“Luchadora y valiente”. El homenaje a la activista trans Lohana Berkins a cinco años de su muerte
“Me dijo ‘me voy a morir’ y no me lo podía creer. Siempre pensé que iba a recuperarse. Porque era Lohana Berkins. Ella era la que nos consolaba, decía que no nos pusiéramos mal. Estaba muy amigada con la muerte y no le tenía miedo”, relata a LA NACIÓN su compañera de militancia Graciela Collantes, co-fundadora de la Asociación de Mujeres Argentinas por los Derechos Humanos (AMADH). “Ese viernes nos juntábamos en la quinta de una amiga para hacer una despedida linda. Quería bañarse en la pileta y me pidió que le llevara empanadas de humita, que le gustaban mucho. Pero no dio tiempo, falleció esa madrugada en el sanatorio”, recordó.
El 5 de febrero de 2016, hace hoy cinco años murió Lohana Berkins, tras estar internada varias semanas en un sanatorio de la Ciudad de Buenos Aires, por el agravamiento de la Hepatitis C que llevaba sufriendo varios años.
Lohana Berkins nació el 15 de junio de 1965, en Salvador Mazza, localidad de Salta. A los 13 años fue expulsada de casa por su padre, que le imponía ser un hombre, pero ella ya se sentía travesti. Viajó a Buenos Aires y comenzó su lucha por los derechos humanos, sirviendo de inspiración a muchas activistas de distintos colectivos e ideologías.
Víctimas
En la década del 90, Graciela la conoció en las calles. Ambas eran víctimas del sistema prostituyente y se organizaron para combatir la explotación sexual. “Me dio confianza en un momento en el que no la tenía en nadie. Desde ahí nunca más nos separamos y durante años fue como una tía para mi hija”, relata.
En 1994 fundó la Asociación Lucha por la Identidad Travesti-Transexual (ALITT). La apodaron “la madre de todas las travas”. “Era muy protectora. Y también era muy valiente. Ella transformó el mundo y no se quedó inmersa en el dolor o el resentimiento ante una sociedad que la castigó tanto, como sigue ahora castigando a las travestis y trans. Transformó todo eso en lucha, en organización, en resiliencia; y nos lo transmitió a todas las compañeras”, señaló Florencia Guimaraes, integrante de Furia Trava, que conoció a Berkins a través de su vecina.
Lohana siempre quiso ser maestra. Se anotó en la Escuela Superior Normal nº 3, pero no le reconocían su nombre de mujer. Hizo una denuncia ante la Defensoría del Pueblo y consiguió que se respetara su identidad. Impulsó la Ley 3062 de 2009, que garantiza el derecho a ser diferente y la derogación de obstáculos que impidan la participación en la vida política, económica y social de la comunidad. También, junto a Diana Sacayán, impulsó la Ley de Identidad de Género de 2012, tras haber conformado dos años antes el Frente Nacional.
María Elena Naddeo, activista y directora de Niñez y Género de la Defensoría del Pueblo de CABA, conoció a Berkins en movilizaciones y reuniones. “Existen hoy programas activos de inclusión educativa laboral que Collantes y Berkins, junto a más compañeras, desarrollaron en los 90. Como la derogación de los códigos contravencionales que perseguían a las mujeres en prostitución o a las personas en función de su aspecto”, señaló.
Política
Berkins llevó su activismo a la política. Se convirtió en la primera travesti con un trabajo en el Estado. Fue asesora del legislador por el Partido Comunista Patricio Echegaray, hasta 2002. En 2007 lo fue de Diana Maffía, en la Comisión de Derechos Humanos y en 2012 tuvo a su cargo la Oficina de Identidad de Género y Orientación Sexual, desde el cual capacitó a agentes del poder judicial y a responsables de políticas públicas de distintos ministerios.
“Tenía una visión del mundo muy avanzada, solidaria, luchadora. Su capacidad intelectual y su calidad humana la hicieron imprescindible”, destaca Naddeo.
“Si hoy tengo un trabajo estable se lo debo a ella, me formó y me hizo aprender. Ella debatía, escuchaba y proponía. Siempre pensaba mucho las cosas. Sabía que donde ella fuera, estábamos muy bien representadas porque jamás hacía algo para beneficio propio”, agrega Collantes.
“Se fue solo de forma física, porque su espíritu de lucha sigue presente en todas nosotras. Seguimos sus legados. Cuando la llamabas siempre acudía. Cuando metían presa a una compañera, se plantaba en la puerta de la Comisaría. El día que se aprobó la Ley IVE, me la imaginaba gritando y agitando el pañuelo, como era ella de dicharachera”, relata Guimaraes.
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