Los presidentes y las calles porteñas
Juárez Celman pasó al olvido, Pedro Aramburu tiene una plaza y Héctor Cámpora puede ser autopista
Aunque la Legislatura porteña tiene previsto rendir homenaje al efímero Héctor J. Cámpora designando con su nombre la autopista urbana que se erige sobre la avenida Lacarra (como lo informó LA NACION el jueves 28 de junio), ninguna norma obliga a que los presidentes argentinos sean recordados con una calle u otro espacio público. De hecho, el presidente Miguel Juárez Celman (1886-1890), cuñado y sucesor de Julio A. Roca, no figura en el mapa de la ciudad. Tampoco está el presidente provisional Raúl Lastiri, yerno de José López Rega y sucesor de Cámpora porque, a diferencia de éste, nunca nadie propuso recordarlo.
La selección no pasa por la longitud del mandato desempeñado ni por cuestiones de votos o botas: la memoria del general Eduardo Lonardi, el líder del golpe de 1955 y que apenas gobernó un par de meses, ha sido homenajeada con una plaza en Villa Pueyrredón. Y la del general Pedro E. Aramburu, que completó la Revolución Libertadora, es evocada con otra plaza en Avellaneda y Donato Alvarez.
Cámpora, cuya administración de 46 días quedó asociada con el auge de los Montoneros, no será el primero sujeto a opiniones encontradas de la nomenclatura porteña. La antigua tradición de imponer a las calles nombres de figuras públicas siempre avivó fricciones con la historia, zanjadas en la geografía urbana según la voluntad inapelable del poder de turno. No hay que ir más lejos de la avenida Monroe para ilustrarlo: Monroe (por James Monroe, el quinto presidente de Estados Unidos, autor de la doctrina que proclamó "América para los americanos") se llamó durante el tercer gobierno peronista Juan Manuel de Rosas. Y volvió a ser Monroe en 1976, gobierno militar mediante. En Buenos Aires, ninguna calle lleva hoy el nombre del principal dirigente de la Confederación Argentina, un líder que -como Perón- apreciaba que su apellido sirviera para designar lugares públicos.
Precursor de la tendencia a bautizar autopistas a falta de calles, el nombre de Arturo Illia en la prolongación Norte de la avenida Nueve de Julio evitó en su momento que se insistiera con la idea de cuño radical de que la avenida Córdoba pasara a ser la avenida Illia o bien que sucumbiera la calle Cerrito.
El último presidente que devino calle fue Perón, en 1984. La imposición de su nombre a la vieja Cangallo, que desde 1895 evocaba al pueblo del Perú destruido por los realistas tras su tercera sublevación en apoyo a la causa de la Independencia, levantó polvareda y dejó una enseñanza. En lo que hace a la sustitución, la polvareda sólo se apaciguó cuando Perón (la calle) en 1989 le devolvió la última de sus 46 cuadras a Cangallo y quedó en 45. En cien metros, Cangallo apenas cumple hoy el trámite de desembocar en Parque Centenario.
Antes no existían las autopistas, pero estaban las plazas. A Agustín P. Justo (1932-38), presidente insignia de la época del fraude, no le correspondió calle ni plaza: lleva su nombre una plazoleta, la que está ladeada por Moreno, Espora, Belgrano y Paseo Colón, frente a la sede del Ejército. Es posible circular por la calle Roberto Ortiz y por la avenida Ramón Castillo. En cambio, Edelmiro J. Farrell, el presidente que se sintió forzado a declararle la guerra a Alemania a los postres de la Segunda Guerra Mundial, no fue de la partida.
Es curioso: Buenos Aires recuerda a los generales de la Libertadora en el 55 y no a los de la Revolución del 43, en cuyo seno Perón amasó su destino político.
Sorprende también el hecho de que María Eva Duarte de Perón no hubiera sido homenajeada sino hasta en 1995 con una avenida (la vieja avenida del Trabajo).
Es verdad que los apellidos repetidos, sobre todo cuando se omite el nombre, pueden despistar. La calle Guido no evoca a José María Guido, único presidente civil de facto, quien no mereció calle, sino al brigadier general Tomás Guido (1788-1866), cuyas credenciales patrióticas, tras luchar junto a Moreno, a San Martín y a Bolívar, nadie discutiría.
En cambio, el Puente Uriburu (o Puente Alsina), no recuerda al presidente constitucional José Evaristo Uriburu (que tiene su propia calle) sino a su sobrino, el general golpista José Félix Uriburu, quien dirigió el derrocamiento de Irigoyen en 1930.
Pero la homonimia no siempre es necia. Hace poco sirvió para resolver el caso de la calle Antonio Machado Carballo, que rendía honores al portugués que introdujo en Buenos Aires la vacuna contra la viruela. Pero esa era la mitad de la historia.
La otra explicaba que el hombre era traficante de esclavos, causa y razón de sus desvelos de aspecto humanitario. Luego, la calle perdió el segundo apellido y pasó a evocar a Antonio Machado, el gran poeta español.
La ciudad, está claro, no es una enciclopedia que intercala héroes y villanos, sabios y mafiosos de película, sin saltear ninguno. Como la conciencia colectiva se mueve y evoluciona, muchas veces quedan plasmadas intenciones pacifistas -¿dónde mejor que en la esquina de Estado de Israel y Palestina?
Cuestión de Ley
- La ley porteña 83, de 1998, dice que sólo se le podrá cambiar el nombre a una calle en caso de que se descubran duplicaciones o que "se presenten dificultades por conformación topográfica". Autoriza a darle nombre a las calles que no los tuvieren (como ocurrió en Puerto Madero, donde sólo se impusieron nombres de mujeres), pero habla de "resguardar la permanencia" y exige "sólidas razones de naturaleza institucional, histórica o cultural".
Cuestión de historia
Juan Manuel de Rosas
- Durante el tercer gobierno de J. D. Perón la avenida Monroe llevó el nombre J. M. de Rosas. Duró hasta 1976, cuando le fue restituido el anterior. Hoy ninguna calle lo recuerda.
Eduardo Lonardi
- El primer presidente de la Revolución Libertadora que, en 1955, derrocó a Perón tampoco tiene calle propia. Sí tiene una plaza en Villa Pueyrredón, lo mismo que Pedro Eugenio Aramburu, que tiene la suya en Caballito.
Héctor J. Cámpora
- Si prospera el proyecto de la diputada frepasista Delia Bisutti, Cámpora tendrá autopista propia. La AU 7 que corre sobre la avenida Lacarra llevará el nombre del que fue presidente por 46 días.