Cuatro mujeres le contaron a la BBC sobre su viaje a la maternidad y cómo se sienten acerca de criar a un niño sin pareja
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Más del 50% de las mujeres que utilizan donantes de esperma son solteras que tienen la intención de criar a su hijo solas, según los últimos datos de uno de los bancos de esperma más grandes del mundo, Cryos International.
Los datos de Cryos, que suministra esperma y óvulos de donantes a más de 100 países en todo el mundo, muestran un aumento constante de la demanda por parte de mujeres solteras en los últimos siete años, alcanzando un máximo de 54% en 2020.
A nivel mundial, hay más de 100 millones de madres que crían solas a sus hijos, según ONU Mujeres. Aunque no hay datos suficientes sobre cuántas de ellas son madres solteras por elección, las mujeres que lo eligen a menudo enfrentan desafíos sociales, culturales e incluso legales cuando forman una familia en sus propios términos.
La BBC habló con cuatro mujeres sobre sus viajes personales hacia la maternidad y cómo se sienten acerca de criar a sus hijos sin pareja.
“La mejor decisión de mi vida”
Mam Issabre, de Francia, siempre quiso ser madre. Después de años de pensarlo, finalmente optó por hacerlo sola hace dos. “Decidí hablar con mi madre al respecto y me dijo que tal vez era un buen momento para intentarlo, ya que tenía 38 años”, recuerda. “Tomé mi decisión en diciembre y para febrero estaba embarazada”, dice la mujer, que además es presentadora de radio.
Nueve meses después, Mam dio a luz a una niña saludable llamada Imany. Suena sencillo, pero primero tuvo que superar un gran obstáculo: los tratamientos de fertilidad no estaban disponibles para las mujeres solteras en Francia en ese momento. Su médico le había recomendado viajar al extranjero para la inseminación, pero Mam pudo encontrar otro médico dispuesto a realizar el procedimiento.
Ella asegura que no sabía que era ilegal, sino que simplemente pensó que no era posible realizar el procedimiento en el país. En junio del año pasado, Francia aprobó una ley que permite a mujeres solteras y parejas de lesbianas recibir tratamientos de fertilidad, antes solo disponibles para parejas heterosexuales, luego de dos años de debate en el Parlamento y protestas masivas.
“Un regalo de Dios”
Un año después, Mam reflexiona sobre haberse convertido en madre. “La primera vez que sostuve a mi hija en mis brazos fue cuando realmente me di cuenta de que era mamá”, dice. “Lloré mucho ese día”. “Fue un momento muy emotivo, es la mejor decisión de mi vida”, agrega.
Mam optó por un donante anónimo porque quería proteger a su hija de un posible rechazo. “No quiero que ella tenga esa imagen de un padre cuando él solo se ve a sí mismo como un donante y eso es todo”, explica. “Espero que sea una buena decisión para mí y para mi hija, pero le explicaré todo cuando tenga la edad suficiente”, añade.
“Mi sueño es tener cuatro o cinco hijos”, dice, “pero me estoy haciendo mayor, así que tal vez un hijo sea un muy buen regalo de Dios”.
“Sentí que él era todo mi mundo, y yo era el suyo”
Para Anne Marie Vasconcelos, una mujer de 44 años de Nueva Jersey, EE.UU., el camino hacia la maternidad fue largo y difícil. Hace diez años, a Anne Marie le diagnosticaron síndrome de ovario poliquístico, una alteración común que afecta el funcionamiento de los ovarios de una mujer y puede causar problemas de fertilidad.
El diagnóstico, junto con la entonces reciente pérdida de su padre, la empujó a tomar una decisión que cambiaría su vida. “El endocrinólogo dijo, en base a las pruebas de laboratorio, que tendría problemas para tener hijos y que si quería tenerlos, entonces debería poner manos a la obra”, dice esta trabajadora del gobierno federal.
Pero como mujer recientemente soltera de 34 años, la maternidad parecía una posibilidad lejana. “Le dije que no estaba casada y me respondió que no hacía falta para tener hijos. Nunca lo había pensado así”, recuerda. Como católica practicante, Anne Marie dice que convertirse en madre soltera a través de la inseminación artificial planteó ciertos problemas morales que necesitaba superar. Hablar con su sacerdote ayudó.
“Me aseguró que si seguía por este camino, mis bebés aún podrían ser bautizados”, cuenta, “así que aunque no podía apoyar los métodos de fertilidad, no me juzgaría ni a mí ni a mi familia”. El costo emocional y la carga financiera llegaron a un punto crítico después de un par de años de tratar de concebir.
“Se necesitaron cinco inseminaciones artificiales y dos tratamientos de fertilización in vitro para tener a mi hijo mayor”, dice. “Me costó US$95.000 porque mi seguro de salud no cubría nada de eso, así que junté todos mis ahorros, tomé préstamos de la jubilación y volví a hipotecar mi casa”.
“No lo podía creer”
En 2016, nació el primer hijo de Anne Marie, William, y luego tuvo un segundo hijo, Wyatt, un par de años más tarde. Ambos fueron concebidos mediante fertilización in vitro con esperma del mismo donante. Ambos embarazos estuvieron plagados de complicaciones, y los dos hijos nacieron prematuros por cesárea.
“William no nació vivo”, dice, “tuvo que ser reanimado y recibir transfusiones de sangre inmediatas, por lo que mi parto fue muy traumático”. Después de nueve días en el hospital, fueron dados de alta para irse a casa. “Sentí que él era todo mi mundo, y yo era el suyo”, dice con la sonrisa más grande.
“Simplemente lo sabía”
Sarah (nombre ficticio) siempre quiso ser madre. “No creo que haya tenido un momento en mi vida en el que haya dudado si lo seré o no, simplemente lo sabía”, dice esta curadora de arte, de 36 años. Para ella, el coronavirus dejó claro que no tenía motivos para esperar más.
En agosto, Sarah descubrió que estaba embarazada después de su primer intento. “Estaba al aire libre, hacía calor, lo sentía y lo sabía”, agrega. Ahora, embarazada de seis meses, recuerda cómo su infancia influyó en su decisión. “Crecí en el Líbano durante la guerra civil. Nací en 1985 en medio del período más duro de la guerra”, cuenta. “Tuve una infancia feliz, pero también estuvo imbuida de muchos traumas”.
Sus padres están casados desde hace casi cuatro décadas, pero “vivieron separados aunque bajo el mismo techo” durante mucho tiempo. “No tienen una gran relación”, piensa, “diría que tuvieron una relación bastante tóxica, y eso influyó mucho en mi decisión”.
“Creo que la relación de mis padres me traumó”, analiza.
“No hay nada heroico en lo que hice”
Sarah dice que el estado de su país y la muerte de sus seres queridos tuvieron un gran impacto en su decisión. “Creo que hubo un llamado de vida después de una serie de eventos trágicos que le estuvieron sucediendo a mi gente, a mi país, a mi comunidad durante los últimos dos años, y la pandemia fue solo la guinda del pastel”, afirma.
Para Sarah, convertirse en madre soltera no es una decisión valiente: “Creo que no hay nada especial o heroico en lo que hice porque las mujeres en pareja o incluso casadas muy a menudo cuidan solas a los niños”.
Sí le da crédito a su familia, por ser “valientes” al aceptar su elección poco convencional. “Me sorprendió mucho que no hicieran preguntas sobre quién era el padre. Creo que entendieron que no estaba lista para hablar de eso al principio”, dice. “Es algo que les conté recientemente”.
“Pero sinceramente estaban muy felices por mí, y creo que fueron muy valientes al anunciarlo a otros miembros de la familia”, añade sonriendo.
“Necesito a alguien a quien amar”
El aumento de mujeres que eligen ser madres solteras puede indicar un cambio en las actitudes hacia la estructura familiar de dos progenitores, pero la guardia de seguridad de 37 años Nyakno Okokon dice que no tenía muchas opciones. “Digo madre soltera por elección muy vagamente porque en realidad no fue una elección”, sostiene. “Era mi destino y tuve que aprender a aceptarlo”.
Nyakno creció en una familia de 20 hijos con un padre polígamo; su madre fue su cuarta esposa. “Tuvimos que luchar para sobrevivir por nuestra cuenta, por lo que realmente no recibimos la mejor educación, solo la escuela primaria y secundaria básica”.
“Pero no puedo culparlos [porque] esa es su mentalidad”, le dice a la BBC. Nyakno se mudó de Nigeria a Dubái hace seis años en busca de una vida mejor. Normalmente trabaja en turnos de 12 horas y dice que no tiene tiempo para conocer y conectarse con gente nueva. Pese a ello, decidió que este año hará “lo que sea” para tener un hijo.
“Me di cuenta de que no había nada que me impidiera convertirme en madre si podía mantenerlos, darles amor y una buena educación”, dice. “Necesito alguien a quien amar”, agrega, “y si no tengo un hijo, creo que me amargaré mucho”. “En África no tenemos realmente hogares de ancianos, por lo que nuestros hijos nos ayudan a seguir adelante cuando envejecemos y nos debilitamos. Así que este niño significa felicidad y esperanza para el futuro”, explica.
Planes no convencionales
Nyakno planea concebir de forma natural, pero si eso no funciona, intentará la fertilización in vitro o la subrogación. Sin embargo, ella no planea contarle sus planes al padre biológico hasta que esté embarazada. “Es justo porque no le voy a dar ninguna responsabilidad”, opina y agrega que de lo contrario al hombre le daría “miedo porque tiene su propia vida y planes”. Nyakno dice que su familia aceptó sus planes poco convencionales y la apoyará como madre soltera.
“En el pasado, cuando te quedabas embarazada fuera del matrimonio era un tabú, te despreciaban y la gente pensaba que eras irresponsable, pero ya no”, sostiene, y añade que lo que le importa es cómo será su vida a los 50. “Mi familia me apoya porque saben que no me estoy volviendo más joven, y esto me traerá alegría”.
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