Luchar contra la depresión: se sentía en un lugar oscuro por la tristeza, logró salir y hoy cuenta su experiencia
Según la OMS este trastorno afecta a más de 300 millones de personas en el mundo; en el país se estima que lo padece un 10% de la población
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Sentada a la mesa redonda sobre una vereda de un bar de Palermo y disfrutando de unas pastas, Delfina González comparte una cena con dos amigas que conoció en la facultad. Entre risas, charlas, y miradas cómplices, la chica de 24 años afirma que hoy “está bien”. Ella fue diagnosticada con depresión a los 16 años, pero su trastorno había empezado mucho antes, cuando tenía tan solo 14: “Sentía un vacío existencial, y sabía que algo estaba mal dentro de mí”.
Creció en una casa, con todas las comodidades, dentro de un reconocido barrio privado de Pilar, junto a sus padres y su hermano. Recibió una buena educación y nunca le falto ningún bien material.
“Un hecho concreto en la vida de un sujeto puede desencadenar la depresión, pero personalmente pienso que siempre hay una estructura de base. Lo que se padece es lo que se trae de los primeros años de vida”, opinó Martín Raffo, psicoanalista. Y completó: “Nadie tiene todo en la vida, y de acuerdo a cómo se transmita esta realidad, de que todo no se puede, de padres a hijos, esto sería, la crianza, los primeros vínculos afectivos, las vivencias en el seno familiar, va a dar como resultado una estructura mental determinada”.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la depresión se trata de un trastorno mental frecuente, que afecta a más de 300 millones de personas en el mundo. Y para destacar el trastorno, ayer, como todos los 13 de enero, se conmemoró el Dia Mundial de la Lucha Contra la Depresión. “En Argentina se piensa que un 10 % de la población se ve afectada por este trastorno”, indicó Raffo
Juan Eduardo Tesone, médico psiquiatra, profesor emérito de la Universidad del Salvador (USAL) y miembro titular de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA), explicó que hay personas que sufren de depresión en un período corto de su vida, pero también existen depresiones crónicas.
En este sentido destacó: “El detonante puede ser un hecho del mundo exterior, como por ejemplo un duelo prolongado, pero no necesariamente. Lo más frecuente es que sea una problemática del mundo interior de la persona, que puede remontarse a la infancia, y cualquier hecho puede desencadenarla”.
“Sin sentido”
“La primera vez que sentí y razoné que podría estar teniendo depresión fue a los 15 años. Ya había pasado un año, más o menos, desde que vivía sin ganas, no estaba motivada por nada, y sentía que mi vida no tenía sentido”, recordó González.
“La depresión, si bien puede ser constante, puede alternar con momentos de paz o a veces, en trastornos bipolares, alternar con períodos de euforia”, remarcó Tesone, que es también psiquiatra asociado de la Universidad de París-Nanterre.
La joven afirmó que vivía sus días en “piloto automático” y que pocas cosas la motivaban. “Lo que más me contuvo, fue empezar teatro. Ese vacío existencial que sentía se llenaba una vez por semana, cuando entraba a la clase, y solo me importaba lo que pasaba ahí dentro, ahí me sentía feliz”, contó. Y completó: “Creo que tener un hobby o un trabajo que te apasione, es clave”.
“Hay que pensar las enfermedades mentales en términos de etapas o momentos. Alguien con una estructura depresiva de base no está todo el tiempo depresivo, puede tener momentos de goce y de disfrute, aunque sean mínimos y acotados a situaciones puntuales”, explicó Raffo.
A las siete González se levantaba, se ponía el uniforme, se planchaba el pelo e iba al colegio. En las clases no podía prestar atención, no se concentraba, estaba acostumbrada a abstraerse de lo que la rodeaba para sumirse en sus propios pensamientos, en ese “lugar vacío” que sentía. A las 17, cuando volvía a su casa, dormía hasta la hora de la cena y luego volvía a adentrarse en sus sueños, para escapar del dolor que sentía. Al día siguiente se despertaba pensando cuándo iba a ser el último día, se secaba las lágrimas y empezaba la rutina en piloto automático. Así todos los días.
“Seguía con mis actividades diarias por obligación, porque era chica, pero todo lo hacía sin ganas”, confesó la joven.
“En la base de los síntomas se revela la existencia de una pérdida no elaborada. No solo una pérdida amorosa, una muerte significativa o una desilusión se encuentran en el curso de un análisis, sino también mínimas pérdidas ignoradas en su significación que sin duda han reactivado otros duelos”, explicó el médico especialista en Psiquiatría y miembro titular de APA, Oscar A. Paulucci.
Síntomas
Los especialistas concuerdan en que el trastorno reúne una serie de síntomas que pueden ser variables de acuerdo a las personas que lo padecen.
Tesone explica que hay algunas características generales como tristeza, irritabilidad, falta de energía, poca voluntad, falta de esperanza, dificultades con el sueño (insomnio o hipersomnia), pérdida de sentido de la vida, trastornos de la alimentación, anorexia, bulimia o ambas, pensamientos oscuros, y ansiedad, entre otros.
“Aplanamiento afectivo, como no poder levantarse de la cama; no tener ganas de higienizarse; aislamiento social; delirio de indignidad, sentir que no sirven para nada o que no merecen que les suceda nada bueno en la vida; tener un sentimiento de culpa exacerbado; pérdida interés o placer por las cosas del mundo exterior”, sumó Raffo.
Cabe destacar que no todas las personas que padecen este trastorno tienen todos los síntomas: puede existir depresión sin tristeza, y la depresión impacta en el cuerpo, a través de diferentes síntomas psicosomáticos que van migrando.
La OMS indica que la depresión puede convertirse en un problema de salud serio, especialmente cuando es de larga duración e intensidad moderada a grave, y puede causar gran sufrimiento y alterar las actividades laborales, escolares y familiares. En el peor de los casos puede incluso llevar al suicidio, siendo la segunda causa de muerte en el grupo etario de 15 a 29 años.
González tuvo pensamientos oscuros en los que deseaba no vivir más porque no le encontraba sentido a su existencia, y la posibilidad de salir de ese “lugar oscuro” era inimaginable. “Sentía que todos podían seguir con su vida mejor sin mí”, recordó.
“Desde el psicoanálisis ofrecemos la posibilidad de escuchar el sufrimiento del sujeto para que pueda ir develándose el conflicto que, inconsciente y repetitivamente, lo ata a un padecer sufriente con empobrecimiento del sentimiento de sí y pérdida de un horizonte de ilusión”, afirmó Paulucci.
“A los 16 empecé a hacer terapia y a los tres o cuatro meses mi psicóloga me dijo que me quería derivar a un psiquiatra para trabajar en conjunto y ver si me podían dar alguna medicación para que estuviera mejor. En ese momento le pedí por favor que no, porque tenía miedo de volverme dependiente a los antidepresivos”, contó la joven, quién aseguró no haber hablado nunca sobre esto con su familia por vergüenza.
“A las únicas que les conté fue a mis amigas, quienes estuvieron para mí en todo momento”, dijo.
“La generalización de un término multívoco como ‘depresiones’ va acompañada de una medicalización creciente del sufrimiento humano y de una reducción de la singularidad del conflicto de cada persona a un trastorno para el cual se ofrece una respuesta psicofarmacológica”, explicó Paulucci y remarcó: “Es frecuente que alguien se presente a la consulta definiéndose como ‘soy depresivo’, demandando medicación sin implicarse en su padecimiento”.
Delfina abandonó la psicóloga porque sentía que no la ayudaba, pero aseguró que, en aquel momento, algunos aspectos de su vida habían mejorado, y otros empeorado: “Estaba entusiasmada por empezar la universidad, pero cuando terminé el colegio no tenía ni una amiga y me sentía muy sola”.
“Seguí viviendo en piloto automático hasta la mitad de mi primer año de facultad. No solo me gustaba la carrera de Comunicación Publicitaria, sino que había conocido a muchas personas que tenían mis mismos intereses, y conocí a las que hoy son mis mejores amigas”, contó. Y detalló: “Aunque la carrera me entusiasmaba, yo sabía que el vacío existencial seguía ahí. Había empezado a pasarla bien y a disfrutar la vida, pero muchas veces el miedo a que el sentimiento de vacío vuelva, me impedía relajarme”.
Hace tres años que la joven hace terapia y según describió: “eso la ayudó mucho”. También admitió que haberse enamorado la ayudó a sentirse mejor, pero que “siempre, muy adentro, en el fondo, está el miedo de que vuelva el sentimiento de vacío existencial”.
Cómo tratarla
“Es fundamental el acompañamiento familiar. De ser posible, que el círculo que rodea al depresivo esté lo más empapado posible de las problemáticas y especificidades de la patología porque esto le va a permitir sobrellevar mejor el padecimiento y, en muchos casos, prevenir recaídas. Qué haya una red afectiva”, aconsejó Raffo.
“En general, las depresiones se curan si la persona logra pedir ayuda y sostener la psicoterapia y eventuales antidepresivos. Es importante que no solo los profesionales de la salud mental puedan detectarla, sino también los médicos clínicos y los pediatras”, indicó Tesone.
En este sentido, agregó: “Es una problemática seria que no conviene dejar a una evolución espontánea, sino que debe ser tratada y contar con el apoyo profesional y de la familia. Si bien la mayoría de las depresiones pueden ser tratadas de manera ambulatoria, a veces se requiere una internación en servicios especializados”.
“La pautas de recuperación, son las evidencias de que el deseo vuelve a fluir. La persona ‘se levanta de la cama’ es decir, del estado depresivo, y recupera la ‘ilusión’ en el sentido de las ganas. Ver gente, reconectar el lazo social, los vínculos afectivos y esencialmente los proyectos, por pequeños o simples que sean. El tono vital traduce una recarga libidinal que estaba en falta”, señaló Gabriela Goldstein, psicoanalista y presidenta de APA.
“Hay actividades que me nutren el día a día: salir con mi novio, con mis amigas, ir al teatro, ir al cine, un asado en familia. Me enfoco en las cosas que me gustan y me hacen bien, me enfoco en el hoy”, expresó González. “Hoy estoy bien”, concluyó con una sonrisa.
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