Alojarse a distancia de los grandes conglomerados ganó protagonismo en tiempos de pandemia y derivó en un boom turístico para estas vacaciones
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MAR DEL PLATA.— Apenas finalizadas las vacaciones de invierno, causó sorpresa la decisión de poner los precios para el verano de forma tan anticipada. Inusual, pero necesaria: a esa altura del año, las consultas con los propietarios ya se habían activado y corrían en alza. “El 3 agosto publicamos en redes, y a fin de ese mes teníamos alquiladas todas las casas para enero. Y hoy tengo 70 clientes en lista de espera”, confirma Daniela Barbeito, que administra unas 30 propiedades en Mar de Cobo, La Caleta y Parque Lago, a menos de media hora al norte de Mar del Plata.
A una distancia parecida pero con rumbo sur, siempre por la ruta 11, Chapadmalal y barrios aledaños demuestran que son algo más que una moda. La mayoría de las operaciones se hace directo con los propietarios y casi no quedan unidades disponibles, al menos para enero. Apenas algo en barrios privados de la zona, que son parte de otra historia y otros números.
Alojarse a distancia de los grandes conglomerados ganó protagonismo en tiempos de pandemia y derivó en un género turístico que explotó en vísperas de este verano que, a contramano de otros muy buenos de hace tiempo, primero satura los alrededores y tendrá sus últimas plazas en el corazón de los grandes y más tradicionales balnearios.
Esto que pasa aquí nomás se repite en otras playas de la costa bonaerense, desde la cercana Quequén hasta inmediaciones de Monte Hermoso, la favorita de los residentes en Bahía Blanca.
Cobo, La Caleta y Parque Lago, en ese orden, están en proceso de desarrollo urbano y de consolidación como destinos turísticos a 25/30 kilómetros de Mar del Plata, con más de la mitad del recorrido por autovía. Pertenecen al Partido de Mar Chiquita, entre la localidad balnearia que lleva ese nombre y Santa Clara del Mar, ya bien conocidos para los viajeros.
Estos remansos al norte y sur de Mar del Plata tienen un denominador común que tienta al plan de descanso familiar: allí no hay discotecas, bares ruidosos ni atracciones despampanantes. Solo bastante más verde, playas abiertas y desarrollo de inversiones inmobiliarias que los dueños disfrutan o alquilan. Así se generó esta oferta más amplia, tentadora y muy competitiva, con valores todavía por debajo de los de otras ciudades cercanas como Mar del Plata o Pinamar.
Alquilar un chalet o cabaña para cuatro personas promedia en esos tres balnearios los 8000 pesos diarios, siempre con servicios, una generosa superficie parquizada y una distancia al mar no superior a los 1000 metros.
“La pandemia generó la búsqueda de estos lugares más alejados de los amontonamientos de gente y más tranquilos”, explica Martín Méndez, titular de una inmobiliaria de Mar de Cobo que, si bien no hace alquileres, sí ve cómo se multiplicaron las ventas de lotes, muchos de los cuales se destinan a la construcción de dúplex para la renta. “La demanda para el verano es muy alta y lo más destacado es que hay buen movimiento en cualquier fin de semana del año”, destacó. Ese movimiento se notó y mucho durante el último cuatrimestre.
En busca de alojamiento
La disponibilidad para enero, salvo milagros, es casi nula. Muy poco para la primera quincena de febrero, ya que la segunda queda afectada por el temprano inicio de clases en las escuelas metropolitanas. Pero hay casos de alquileres tomados hasta marzo, algunos de ellos por una misma familia. Explican que son de los que combinan vacaciones con homeworking con vista o cercanía al mar.
Por eso durante este último fin de semana largo se notó la decepción de turistas que llegaron para descansar, pero también en busca de elegir alojamiento para el verano. “Se encontraron con todo tomado, salvo algo por ahí perdido que en estos días ya se debe haber alquilado”, remarca Barbeito. Y cuenta el caso de una propiedad que sumó días atrás, cuando ya no tenía nada para ofrecer a la clientela. “Explotó el teléfono, pedían por favor que se las reserve”, confió.
Mauricio, que con su esposa e hija llegó desde Capital Federal con ese doble objetivo de pasear y alquilar para el verano, tuvo más suerte. “Nos costó, pero conseguimos una casita chica, con parque, parrilla y cerca de la playa”, contó a LA NACION. Amigos suyos, que no conocen el lugar y se dejaron seducir por el buen “boca a boca” de estos destinos, están en busca de otras para coincidir en misma fecha.
Después del gran movimiento turístico que se dio con el último feriado, esas calles volvieron a la tranquilidad. El mayor movimiento es de obreros que apuran trabajos para finalizar casas antes de fin de año. Afirman a LA NACION que algunas están reservadas y alquiladas cuando todavía les faltan terminaciones y amueblamiento.
Por Chapadmalal hace rato que los ladrillos y los albañiles son protagonistas del día a día. Es una de las zonas del partido de General Pueyrredon con mayor desarrollo en los últimos años. Una movida que iniciaron hace más de dos décadas quienes arriesgaban a vivir en la naturaleza más abierta. Y que en los últimos años vieron emerger a su alrededor los inicios de algo más grande que un barrio y —en esta última etapa— con un perfil económico más alto.
“Hay mucho más residentes permanentes y con ellos, más el turismo, se abrió una ola de inversiones comerciales y turísticas, desde alojamiento a gastronomía”, reconocen a LA NACION desde Alonso Propiedades, histórica inmobiliaria de la zona. “Es un boom y se ve otro poder adquisitivo”, admiten sobre la calidad de servicios demandados y propiedades construidas o en obra.
Allí sí se ven algunos precios algo más altos. El punto de partida fue de 40 a 50% con respecto al año pasado, que también allí funcionó mejor que en Mar del Plata. Pero la alta demanda les dio un empujoncito más en estas últimas semanas, con poco para elegir.
“El gran cambio por aquí fue con la pandemia”, reconoce Luis De Corral, al frente de Calipso Bed & Breakfast, frente al complejo turístico de Chapadmalal. Los clientes por allí eran en su mayoría surfistas y de repente apareció gente que se quedó sin chance de viajar al exterior y buscó nuevos destinos. “Redescubrieron nuestra costa, que la tienen a un tanque de nafta, sin check in ni dólares, en pesos y hasta cuotas”, dijo a LA NACION. Ya el pasado verano tuvieron un gran anticipo. Este, acá nomás, se espera con ocupación plena.
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