“Los políticos no entienden de ciencia, pero no es su culpa”, dice un destacado asesor científico canadiense
Remi Quirion, jefe de científicos de la provincia de Quebec, habló con LA NACION sobre el arte de aconsejar gobiernos durante la pandemia
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MEDELLÍN, Colombia.– Una de las novedades que trajo la última pandemia en todo el mundo fue la aparición estelar de científicos, médicos e investigadores en reuniones con políticos, ruedas de prensa y entrevistas en horario central. No siempre salieron indemnes de tanta exposición –algo que no consigue casi nadie, por otra parte–, pero para algunos esta aparición como “estrellas de rock” marca un cambio que puede tornarse útil para manejar otras crisis, sean de salud o ambientales.
Cuando llegó el Covid, Remi Quirion ya tenía mucha experiencia como jefe de científicos de la provincia canadiense de Quebec, pero se sorprendió al verse en primeras planas y ser reconocido en las calles hasta por los niños. Para entonces llevaba un tiempo de creada la organización que ahora preside, llamada INGSA (International Network for Government Science Advice, Red internacional de asesoramiento científico gubernamental), que reúne a científicos de todo el mundo que dan consejos a gobiernos y ya llevó a cabo un taller en Buenos Aires, entre otras actividades en diversos lugares del globo.
En esta charla, en el marco de la Conferencia Mundial de Periodistas Científicos –WCSJ, llevada a cabo esta semana en Medellín– Quirion habló con LA NACION sobre el difícil arte de aconsejar gobiernos durante la pandemia, los líos de esta relación con los políticos y qué se puede hacer en el mundo por el analfabetismo científico.
–¿Cómo se formó INGSA?
–Fue fundada en 2015, durante una reunión que se hizo en Nueva Zelanda de consejeros de ciencia de todo el mundo, con la idea de tener un grupo, no un club, sino un grupo para el intercambio de las mejores prácticas respecto de cómo aconsejar a los gobiernos. Durante un par de años siguió así, un grupo con un interés particular. En 2017 establecimos “capítulos”, el primero fue en África y allí fuimos. Y luego en América Latina y Asia. Primero en el Sur Global, para sumar capacidades y hacer una especie de escuela de entrenamiento que en general deciden los organizadores locales en función de un tópico de interés.
–¿Y cómo funciona ese entrenamiento?
–Invitamos entre 20 y 24 personas, un grupo reducido, y durante dos o tres días hacemos un taller con roles, donde algunos asumen el rol de ser presidentes, primeros ministros, el líder de la oposición, ONGS, gremios, público, asesores. Es increíble lo bien que sale. Desde que soy presidente [2021] queremos tener también el capítulo de Estados Unidos y Europa y sumar estudiantes de ciencia para que vean cómo funciona el asesoramiento científico en cada uno de los lugares. Es importante para nosotros tener en cuenta las culturas y las lenguas, no se puede dar el mismo consejo siempre.
–¿Existe una respuesta a la pregunta de cómo asesorar a un Gobierno con un ángulo científico?
–Una cosa que sabíamos y confirmamos con la pandemia es que no se puede construir un sistema en medio de una crisis, como fue la pandemia. Se necesita tener un método y un grupo previos, así cuando llega la emergencia se sabe cómo actuar y a quién apelar. En cada lugar fue distinta la reacción: en Quebec ya teníamos ese grupo, en otros lugares fue la Academia o un grupo específico formado el que dio consejos durante la pandemia. Lo que me pasó a mí en Quebec fue que cuando emergió la crisis me llamaron y lo primero que les dije fue sinceramente “no sé, no sabemos nada del virus”, a lo que el primer ministro [de Quebec] me respondió que no podía ir a una conferencia de prensa y decir que no se sabe nada porque la gente podía aterrorizarse. Lo que aprendimos es que tenemos que tener gente preparada, mecanismos; por eso INGSA empezó a hacerse más popular tras la pandemia y ahora tenemos 5000 miembros en todo el mundo, incluso en pequeños países que son islas del Pacífico con poca población piden relacionarse con miembros de Australia y Nueva Zelanda.
–¿Se puede usar algo de lo aprendido para manejar el cambio climático?
–El Covid fue algo agudo, dramático, algún familiar o conocido murió seguramente por la enfermedad. El cambio climático, en cambio, es un poco más abstracto, parece como que se puede esperar un día, una semana, seis meses para actuar, puedo comprar otro auto. Esa es una idea que debería modificarse.
–¿Cómo se hace con la narrativa del cambio climático y cierta tendencia al apocalipsis? Algunos piensan que el terror lleva a la inacción.
–Sí, algunos informes como los del IPCC son un poco fuertes y quizás apocalípticos. El último, de hace unos diez días, dijo que hay que terminar con la industria del carbón y los combustibles fósiles. Sí, es verdad, pero no es tan fácil. Veamos el tema de los autos eléctricos, algunos pueden usarlos, pero para el Sur Global es mucho más difícil. Creo que un poco lo que impulsamos desde INGSA y mi trabajo como jefe de científicos en Quebec es la adaptación a la situación y dar esperanza, porque la hay. Ver por ejemplo cómo lidiar en las ciudades cuando haya inundaciones por exceso de lluvias. Hay muchos expertos que pueden ofrecer soluciones concretas a gobiernos y ciudadanos. El desafío sigue ahí afuera. Claro que son soluciones que demandan inversiones. Entonces creo que hay una respuesta en términos de resiliencia y eso es lo que planteamos cada vez más.
–En su experiencia y la de sus colegas, ¿cree que los políticos entienden de ciencia?
–No, no, y probablemente un poco puede ser culpa de nosotros también de no interactuar más con los decisores políticos, pero asimismo pienso que se trata de otro tipo de carrera y otro tipo de trabajo. Lo que intentamos es que estén más conscientes, y es algo que creo que se revalorizó con la pandemia: “Oh, estos tipos [los expertos] existen y saben, mejor consultarlos”. Y también es parte de nuestra tarea saber que no siempre siguen nuestros consejos, porque también tienen en cuenta otros factores como la economía, la sociedad civil, muchos aspectos más. Lo importante es que al menos nos escuchen. Tenemos que ser muy claros a la hora de explicarles el asunto. Lo que yo hice en pandemia es tener un plan A y un plan B. A veces no les gustaba ninguno de los dos, por razones económicas, o incluso logísticas. Pero en ese panorama cada tanto venían y preguntaban “qué opinás de esto o de aquello”. A veces mi respuesta era “ni idea”, pero me instaban a consultar a otros científicos a investigar el tema y volver con un par de recomendaciones. Antes de la pandemia, el primer ministro de Quebec no sabía que yo existía aunque trabajaba como jefe de científicos desde hacía años. Básicamente, se trata de dos mundos diferentes, el de la ciencia y el de la política; sin embargo, se pueden encontrar oportunidades para el maridaje, para que tengan vínculos entre ellas. Aquí también juegan un papel importante los periodistas científicos para llevar ese vínculo también al público y a los políticos.
–¿Qué le sucede interiormente cuando los políticos no siguen sus consejos, se enoja?
–Antes, cuando trabajaba solo como investigador en Montreal, cuando me rechazaban una financiación particular, discutía, me enojaba y les decía que no entendían nada, que estaban llenos de mierda (sic), no saben nada de lo que hacen. Pero la verdad es que ahora no, yo no tomo decisiones: lo que hago es dar sugerencias que para mí tienen sentido. Una vez un ministro de salud me dijo: “si querés tomar vos las decisiones, formá un partido político y ganá las elecciones”.
–O sea que no estamos cerca de un Gobierno de científicos, como postulaba Platón en su República.
–[Ríe] No, no, no. Mirá, en algún sentido tenemos suerte, porque usualmente un mandato político dura cuatro o cinco años y yo voy ya por la asesoría de mi cuarto primer ministro de Quebec de tres partidos diferentes. Y, por ejemplo, ya sé que al principio de sus mandatos están con más voluntad de hacer y probar cosas, luego llega el período de elecciones y se retraen un poco.
–Además de los políticos, están los ciudadanos. ¿Cuál le parece que fue la reacción general frente a la pandemia y los consejos que dieron? Por ejemplo, el líder de los consejeros de la presidencia de Estados Unidos, Anthony Fauci, sufrió amenazas varias y hasta lo acusaban de la pandemia misma.
–Para nosotros, es importante que haya cada vez más alfabetismo científico, más contacto con la ciencia desde la escuela primaria y durante toda la vida. Lo necesitamos como una meta. En general, en Quebec la gente apoya a la ciencia. De todos modos, hay que cambiar la perspectiva de que “nosotros los científicos sabemos todo y ellos no saben nada”, cambiar esa interacción con el público en general. Durante la pandemia, los líderes políticos daban conferencias de prensa todos los días, yo participé en varias y de repente la gente y los niños me reconocían por la calle. Sucedió que cuando vino la segunda ola por las nuevas variantes el Gobierno no tomaba ninguna decisión y a mí me hicieron una consulta periodística y dije lo que pensaba, que entrábamos en la segunda ola. Fue tapa en los diarios y me llamaron para retarme, “no sos vos quien tiene que decirlo”. Unos meses después, antes de Navidad, se decidió la cuarentena fuerte y dijeron que lo hacían en base a datos científicos. Pero no era así y eso me enojó bastante. Entonces decidimos que las conferencias de los científicos van por un lado y la de los políticos por otro, que estén disociadas. Porque no somos el Gobierno, tenemos independencia. Ahora tenemos un nuevo programa para involucrar al público con temas de ciencia y ambiente. Somos los que relacionamos a gente con expertos: por ejemplo, nos consultan si un río de repente está amarillo y nosotros hablamos con un investigador para tener una respuesta.
–De todos modos, da la impresión de que es optimista respecto del futuro, pese a todo.
–Sí, siempre. Está basado ese optimismo en la humanidad, en la filosofía humana, el espíritu. La ciencia ayuda, pero no es una finalidad en sí misma. La Inteligencia Artificial es una herramienta fabulosa, pero si a la gente no le gusta estamos perdiendo el tiempo. Los transgénicos tienen oposición en Europa, y creo que es porque no se habló lo suficiente desde la ciencia al principio, los pros y contras. Lo mismo con el cambio climático, creo que tenemos un futuro, aunque con dificultades por supuesto.
–¿Qué consejo da contra las fake news?
–No es algo nuevo, desde luego, hace cientos de años que existen. Por supuesto, con una pandemia en la que hubo redes sociales se dispersaron más rápido, sobre todo si tenemos en cuenta que las malas noticias son más virales que las buenas. Lo que decidimos hacer es intentar promover la investigación sobre estos temas, entender más sobre fake news, saber cómo se generan. Y llegamos a la conclusión de que no vale la pena responder a los que dicen que el Covid no existe, o que la Tierra es plana. Pero hay un grupo alrededor de este núcleo que son un poco más suaves, y entonces tratamos de entender por qué piensan de esta manera, qué los lleva a pensar que Bill Gates usa al Covid para manejar el mundo. Hay varios expertos en Canadá en este tema que buscan saber más el por qué, pero necesitamos también que sea un esfuerzo global porque hay gente que piensa así en todo el mundo. Hay que tener en cuenta que en cada lugar hay cultura, religión y formas de vida distintas que hay que tomar en cuenta. No se puede ir a África y decir “ustedes están todos equivocados”. Para eso se necesita también de la colaboración de las ciencias sociales y ofrecer en el futuro alternativas a estas visiones equivocadas.
–En algunos países de África, por ejemplo, se asocian las vacunas al poder blanco y al colonialismo, por eso muchos dudan en colocárselas.
–El proceso de ciencia, el método, debe incluir gente local, sus comunidades, y no atacar las religiones, las ideas de dios que pueden tener. Pero también esa resistencia a las vacunas se vio en países como Estados Unidos. Si creés que la tierra es plana, con todas las evidencias que hay… bueno, qué sé yo. Pero si creés que el Covid no existe y no te vacunás, hay gente que puede morir, entonces las consecuencias de una y otra creencias son distintas.
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