Sus ojos verdes y su cabello rojizo contrastan con los trozos de hielo que cubren el océano Ártico. Macarena Laszeski, de 32 años, mira a cámara y, a pesar del frío gélido, sonríe. Lleva puesto un gorro de lana, guantes y una campera anaranjada que envuelve su cuerpo. Está parada en uno de los laterales del buque Esperanza de Greenpeace, donde embarcó como marinera voluntaria junto a otros activistas, científicos y biólogos, con el objetivo de investigar cómo el cambio climático afecta la vida silvestre y el hielo de la zona. Alguna vez, cuando todavía era una niña, soñó con emprender semejante hazaña. Hace dos meses y medio, ese sueño se hizo realidad.
De ascendencia ucraniana, Macarena ("Maki", como le gusta que la llamen) es la hermana mayor de tres varones. Oriunda de Posadas, Misiones, su vínculo con el medio ambiente y la naturaleza es de familia. "En la casa de mis abuelos había huerta y gallinas. Crecí jugando entre los árboles y haciendo tortas de barro", recuerda.
Por aquellos días, cuenta hoy- también comenzó a gestarse su historia con Greenpeace. "La televisión mostraba a los activistas interponiéndose entre el arpón de los pesqueros japoneses y las ballenas para evitar que las cazaran. Yo era fanática de los delfines y me fascinaba mirar esas imágenes. En el fondo de mi corazón deseaba ser una de esas personas algún día", dice a LA NACION. Cuando cumplió 18, Maki se mudó a Capital Federal para estudiar kinesiología en la universidad. Cursó tres años y se pasó a Antropología, que tampoco la convenció. Entre tantas idas y vueltas, lo único que sostuvo fue su deseo de ser parte de Greenpeace, donde se sumó como voluntaria en 2008. Dos años después, en 2010, ya era parte del staff.
De un polo a otro
El buque Esperanza partió junto al rompehielos Arctic Sunrise desde Londres. En abril pasado Macarena iniciaba el viaje más importante de su vida. Como marinera voluntaria, sus tareas consistían en ocuparse de la limpieza y el mantenimiento del barco; realizar operaciones con los botes (bajarlos al agua y asegurarse de que navegaran con un conductor y un tripulante) y llevar adelante el trabajo de campaña (pintar carteles, desplegar banderas en lugares estratégicos y, en caso de estar en un puerto, hacer las visitas guiadas a los interesadas en conocer el buque). "Todos los días en el barco eran diferentes", cuenta Maki, que regresó a la Argentina hace menos de una semana. Mientras el buque sigue rumbo a la Antártida, donde planea llegar para 2020, la joven de Misiones repasa con nostalgia su travesía.
¿Qué trayecto hizo el barco? De Londres fueron hacia Svalbard, un archipiélago situado en el Océano Glacial Ártico, que forma parte de Noruega. Ahí estuvieron dos días "al ancla" (para que la nave permanezca quieta más allá de las corrientes) y luego partieron para alcanzar los 80º de latitud Norte. A la tripulación estable del Esperanza (unas 17 personas), se sumaron 25 más, entre ellas, científicos, biólogos, periodistas y gente de campaña de Greenpeace Internacional.
"Lo que hacíamos era bajar los botes para acercarnos a los hielos desprendidos, de manera que los especialistas pudieran tomar la temperatura del agua y algunas muestras. Todo eso en un ambiente gélido: la temperatura iba de 11 y 23 grados bajo cero, dependiendo del día. Sentí un frío que nunca antes había sentido", cuenta.
Al Ártico lo describe como un lugar majestuoso. "El hielo dibuja unos paisajes alucinantes. Sin embargo, todo esto está desapareciendo: los hielos se están derritiendo. De hecho, mientras estuve en el barco, pude ver imágenes satelitales que muestran cómo esa superficie se va reduciendo con el paso de los años. Es muy fuerte: estamos en una situación muy complicada", dice Maki.
En busca de los osos polares
¿Dónde están los osos polares? Esa era la pregunta que ella se hacía todos los días. "Tenía la ilusión de verlos. De hecho, el barco estuvo hace dos años en este mismo lugar y, según me contaron, cuando se levantaban los osos polares estaban a dos metros. Esta vez no fue así", se lamenta. La explicación que recibió de parte de los profesionales involucra por un lado al calentamiento global (por su efecto el hielo es más fino que años anteriores y, además, se está derritiendo a una velocidad alarmante, lo cual deja a los osos polares sin hogar) y, por el otro lado a la pesca masiva e ilegal (que impide a los animales conseguir su alimento en esa zona).
Durante las semanas que estuvo en la zona del Ártico, el equipo de Greenpeace se dedicó a realizar trabajo de investigación y documentación de la zona. Después, fueron descendiendo: primero pasaron por Islandia, donde recibieron la visita del jefe de Estado y, con el objetivo de difundir el viaje, una banda local brindó un concierto; luego fueron a Isla de Portland, parte del Reino Unido y, finalmente, llegaron a Las Azores, un grupo de nueve islas portuguesas, situadas en medio del océano Atlántico, a unos 1400 km al oeste de Lisboa. "Camino a Las Azores encontramos un pesquero de tiburones. Esa es una actividad superilegal: lo hacen para cortarle las aletas y venderlas. Lo documentamos para denunciarlo", cuenta Maki orgullosa.
Tormentas, mateadas y Game of Thrones
Durante los 75 días que estuvo a bordo del buque, Maki vivió todo tipo de experiencias, entre ellas, alguna que otra tormenta. "Las olas eran muy grandes y había mucho viento. Todo eso hacía que el barco se moviera. No tuve miedo ni me sentí insegura, solo un poco de malestar interno", dice.
También cuenta que en el barco había variedad de comida agroecológica. "Como soy vegetariana, mi papá estaba preocupado por la comida. ‘Comé bien’, me dijo antes de embarcar. Así fue: teníamos un cocinero y, cuando había mucha gente, un voluntario oficiaba de ayudante. Había una variedad increíble: yogurt, ensaladas, frijoles, lentejas, arroz, pasta, frutas y verduras", enumera.
A modo de ritual, todos los días a las cinco de la tarde se juntaban a conversar. "Tomábamos mate, té, algunos incluso iban con su cerveza y charlábamos acerca de lo que había pasado en el día. El primer mes, cada vez que volvíamos a Svalbard, nuestra hazaña era tratar de descargar los capítulos de Game of Thrones", cuenta entre risas.
Hace a penas unos días que Maki se bajó del barco en Las Azores y luego voló a la Argentina. Mientras procesa lo que vivió a bordo del buque Esperanza reflexiona: "Me gustaría que todo lo que vi, no se borrara. Lo digo y se me estruja el corazón. Siento una responsabilidad y, al mismo tiempo, una necesidad de seguir haciendo cosas por el medio ambiente. Por eso creo que está bueno unirnos para exigir lo que nos corresponde".
Cuando dice "lo que nos corresponde", Macarena se refiere a la firma del Tratado Global de los Océanos en la ONU. La misma está prevista para 2020 podría poner a salvo un tercio de los océanos del mundo, hogar de especies únicas. Hace una pausa y agrega: "Si bien somos muchas las personas que tenemos consciencia de lo que está pasando, también hay una cantidad de personas poderosas que nos niega nuestro derecho a vivir en un ambiente sano. Siempre siento que es un David contra Goliat, ojalá se de vuelta".
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