Desde adentro, la experiencia de los aviadores que llevan carteles en la playa
Los pilotos que vuelan con publicidades desplegadas sobre la orilla deben ser muy precisos para lograr la travesía con éxito; cómo viven estos tradicionales trabajadores del verano
"Marito" se sienta en la plaza única de su avión. Prende el radiotransmisor, enciende el motor y comienza a carretear por la pista de tierra. A las pocas cuadras, despega, casi perpendicular al suelo. Allí comienza su acrobacia. Da una vuelta en el aire y presiona el comando que suelta la cuerda. Tiene que hacerlo en el momento justo: en el otro extremo de la soga, pende un "tridente" o "garfio", del tamaño de una mano. El aviador debe pasar a la distancia precisa del pequeño "arco" donde está enganchado el cartel. "Tuc". Lo hace de una. La publicidad de ocho metros por quince se despliega gigante en el cielo. Y de ahí, a la playa, a navegar en el viento.
El aeródromo de Pinamar reúne a aviadores de todas las generaciones. Son los encargados de exhibir las gigantografías que vuelan de ida y de vuelta sobre el mar, esa postal inconfundible de la costa atlántica durante el verano. En su historia han trasladado publicidades privadas, mensajes proselitistas y hasta propuestas de amor.
"¿Están seguros de que van a subir? Miren que hace una semana arranqué con esto", bromea Fernando Roig cuando cronista y fotógrafo se prestan a la experiencia. Tiene 60 años y su vuelo de bautismo data de 1980. "Si quieren hacer fotos, le sacamos la puerta", dice mientras desarma el avión. Ya no es un chiste.
Roig es instructor de vuelo y lleva décadas de experiencia. Durante el viaje, el viento zumbará en los oídos y se repetirán las "cosquillas en la panza" en los remolinos. La vista a los médanos, los pinares, el mar y los veraneantes, es privilegiada.
Una cofradía para volar sobre el mar
Los aviones que patrullan la orilla suelen ser monoplaza. Los vuelos duran entre 50 minutos y una hora. Las rutas habituales son Pinamar- Villa Gesell, la ciudad de Mar del Plata y el Partido de la Costa. Si las condiciones del clima ayudan, un aviador puede llegar a hacer hasta cinco vuelos en un día.
Para algunos pilotos, este trabajo es un buen oficio para hacer carrera en la aviación comercial. Es el caso de Agustín Rosso, de 28 años, que hace tres años acumuló las 200 horas de vuelo necesarias para obtener su licencia oficial. "Esto te da mucha práctica, son como vuelos «de potrero». Y es más difícil de pilotear que un avión grande. Debés ser muy preciso y tener en cuenta los vientos, para que el cartel no se te de vuelta y todo salga bien", manifiesta el joven antes de volar. Es el más novato del grupo y desde tierra no le pierden la pista.
La cofradía de los aviadores playeros es muy particular. "El que le erra tres veces con el garfio, paga una cerveza. Si son cinco, un asado", dice la tradición. En general, alquilan una casa en la costa, y se trasladan con sus familias durante enero y febrero. El resto del año, realizan distintas actividades aerocomerciales.
Los pilotos también desarrollan el olfato meteorológico. "Las condiciones del clima son todo. Los vientos son todo. También los extremos de temperatura complican. Y si llueve, el cartel se moja y pesa el doble. Son más los días difíciles que los ideales para volar", explica "Marito" Cardama.
El oficio de aviador también se transmite de generación en generación. Con 37 años, "Marito" es el encargado de Aerotec Argentina , una de las empresas más importantes del país este rubro publicitario. Mario, su padre, fue el fundador de la sociedad. "Mi vuelo de bautismo fue cuando estaba en la panza, lo mismo le sucedió a mis hijos", relata. Asegura que de niño ya ayudaba a pilotear, aunque no llegaba a los pedales. Y a los 16 años y ocho meses, la edad mínima, inició el curso de aviación.
Una tradición que lleva 20 años
No son muchos los aviones que se dedican en la Argentina al trabajo publicitario en la playa. La hora de vuelo con un cartel se cobra entre 5 mil y 6 mil pesos. En un día con buen tiempo, desde el aeródromo de Pinamar salen alrededor de 20 vuelos.
La modalidad lleva más de 20 años de tradición. Sólo algo cambió en el último tiempo: ya no se utilizan los mensajes grabados por altoparlante que solían acompañar los desfiles de los aviones frente a los turistas. "Lo dejaron de usar porque es contaminante y molesto para la gente que está descansando", explican.
Fernando, "Marito" y Agustín tienen distintas trayectorias, pero a la hora de trabajar funcionan como un reloj: mientras uno enrolla el cartel y deja a la soga lista para ser capturada en el aire, el otro se prepara para pilotear y un tercero lo asiste desde tierra. "Es un trabajo en equipo, muy solidario entre todos", aseguran.
¿Alguna vez tuvieron una mala experiencia? Si es así, prefieren no revelarla. "Lo más grave que me ocurrió fue en un baile, cuando encaré a una chica y no me dio ni la hora", vuelve a bromear Fernando.
Agradecimientos: Aeródromo de Pinamar y Aerotec Argentina.
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