Elizalde la observaba: no solo era linda y elegante (dos cualidades muy comunes en las mujeres de la clase alta porteña), además irradiaba eso que los franceses definen como joie de vivre (alegría de vivir). Más tarde, mientras charlaban en el patio cubierto, él descubriría el encanto y el desenfado de "Malena", como la llamaban. Definitivamente, ella no era como las demás.
Magdalena era la hija del medio de Julia Hunter Soler y Juan Manuel Nelson. Sus hermanos mayores eran Juan Manuel y Julia Elena, mientras que Eduardo y María Teresa eran los menores. La familia tenía un buen pasar, que provenía de las ganancias de la Farmacia Nelson, ubicada en Florida y Diagonal Norte. Vivían en un piso en Avenida Alvear y Callao y, aunque las "chicas" no habían terminado el secundario, recibían lecciones de francés, canto y piano. Así se preparaban para su Gran Destino: divertirse, casarse y ser madres.
"Silvestre", en cambio, era el único hijo de Mercedes Melchora de Elizalde Leal y Juan José Blaquier Oromí. Ella había quedado embarazada a los 45 años, después de intentarlo durante mucho tiempo. El niño creció rodeado de lujos y comodidades ya que José era viudo de Amalia Anchorena Castellanos, la heredera de la mayor fortuna de la Argentina. En "La Concepción", la estancia familiar en Lobos, Silvestre descubrió su pasión por el campo y el polo. Millonario, buen mozo y tremendamente seductor, hasta la noche en que conoció a Malena era uno de los solteros más codiciados y escurridizos de Buenos Aires.
Malena y Silvestre se casaron el 15 de noviembre de 1937. Ella tenía 20 años y él, 21. La ceremonia religiosa, celebrada en Nuestra Señora del Socorro, fue transmitida en vivo por la radio. Una multitud se agolpó en la puerta de la iglesia: todos querían ver ese espectáculo de amor y fastuosidad. Los varones de la familia y sus amigos tuvieron que abrir el paso para que Malena pudiera ingresar del brazo de su padre. Ella lucía un modelo de Henriette, la casa de haute couture que contaba entre sus clientas a las porteñas más elegantes, como Elena Peña Unzué de Álzaga, Dulce Liberal Martínez de Hoz y María Luisa Costanzó de Malavert.
En el altar, Malena y Silvestre se juraron amor y fidelidad.
Aquellos días felices
Cuando regresó de la luna de miel en Europa, el matrimonio se mudó a una casona sobre la Avenida Alvear. Los fines de semana se instalaban en "La Concepción". Bajo la administración de Silvestre, la estancia se había convertido en un importante establecimiento ganadero en el que se criaba hacienda Shorton y Holando para el tambo y Heresford para el consumo. Blaquier fue presidente de la Sociedad Rural Argentina durante 1955-56. Fiel a su pasión, él había mandado construir tres canchas de polo, en las que su equipo "La Concepción" se lucía en cada torneo.
Malena era la madrina del equipo y también, el alma mater de la estancia en la que organizaba grandes reuniones y fiestas. Tuvo nueve hijos: Mercedes, Juan José, Magdalena, Dolores, María Teresa, Agustina, Eduardo, Marina y Julia Elena. Solía referirse con cierta pena a los tres embarazos que había perdido. Gracias a la ayuda de institutrices y niñeras, nunca descuidó su vida social ni su relación con Silvestre, quien la adoraba y mimaba. Varias veces al año, la pareja viajaba a Europa y dejaba a los chicos al cuidado de la madre de Malena. Ella regresaba con las valijas llenas de regalos y nuevos vestidos. Era, sin duda, una de las mujeres más elegantes de Buenos Aires. "Mima, como la llamábamos, era ‘Madame Glamour’. Adoraba el color turquesa. Se maquillaba poco: apenas un toque de rubor y una raya con delineador azul para resaltar sus ojos. Por último, se pellizcaba las mejillas y se golpeteaba los labios con los dedos. Frente al espejo, hacía un gesto muy personal, como una trompa. Se pasaba las manos por el talle y decía: ‘Estoy a sistema’ (de adelgazamiento) para contar que estaba a dieta. Era muy graciosa, tenía un gran sentido del humor", recuerda Ginette Reynal, su nieta mayor.
Malena disfrutaba de su familia y de la vida. Cuando alguna vez se enteraba de que alguien había hecho un comentario malicioso sobre ella, se encogía de hombros, sonreía y se olvidaba del asunto.
"Sean libres"
En 1959, con pocos meses de diferencia, se casaron Mercedes y Magdalena. En mayo de ese año, Silvestre viajó a Kansas, en los Estados Unidos, para buscar un avión que había comprado y pilotearlo a Buenos Aires. Un tifón destruyó al Beechecraft cuando sobrevolaba el Mar Caribe.
Malena contrató radioaficionados y pilotos, y movió todas sus influencias para encontrar a su marido. Sus dos hijas mayores, sus hermanas y su mamá se ocuparon de cuidar a los chicos. Ella se dedicó a buscar a Silvestre.
El 14 de agosto recibió la peor noticia: una parte del fuselaje del avión, el cadáver del piloto y un tapado que Silvestre había comprado para Dolores aparecieron en una playa de Panamá.
Malena reunió a sus hijos y les contó lo que había pasado. Hubo llantos, abrazos y una sensación general de desamparo. Ninguno sabía qué hacer con ese dolor. Juan José tenía 19 años; Dolores, 17; Eduardo, 12 y Julia, 9. Su mamá, 42.
La viuda de Blaquier tomó una determinación impensada para la época: decidió hacerse cargo de "La Concepción" y su explotación agropecuaria. "Mima era la que manejaba todo, la que disponía y daba las órdenes. Pero lo hacía de una manera agradable, no era autoritaria. Seis meses al año estaba de viaje; regresaba en septiembre, cuando empezaba el polo, y se quedaba en ‘La Concepción toda la semana. Amaba su campo, recorría el parque y revisaba cada árbol. Yo sé distinguir árboles y flores porque mientras paseábamos juntas, me contaba todo", asegura Ginette.
Malena no cultivaba la rebeldía: simplemente, elegía lo que más le gustaba y la hacía feliz, aunque eso fuera en contra de los convencionalismos. No guardó luto como otras viudas ni tampoco se encerró a llorar su desgracia. Decidió que la mejor forma de honrar a Silvestre era llevando la vida que él hubiera deseado para su familia. Una vida con risas, bailes y escapadas a París. Malena se empeñó en inculcarles la libertad a sus hijos. Incluso, permitía que los novios de las chicas se quedaran a dormir en su casa. "Mima era una mujer de una cabeza muy libre y de vanguardia. Tenía mucho éxito con los hombres porque era una mujer sumamente divertida y bien educada. Tuvo romances, pero eso pertenece a su intimidad. No se quiso volver a casar", cuenta su nieta Ginette.
A Malena se le adjudicaron affaires con "Jimmy" Dodero Bosch–varios años menor que ella- y con el príncipe Felipe de Edimburgo, entre otros. El marido de Isabel II de Inglaterra viajó en 1962 a la Argentina en un supuesto viaje de negocios, aunque luego se supo que el objetivo era respaldar al gobierno de Arturo Frondizi. La noche del 22 de marzo, la cena oficial de bienvenida al duque fue interrumpida por los comandantes de las Fuerzas Armadas, quienes alertaron al presidente sobre una inminente revuelta militar. Dos días antes del golpe, el 27 de marzo, por razones de seguridad, el príncipe Felipe se alojó en la estancia "La Concepción". En su libro The Royals, publicado en 1997, Kitty Kelley cuenta: "Muchos creen que hubo un escándalo sexual entre Felipe de Edimburgo, que entonces tenía 40 años, y la señora Magdalena Nelson de Blaquier, una viuda de 50". La respuesta de la aristócrata porteña no se hizo esperar: "Todo esto es un disparate y no quiero perder tiempo aclarándolo. Todo el mundo sabe que Felipe de Edimburgo vino a la estancia ‘La Concepción’ y que yo fui a Windsor infinidad de veces, por el polo. Incluso, hace dos años el príncipe Carlos me dijo que su padre hablaba mucho de nuestra estancia y de la Argentina". Con su elegancia innata, Malena se abstuvo de desmentir o de confirmar ese romance.
Otras tempestades
Cuando sus hijos se casaron, Malena se mudó a un piso en la calle Castex al 3600, frente a la Plaza Alemania, en el que se lucían un juego de sillones tapizados de animal print y los ramos de jazmines. "Nunca era mala hora para ir a visitarla, siempre había lugar para el que quisiera ir: ella recibía a todos con su mejor sonrisa. En su cuarto tenía dos muebles altos llenos de cajones. Con la rotuladora le colocó a cada uno el nombre de un nieto: los 38 teníamos nuestro cajoncito en el que guardábamos chiches. A las chicas nos encantaba usarle la ropa. Ella era muy generosa, para los cumpleaños, agarraba algo de su ropero, lo envolvía y te lo daba. Para nosotras, una blusa o camisón suyo era el mejor obsequio. Cuando mamá se separó, vivimos siete años con Mima. Ella se levantaba feliz todos los días, pocas veces la vi enojada o de mal humor. En las peores situaciones, siempre buscaba una salida", dice Ginette.
Malena sabía cómo enfrentar las instancias más complejas. La mayoría de ellas estuvieron protagonizadas por sus hijas, como cuando Teresa se enamoró de Francisco, el marido de su hermana Julia Elena, y se fue a vivir con él. La viuda de Blaquier también sufrió cuando Dolores quedó embarazada soltera, aunque ella finalmente se casó con el corredor Andrea Vianini, el papá de la beba. Algunos años más tarde, cuando Vianinni quedó hemipléjico después de un accidente, Malena tuvo que dejar de lado su angustia para sostener a su hija. Por ese entonces, Dolores inició un derrotero de alcohol y drogas que la llevaría a enfrentar una causa judicial en los 90. "Mima tenía una gran capacidad de levantarse y salir adelante y nos transmitió esa calidad de Ave Fénix. Tuvo que enfrentar situaciones familiares difíciles, algunas de sus hijas tuvieron muchos problemas, pero ella siempre mantuvo una actitud positiva", destaca Ginette.
Nada parecía vencer el espíritu de Malena, quien mantuvo una particular rutina de afecto durante años. "Cuando yo llegaba del colegio, salíamos de recorrida. Primero comprábamos cajas de bombones en Harrod’s y se las llevábamos a sus amigos que estaban enfermos o un poco decaídos. Los fines de semana, en el campo, se subía a la camioneta e iba a todos los puestos con una canasta llena de regalos. Era un hada madrina que derrochaba amor", enfatiza su nieta mayor.
El 26 de noviembre de 2016, la familia celebró los 100 años de Malena con una comida en el restaurante del Museo de Arte Decorativo. Se la veía frágil. Tres días más tarde, Magdalena Nelson Hunter de Blaquier Elizalde murió. En el cementerio de Recoleta, sus nueve hijos, 38 nietos, 85 bisnietos y ocho tataranietos la despidieron con aplausos. Fue una forma de celebrar su vida, como a ella tanto le gustaba.
María Fernanda Guillot
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