Luján: la compleja realidad en la que viven los animales de un zoo clausurado hace cuatro años y una posible solución
Cuatro centenares de ejemplares quedaron en el predio en precarios recintos; hubo muertes y, por la falta de ingresos, alimentarlos es un desafío; ante la crisis, analizan una transformación
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¿Qué fue lo que ocasionó que, hace cuatro años, el zoológico de Luján fuera clausurado en plena pandemia? Desde el entonces Ministerio de Ambiente afirmaron que el lugar no cumplía con las normas que dicta la ley 12.238, que regula a zoológicos y acuarios. La atracción principal del controvertido predio ha sido desde siempre la interacción del público con los grandes felinos y se los acusó, una y otra vez, de serias irregularidades con los animales. La condición para la reapertura fue, en ese momento, la de sacar algunos ejemplares de especies salvajes con el objetivo de crear más espacio para que los restantes pudieran vivir mejor.
Lo cierto es que la clausura se realizó sin contar con un plan serio, consistente y sistemático. Luego de que las cámaras de televisión, las organizaciones animalistas, el ministro Juan Cabandié y su segundo Sergio Federoviski dejaran el lugar después de haber clavado en la tranquera de acceso un cartel de clausura, 400 animales (130 de ellos, grandes felinos) continuaron viviendo y esperando su ración diaria de comida, remedios de ser necesario y todo lo que implica los cuidados hacia un animal, pero sin los ingresos para costearlos que se generaban mediante el cobro de entradas.
La elefanta Sharima murió al poco tiempo sin que nadie lograra ponerse de acuerdo para que un veterinario especializado pudiera traspasar la tranquera con el cartel de clausura. Allí adentro quedaron Yony, el chimpancé; los osos, las cebras, los monos, los guacamayos, las serpientes, los dromedarios y tantos, tantos, animales más mientras nosotros estábamos tan encerrados como ellos, en plena pandemia.
Hasta ese momento llegaban al controvertido zoológico visitantes desde Brasil, Perú y la Argentina, con el objetivo de poder aproximarse a los animales, sacarse fotos con pequeños felinos, darles de comer e interactuar con ellos, algo prohibido en los zoológicos, ecoparques o santuarios del mundo. De las 80 personas que trabajaban hasta ese momento en las 22 hectáreas que conforman el predio, quedaron 20. Entre la pandemia y los problemas habituales de nuestro país, poco o nada se hizo para encontrar una solución para los animales que lo habitaban, en teoría la principal razón para su clausura y en la práctica, como siempre, las víctimas.
Luego de dos años, gracias a una iniciativa privada se barajó la idea de trasladar los felinos a Estados Unidos, pero fracasó rápidamente. Luego, empezó a cobrar fuerza la posibilidad de llevarlos a la India, a Vandala, un centro de rescate de uno de los hombres más ricos del mundo, pero también fracaso ante la desconfianza de organizaciones de nuestro país, la falta de permisos por parte del Gobierno a creer que alguien podía alojar a semejante cantidad de animales –80 felinos: 38 tigres y 42 leones– con gran desconocimiento de la desmesura oriental y de la riqueza de Mukesh Ambani, el hombre más rico de Asia. Los felinos compartirían destino con 60 de los hipopótamos que el narcotraficante colombiano Pablo Escobar Gaviria abandonó junto a otros animales que formaban parte de su colección, en su finca Nápoles, en Antioquía. Nada de eso sucedió.
El zoológico de Luján sigue clausurado. El estado del predio es cada día peor, al menos un 30% de los felinos han muerto, de viejos o enfermedad, amén de otros animales. Los reptiles fueron trasladados y los pocos animales acuáticos que quedaban, como un lobito marino, también. Más allá de los felinos, no quedan demasiados animales salvajes. Tres cebras, dos dromedarios, algunos monos cai y carayá, dos osos que requieren traslado urgente y Yony, el chimpancé, uno de los tres ejemplares de esa especie que quedan en la Argentina.
La última inspección de la de la Brigada Ambiental, dependiente de la Dirección Nacional de Protección Ambiental, a mediados de noviembre, hace una detallada descripción de cada recinto y de sus animales. “Cabe destacar que en relación con inspecciones previas se puede observar que no realizaron mejoras en la infraestructura de los recintos, que continúan los potenciales problemas de bienestar por hacinamiento o por encontrarse los ejemplares en recintos más pequeños de lo necesario para la especie/tamaño como así también, falta de enriquecimiento ambiental. En relación a las condiciones de seguridad de ciertos recintos, se observó que los mismos se encuentran en la misma situación que se constató en anteriores inspecciones, visualizándose manijas pasantes por cierre/aperturas de recintos, como así también puertas tipo guillotinas oxidadas sin candados, pudiendo constituir esto un potencial peligro para el personal”, sostiene.
El informe relata minuciosamente cada detalle, haciendo particular hincapié en el recinto de los osos, con agua estancada. Los tigres y leones se encuentran separados entre ellos, y por sexo. “No tenemos plata para vasectomizar”, explica Santiago Semino, hijo de Jorge Semino, el propietario, quien junto a su hermana siguen el día a día del parque. Esparcidos por la propiedad, una cantidad de objetos antiguos como autos, tractores y maquinaria de campo están a la venta con el objetivo de sostener lo que queda del zoo y sus animales. El alimento de los aproximadamente 80 tigres y leones es actualmente provisto por los animales que mueren en los campos cercanos.
“Desde hace cuatro años se desoye sistemáticamente cada propuesta concreta. Es irreal pretender que, sin recursos, se pueda continuar sosteniendo a los animales indefinidamente. Se juega imprudentemente con el bienestar de ellos cada día en que se impide oficialmente implementar una solución realista y sostenible”, advierte Jorge Semino.
Yony, el chimpancé de 52 años, 30 de ellos transcurridos en un circo, espera en su recinto cuidado y entretenido por Silvia, que lo atiende desde hace aproximadamente quince años. Los peritos que lo visitaron por orden judicial decidirán si él podrá dejar el zoológico para ir al único santuario dispuesto a recibirlo, en Brasil. Mientras se espera esa decisión, desde África –más precisamente desde Tchimpounga, Congo– la doctora Rebeca Atencia, a quien se considera la heredera de la primatóloga Jane Goodall y que dirige el santuario más grande de ese continente, afirma: “Sinceramente, por los videos y las imágenes que veo, Yony está totalmente humanizado. Se percibe claramente el fuerte vínculo que tiene con quien lo cuida. A esta edad y con la contención afectiva que tiene, yo no lo movería de Luján”.
Atencia, una reconocida veterinaria española que ha rescatado y recuperado más de 200 chimpancés y disminuido sensiblemente el tráfico de estos en el Congo, agrega: “Hay que entender que es como si a una persona mayor la cambias de lugar y le quitas sus lazos más fuertes, podría sufrir mucho realmente. A esta edad, no lo llevaría a ningún lado. Si uno asegura que este vínculo con quien lo cuida sea constante y enriquecerle el entretenimiento [algo que se ha empezado a hacer gracias a las medidas judiciales impuestas], yo no lo haría”.
El santuario creado por Atencia, como todos los demás, es un espacio donde los animales pueden vivir en espacios más grandes y más acordes con su hábitat de origen, con otros ejemplares de su misma especie, y finalizar allí sus vidas sin reproducirse. Así, se empieza a ordenar el descalabro que produjo la humanidad llevando y trayendo fauna y flora alrededor del mundo. Hoy, además, cada vez menos gente acepta el encierro y el sufrimiento de un animal con el solo fin de exponerlo y observarlo.
Los santuarios tienen la característica de alojar animales de una sola especie. En la Argentina todavía no contamos con ellos y lo cierto es que urge encontrar una solución para el zoológico de Luján y los ejemplares que allí permanecen. En este sentido, confirman fuentes que participan de las conversaciones, en la Secretaría de Ambiente de la Nación analizan una idea preliminar de transformar ese predio en un santuario para felinos, que podría empezar a poner luz en una triste historia.
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