Los tiempos internos juegan a la hora de contar el sufrimiento
El abuso sexual de un menor es ante todo un gesto de violencia. Más allá que sea o no acompañado de violencia física, se agrega la existencia de una violencia psíquica. Encuestas epidemiológicas hechas en alrededor de 24 países muestran que "el abuso sexual es un real peligro para un 5% a 20% de todos los niños. Y las niñas tiene entre dos y tres veces más riesgos que los varones".
La coerción hacia los menores puede ser ejercida por la fuerza, la amenaza, el chantaje o la seducción (dimensión hipnótica). Por su inmadurez física y psíquica no está en condiciones de dar su libre consentimiento. Este acto tiene por consecuencia generar una injuria psíquica cuyo efecto disruptivo puede manifestarse inmediatamente en forma de síntomas psicopatológicos (depresión, tentativas de suicidio, encopresis, anorexia) o alojarse en forma de quiste, en silencio, en el inconsciente y hacer eclosión muchos años más tarde, en la adultez, como una verdadera bomba de tiempo. Quizá, cuando la persona ha retomado fuerzas para ponerle palabras a lo acontecido. En las vivencias de la víctima prevalecen los sentimientos de culpa, de vergüenza de su propio cuerpo, de desvalorización y de autoagresión. En el abusador lo más frecuente es la negación y la ausencia de culpabilidad. Es importante que en el momento de la revelación, el adulto que recibe su relato no juzgue ni opine, sino que desencadene los mecanismos necesarios para su protección.
No está de más insistir en que el abuso sexual no lo es solo de su cuerpo, es ante todo un abuso de su persona, un ataque mayor a su propia subjetividad en devenir. Si bien es su cuerpo que paga inicialmente tributo, es toda su identidad que queda atrapada en la cartografía del lenguaje sexual del adulto abusador. Teniendo en cuenta que al momento de la violencia sexual la persona queda paralizada, existe desde hace 30 años en Francia, y recientemente en la Argentina, una ley que dice que el delito no prescribe en los plazos habituales, sino con posterioridad al haber alcanzado la mayoría de edad. Otra ley francesa a considerar por el Poder Legislativo nacional indica que el delito sexual hacia menores cometido por cualquier ciudadano francés en territorio extranjero, será juzgado en territorio francés y por las leyes francesas. La violencia sexual no tiene el privilegio de un fuero propio. Ocurre en el territorio privado del cuerpo de la mujer devastada por el violador que arrasa con su subjetividad.
El autor es médico psiquiatra de la Universidad de París XII y miembro titular de APA
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