Los pollos de Mazzorín: mitos y verdades de una importación de alimentos polémica
En 1986, el Secretario de Comercio de Raúl Alfonsín, Ricardo Mazzorín, importó de 38 mil toneladas de pollos desde Hungría, un proceso que terminaría en escándalo y derivaría en su renuncia
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Entre las medidas que anunció el Ministerio de Economía, a cargo de Sergio Massa, el pasado fin de semana para intentar bajar la inflación desbocada que afecta a los argentinos se encuentra la de importar alimentos con el objetivo de que bajen los precios de los productos locales. Esta disposición aún no ha sido implementada pero, de todas formas, trajo de inmediato a la memoria colectiva de los mayores de 45 años una importación masiva que se produjo en el país en la década del ‘80 y que terminó en escándalo y con un funcionario eyectado de su cargo. El caso que pasó a la historia como el de ‘los pollos de Mazzorín’.
Ricardo Mazzorín era el Secretario de Comercio Interior del gobierno de Raúl Alfonsín, entre los años 1986 y 1988. El funcionario fue el responsable de la llegada a la Argentina de unas 38.103 toneladas de pollo importadas desde Hungría y otros países. Lo que quedó como recuerdo de este caso es que hubo una gran cantidad de esta mercadería que se echó a perder y debió ser arrojada al cinturón ecológico de la Ceamse, por lo que la importación resultó un tremendo fracaso y un gasto millonario al erario público que se llegó a calcular en 50 millones de dólares.
Pero, al analizar los archivos de este episodio de la economía alfonsinista, se hace necesario realizar algunas aclaraciones. En principio, se puede señalar que de la totalidad de los pollos importados bajo la gestión de Mazzorín, solo un 20 por ciento fue declarado por el Servicio Nacional de Calidad Agroalimentaria (Senasa) como no apto para el consumo humano y debió ser desechado o derivado a otros usos no alimentarios.
Si bien el escándalo de los pollos saltó a la luz pública en 1988, Mazzorín comenzó con la importación de pollos en el último trimestre de 1986 y el proceso continuó hasta el primer trimestre de 1987. El ministro de economía de entonces era Juan Vital Sourrouille, que había implementado en 1985 el Plan Austral, un proyecto económico que arrancó, entre otras cosas, con el cambio de la moneda y con un congelamiento de precios. Cuando a comienzos del ‘86 se sale del congelamiento, la presión inflacionaria se notó más en los precios de los alimentos frescos. Además, las subas en la carne llevaban a los consumidores a comprar pollo, por lo que se pensó en importar para evitar problemas de stock de las empresas avícolas.
“Evitamos que los precios se dispararan y no tuvimos necesidad de vender a precios subsidiados, sino a los que en aquellos momentos eran los precios máximos para el producto”, decía el propio Mazzorín a LA NACION en 1992, en defensa de su idea de importar pollos.
Las toneladas importadas y las desechadas
De las 38.103 toneladas importadas a la Argentina en tiempos de Mazzorín, 17 llegaron de Hungría. El resto provino de Francia, Yugoslavia, Brasil, Venezuela y Uruguay. La información oficial publicada por este medio entonces señalaba que por los pollos el Estado había pagado US$ 34.188.327.
Ahora bien, de todo ese producto, para el mes de junio de 1988, 2000 toneladas fueron reexportadas a Cuba y 11.000 fueron consumidas en el mercado interno (con un ingreso de US$12.000.000). En tanto, unas 250 toneladas fueron decomisadas por el Senasa y fueron usadas para relleno del cinturón ecológico y otras 6000 toneladas fueron interdictas por el mencionado organismo, ya que no eran aptas para el consumo humano por encontrarse rancias por fecha vencida. Y otras 1000 toneladas estaban en una situación similar, solo que podían ser destinadas al uso como fertilizante o grasas.
Otro detalle no menor que es necesario anotar es que, en concepto de mantener congelados los pollos en diversos frigoríficos de la Argentina, el estado llevaba gastados hasta junio de 1988 unos US$11.500.000.
De modo que, si se resta la cantidad de pollos enumerada arriba, de las 38.000 toneladas de pollo importadas quedaban aún en el mercado unos 16.500, en su mayoría aptas para el consumo humano. Así, en resumen y tras hacer un simple cálculo, la cantidad de este producto avícola que debió ser desechado es algo menor al 20 por ciento del total importado.
Cuestionamientos y renuncia
Pero el impacto de las imágenes televisivas en las que camiones de basura arrojaban al inmenso basural de Ceamse toneladas de pollos, más los rumores de que incluso existían pollos ‘radiactivos’ importados de Chernobyl, pusieron al Secretario de Comercio al borde de su dimisión.
A esto se le sumó un constante cuestionamiento a este funcionario por parte algunos opositores, como el diputado justicialista Alberto Pierri o, en especial, el diputado de la Unión Centro Democrática (UCeDe), Alberto Albamonte. Este legislador llegó a decir en declaraciones televisivas que los pollos en mal estado habían sido lavados con lavandina y puestos luego en vinagre para ingresar al mercado de consumo -algo negado por el juez federal que tenía la causa de los pollos, Miguel Pons.
El hombre de la UCeDe, que aseguraba que la pérdida para el estado por los pollos fue de US$50.000.000, aprovechó también para criticar al gobierno a través de su secretario de comercio. “Mazzorín es un símbolo de un partido (UCR) en decadencia y de un país en decadencia. Si todo el plan económico de Sourruille y Alfonsín está basado en este tipo de negocios, yo creo que algo habrá que cambiar en la Argentina”, dijo en declaraciones a LA NACION.
Finalmente, el 24 de junio de 1988, el Ministerio de Economía anunciaba a través de un comunicado la renuncia de Ricardo Mazzorín al cargo de Secretario de Comercio. El palacio de Hacienda transmitía en dicho que “lamentaba la decisión adoptada por uno de sus colaboradores más estrechos, al tiempo que ratifica las decisiones por él tomadas (...) tendientes a estabilizar el precio de los alimentos y defender los intereses de los consumidores”.
Cinco años después, los pollos vuelven a Europa del Este
Poco tiempo después, en agosto, el juez Pons procesó a Mazzorín por incumplimiento de los deberes de funcionario público y falsedad ideológica de instrumento público. En 1995, el exsecretario de Comercio fue sobreseído.
En el año 1992, aún quedaban unas 12.340 toneladas de los famosos pollos de Mazzorín, que pasaron finalmente a manos de frigoríficos privados. De esta forma, el Estado se deshacía, cinco años después de su adquisición y bajo otro signo político, de esa importación que tantos dolores de cabeza le había traído al exSecretario de Comercio.
Un año después, se anunciaba la venta de estos pollos, en manos de los frigoríficos Pampa, Pilaró y Guaicos, a Rusia. Las aves volvían así a Europa del este, adquiridas por el Ministerio de Defensa Ruso, que pagó unos US$4000 por tonelada. Lo curioso es que los pollos todavía eran aptos para el consumo humano si previamente se les realizaba un proceso de ‘termoprocesado’, como aseguró entonces en declaraciones televisivas Carlos Cavándoli, funcionario de Senasa.
Ese mismo año de 1992, en declaraciones a LA NACION y reivindicando su importación, el propio Mazzorín dijo: “¿Vio? Los pollos tienen más de cinco años y todavía sirven. Es una lástima que hayan tardado tanto tiempo en reconocerlo”.
Pero lo cierto es que, pese a estas medidas importadoras, la inflación en el período en que se compraron las aves del exterior no se tranquilizó. Según un informe que el propio Mazzorín elevó a la Fiscalía Nacional de Investigaciones Administrativas en junio de 1988, el precio del pollo, entre agosto de 1986 y abril de 1988 subió un 320 por ciento. Sin embargo, y esto a favor de Mazzorín, la suba fue menor al nivel general de precios al consumidor en el mismo período, que fue de 458 por ciento.
Después de eso, con pollos o sin ellos, la inflación no hizo más que seguir subiendo.
Con la colaboración de Juan Trenado
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