Los ponchos que usó Cristina durante la campaña y sus significados
Poncho patrio, celeste y blancopara cerrar la campaña en Mar del Plata. Poncho de lana de oveja, hilado en rueca sin teñir, similar al que usaba San Martín, para hablar en La Pampa el día de la Lealtad peronista. Una versión libre del poncho catamarqueño para presentarse ante la multitud en el Monumento de la Bandera, en Rosario. El poncho se convirtió en la prenda más elegida por la candidata a vicepresidenta del Frente de Todos, Cristina Fernández de Kirchner, durante el último tramo de la campaña. Decisión que se llevó tantos elogios como críticas. Ya hace dos años, la gobernadora María Eugenia Vidal le apuntó al poncho: "Cuando vos te ponés el poncho porque creés que te va a dar votos, se nota", dijo en julio de 2017.
El poncho es una de las prendas que más identifica a la tradición argentina. Sin embargo, lo que pocos conocen es que cada provincia tiene su propio poncho, en algunos casos, consagrado en una ley provincial. Y que a su vez, cada poncho tiene su significado, entramado, tejido y diseño. Como una suerte de bandera o "camiseta de fútbol". Porque el poncho indica pertenencia.
Hacer un poncho artesanal demanda esfuerzo: entre uno y cuatro meses. Insume un kilo o un kilo y medio de lana, que puede ser de oveja, llama, vicuña o guanaco. Originalmente era una prenda multiuso, que servía de abrigo, era impermeable por su tejido tupido, y también ofrecía protección simbólica a su portador. Los primeros en usarlo fueron los nazcas y los incas y después lo adoptaron otros pueblos andinos. Durante el día era la prenda de abrigo y, de noche, la manta para dormir. Servía incluso como prenda mortuoria el día del funeral.
Cuando Sebastián Gaboto remontó el río Paraná en 1529, se encontró con muchos hombres vestidos con ponchos, todos iguales: pertenecían a un mismo pueblo. Más adelante, el poncho se convirtió en uno de los regalos más significativos que los aborígenes podían hacerla al hombre blanco. Era el símbolo de la paz. Durante el encuentro entre el cacique Mariano Rosas y el general Lucio Mansilla, éste le regaló su poncho y le dijo: "Si alguna vez no hay paces, mis indios no lo han de matar, hermano, viéndole el poncho".
Por eso cada pueblo y después cada provincia tenía el propio. Para identificar a un pueblo y a una tradición. Los gauchos incorporaron la prenda. Y se conoce que las mujeres les tejían a sus maridos los ponchos antes de que partieran a las guerras de la independencia.
La historia cuenta que, en ocasiones, se convirtieron en banderas: Dorrego hizo flamear su poncho azul y blanco, atado al campanario de la Merced, y el general Urquiza, luego de la batalla de Caseros, se calzó el poncho blanco para entrar en Buenos Aires como mensajero de paz. Domingo Sarmiento usaba un poncho paraguayo, tejido en seda; Mansilla, el poncho ranquel que le obsequió el cacique; el general José de San Martín, un poncho de vicuña o alpaca blanco; y Juan Manuel de Rosas, un poncho de seda tejido en un paño, con bordados. Todos ellos forman parte de la colección de ponchos históricos del Museo Nacional de Arte Decorativo.
Quizás uno de los más recordados sea el poncho de Güemes, rojo y negro, ese que se convirtió en un ícono de la Guerra Gaucha y que también se conoce como el poncho salteño. Muchos creen que el rojo se debe a la sangre derramada y el negro al luto por la muerte del general. Pero, en realidad, se debe a que un poncho rojo regalado a un cacique, explica el historiador Roberto Vega, lo consagraba como un gran guerrero.
Salta es una de las provincias que tiene más larga tradición en la fabricación de ponchos, junto a Catamarca, Jujuy, Neuquén, Río Negro y Tucumán. Pero allí los tejen, casi siempre, los hombres, mientras que en el resto de las provincias son de mujeres las manos mágicas atrás del tejido.
Como ocurrió con el poncho que usó Cristina en La Pampa, un regalo que le hizo el gobernador de esa provincia, Carlos Verna: fue Elvira Toledo, una artesana de 63 años, que tejió un poncho de lana de oveja muy fina, hilada en rueca, sin teñir, que mide 1,15 por 2,40 metros y que pesa un kilo.
El poncho que usó Cristina en el cierre de campaña, en Mar del Plata es el poncho patrio: de tela celeste con guarda y flecos. Es de uso oficial y representa al país. Apareció por primera vez después de 1810, como parte del uniforme del "Regimiento de Dragones de la Patria". Era azul y tenía forma de capa. Fue usado hasta principios del siglo XX por la policía y por el ejército. Era oscuro con forro de bayeta roja, cuello y abertura con botones. No llevaba flecos. Con el tiempo, mutó: aparecieron las guardas en color blanco y el color azul se convirtió en celeste para reflejar la bandera. Y se le agregaron flecos blancos (no celestes como los del poncho de la candidata a vicepresidente).
No todos los ponchos son iguales. Los expertos dividen los ponchos en tres regiones: ponchos del Norte, pampeanos y del Sur.
Los ponchos de llama, guanaco, alpaca o vicuña son más caros, porque se necesita esquilar a unos 15 animales para tejer un manto. En el norte, la esquila se hace en noviembre y diciembre en una ceremonia en la que se homenajea a los animales con cintas de colores y se agradece a la Pachamama por la lana.
Según se explica en la página de la Secretaría de Cultura de la Nación, el paisaje es fundamental en el diseño y en los colores de los hilos, ya que originariamente se usaban tintes naturales: los rojos, del ceibo, los azules de las moras, los verdes del molle, los amarillos de la mikuma y del ruibarbo, el dorado. También se usaban la cáscara de nuez y la yerba mate, el algarrobo y la remolacha.
El poncho patagónico es el que retoma la herencia de los mapuches y de la Araucanía. A diferencia de los ponchos del norte, se teje en un solo paño, y el telar es vertical. Se usa lana de oveja. Y las guardas son parte del tejido, no aplicadas por fuera, como algunos de los ponchos pampeanos.
El poncho salteño se teje en telar criollo, es de dos paños que se unen con una costura zigzag. El de Santiago del Estero, llamado poncho atamisqueño, se hace con lana hilada muy fina y teñida con tintes de árboles del monte, como quebracho y algarrobo. Tiene guardas decoradas que recorren todo el poncho.
El poncho jujeño es de tonos marrones, con dos guardas blancas a los costados y cosido en dos paños. Los ponchos de Formosa y Misiones, llevan la impronta de la influencia jesuita y perdieron la iconografía indígena: esto porque en las reducciones jesuíticas se les ordenó eliminar "lo mágico", todos los los signos de la cosmovisión local, lo que los europeos consideraban fetichismo.
Los ponchos del centro del país se caracterizan por la guarda pampa. El tradicional poncho pampeano se teje en telar vertical, con pelo de guanaco y lana de oveja a partir de la influencia hispánica. El de Córdoba es blanco, con guardas de diseño comechingón y el motivo más usado es la guarda culebraica, tal como se suele ver en el festival de Cosquín.
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