Tomás Aguiló integra el equipo argentino que competirá en la Patrouille des Glaciers (PDG), una carrera de esquí de travesía en Suiza
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Tres meses después de estar al borde de la muerte por una avalancha que se llevó la vida de Corrado “Korra” Pesce, su compañero de escalada, Tomás Aguiló, un guía de alta montaña de Bariloche, volverá a asomarse a los glaciares cubiertos de nieve. Esta vez, como integrante del equipo argentino que competirá en la Patrouille des Glaciers (PDG), una carrera de esquí de travesía. La prueba es entre Zermatt y Verbier, dos pueblos de montaña en Suiza.
“Soy un deportista, una persona activa. Ocupar mi tiempo en lo que me gusta con amigos es lo mejor que puedo hacer en este momento”, dice Aguiló desde el hotel suizo en el que se instaló hace 20 días para prepararse para el evento.
La PDG, que se larga pasado mañana, es otro de los escenarios donde Aguiló despliega su pasión por los deportes de montaña. Recorre unos 60 km de distancia en la montaña, con 4000 metros de desnivel positivo y lo mismo de negativo.
En las subidas los corredores tienen sola la punta de bota amarrada y recubren la base del esquí con un material antideslizante, que antes era piel de foca. Para bajar, remueven el material de la base del esquí, sujetan toda la bota y utilizan la técnica tradicional de esquí.
El evento es la cita deportiva más grande de Suiza -”una especie de Tour de France”, dice Aguiló-, se realiza hace 80 años y se transmite por televisión. Largan en medio de la noche porque el clima frío es más seguro para evitar las avalanchas. Los argentinos aspiran a completar el recorrido en ocho horas. “Es difícil calcular por que no tenemos experiencia”, admite.
La carrera es en equipos de a tres y hay 5000 personas anotadas, de 35 países. El de Aguiló se completa con Peter Treichel, un instructor de esquí de San Martín de los Andes de 33 años, y Pablo Finster, un guía de montaña barilochense, de 34. Es el primer equipo argentino en participar de la carrera y lo hicieron gracias al aporte de sponsors suizos.
La avalancha
La avalancha que terminó con la vida de Pesce ocurrió a las 17.20 del 28 de enero, luego de que ambos abrieran una nueva ruta de escalada en la cara norte del cerro Torre, uno de los más peligrosos en la mítica zona de El Chaltén, en la provincia de Santa Cruz. La avalancha los golpeó mientras descendían luego de la proeza y dejó muy lastimado a Pesce. Aguiló sobrevivió con heridas -tenía un neumotórax, una hernia y múltiples lesiones en la clavícula, en un ojo y en las costillas- pero logró bajar de la montaña y lo rescataron. El cuerpo de su compañero aún no pudo ser recuperado.
“Tuve un parate de tres meses, pero estoy sorprendido por lo rápido de la recuperación. Las lesiones fueron todas en el tren superior. Tengo los hombros al 70%: para escalar todavía no estoy”, dice.
“No es fácil pasar por un evento así -admite- perdí a un amigo y casi me pierdo a mi”. El proceso psicológico, agrega, es muy personal: “Cada uno tiene sus tiempos”. Con 38 años, su percepción del riesgo es diferente a la que tenía cuando era un joven montañista impetuoso. “Maduré un montón, pero el riesgo sigue siendo parte de nuestra disciplina. La diferencia es que antes arriesgaba varias veces al año. Desde el nacimiento de mi hijo asumo riesgos, pero en menos oportunidades”, explica. El ascenso al Torre fue una de esas excursiones en las que decidió arriesgar.
Entrenamiento
El equipo argentino de la PDG se entrenó en el verano argentino corriendo y andando en bicicleta en la montaña. Recién se pudieron poner los esquíes hace 20 días, cuando llegaron a Suiza, y tuvieron que adaptar los músculos para la disciplina.
“El esquí de travesía te abre las puertas a cualquier montaña. Ahí donde ves nieve, podés esquiar”, destaca Aguiló. Esa libertad, poder prescindir de los centros de esquí, sus costos y sus aglomeraciones, es lo que lo atrae de la disciplina. “Me gustan todos los deportes de montaña y lo mejor es combinarlos”, dice.
La disciplina, explica, está creciendo en el país y para practicarlo se necesitan equipos y experiencia. La libertad de moverse en la montaña sin restricciones supone un riesgo y es necesario capacitarse.
También hay que tener estado físico, pero Aguiló dice que con buena técnica no es tan cansador. Si supone un esfuerzo mayor que subirse a una aerosilla. “Lo que tardás cuatro horas en subir, lo bajás en cinco minutos”, se ríe.
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