Los parques y las plazas mejoran nuestra salud, pero no todas las personas pueden disfrutarlos por igual
La cuestión de cómo el diseño de las ciudades impacta en la salud de sus poblaciones es materia de estudio desde su auge en el siglo XIX
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La migración de la clase obrera naciente a las ciudades hacía necesaria una rápida urbanización que pudiera asimilar todo el movimiento de personas. Sin embargo, este crecimiento llevaba aparejadas unas condiciones de vida que ya entonces marcaban diferencias en la esperanza de vida entre los barrios.
En las últimas décadas han proliferado los estudios sobre salud urbana en el campo de la epidemiología. Estos buscan analizar qué elementos del entramado urbano guardan una relación con los niveles de salud y cuál es el sentido y la magnitud de esta asociación.
La evidencia obtenida pretende informar de qué políticas públicas en materia de urbanismo pueden implementarse con el fin de mejorar los niveles de salud de la población y de reducir las inequidades en salud.
Uno de los elementos más analizados por su capacidad de mejorar la salud es la disponibilidad de parques urbanos. Estos son definidos como espacios verdes que, por su tamaño y características, permiten socializar y realizar actividades en ellos.
La relación entre parques y salud
Los parques pueden mejorar los niveles de salud de los habitantes de la ciudad por tres mecanismos diferentes:
- Actividad física. Numerosos estudios han observado una asociación positiva entre la presencia de parques y los niveles de actividad física. Estos lugares serían un espacio utilizado para realizar diferentes tipos de actividades, en solitario o en grupo, que podrían aumentar la cantidad de minutos dedicados a la actividad física. Algunos estudios han observado que cualquier incremento en la actividad física, por pequeño que sea, conlleva una serie de beneficios para la salud en términos de reducción de la mortalidad por todas las causas.
- Salud mental. La proximidad con los espacios verdes se ha relacionado en diversos estudios tanto con una mejor salud autopercibida como con mejores resultados en salud mental. Esto ayuda a reducir el estrés.
- Reducción de daños. Estos espacios verdes permiten reducir los niveles de diferentes contaminantes atmosféricos, mitigar el efecto de las “islas de calor” en las ciudades, o incluso el impacto del ruido en la salud poblacional. Además de estos beneficios más directos, los parques pueden también generar otro tipo de impactos positivos. Por ejemplo, son lugares que permiten ofrecer redes sociales entre vecinos del barrio, bien por encuentros que se dan de manera fortuita o por la realización de actividades organizadas. Esto aumenta la cohesión social del barrio y el capital social de las personas, lo cual impacta también en la salud.
Por todo esto, los parques suponen una intervención en salud pública capaz de generar beneficios en términos de salud por múltiples vías y en diferentes aspectos de la misma.
El caso de la ciudad de Madrid
Sin embargo, debemos tener en cuenta dos cuestiones cuando analizamos los parques desde un punto de vista de la salud pública.
- Que los espacios urbanos tienen unos límites físicos que no pueden ampliarse de forma perpetua.
- Que el uso de estos espacios está condicionado por factores que van más allá de la capacidad de agencia individual para visitarlos.
Las características y composición de los barrios son importantes en este sentido, pues se ha visto que barrios más desfavorecidos presentan un menor número de estos espacios, de menor tamaño, y con peor calidad.
Los roles de género también juegan un papel, ya que las mujeres suelen utilizar estos espacios para actividades relacionadas con los cuidados, que no suponen unos niveles elevados de actividad física, mientras que los hombres visitan los parques expresamente para realizar actividad física.
Además, la percepción que tenemos las personas de estos espacios y cómo los usamos se modifica a lo largo de la vida, por lo que la presencia de parques con diseños e instalaciones adaptadas a diferentes grupos etarios es un elemento importante para que la población utilice estos espacios.
En este sentido, realizamos un estudio en la ciudad de Madrid para tratar de comprender qué factores contextuales, más allá del diseño del propio parque, podrían estar influyendo en el uso de estos espacios. En la muestra de parques seleccionada se observó un menor uso de los mismos, y niveles de actividad física menos intensos, en barrios de menor nivel socioeconómico y en mujeres en líneas generales. Algunos de los motivos que vecinos y vecinas de estos barrios esgrimieron durante las entrevistas eran coherentes con las diferencias observadas en la actividad física.
Por ejemplo, las personas de barrios de menor renta explicaron que al tener turnos de trabajo prolongados o con mucho desgaste físico, esto suponía una barrera a la hora de visitar los parques de su entorno. Otras barreras que identificaban los vecinos y vecinas fueron la suciedad o un mantenimiento deficiente de las instalaciones, o la inseguridad percibida, este último mencionado especialmente por las mujeres entrevistadas.
Sin embargo, este tipo de barreras no fueron esgrimidas por las personas entrevistadas en barrios de mayor nivel de renta.
Comprender lo contextual para mejorar lo individual
La evidencia disponible en otros contextos es consistente con lo observado en la ciudad de Madrid. Como mencionamos anteriormente, existe un gradiente social en cuanto al acceso a estos espacios y a la calidad de los mismos. Más allá de las características objetivas, existen factores más allá de los propios parques que condicionan la capacidad de agencia que tienen los diferentes grupos sociales para realizar actividad física en los parques.
Por tanto, a la hora de diseñar intervenciones de salud públicas encaminadas a mejorar la salud a través de estos espacios, se deben tener en cuenta factores a diferentes niveles para conseguir el mayor beneficio posible en términos de salud.
Existen dos conceptos en salud pública importantes a tener en cuenta en este sentido. La ley de cuidados inversos, postulada por Tudor Hart, plantea que las personas con más recursos (y, por tanto, mejor salud) son las que se suelen beneficiar más de los servicios sanitarios, agrandando las desigualdades preexistentes al sistema de salud.
Con las políticas de salud pública que se aplican sin entender los determinantes sociales ocurre algo similar. La amplificación de la deprivación describe un fenómeno por el que en determinados contextos, aquellas personas más desfavorecidas tienen un peor acceso a recursos y viven en entornos con menos oportunidades para mejorar la salud, agravando las inequidades en salud.
Cuando hablamos de actividad física y de parques, en realidad estamos hablando de la cantidad de tiempo libre de calidad del que disponen las personas y cuáles son las capacidades que estamos promoviendo para que las personas usen estos espacios. Estos factores tienen su origen más allá de las copas de los árboles, y hacia ahí tenemos que dirigir la mirada cuando hablamos de salud pública.
Este texto se reproduce de The Conversation bajo licencia Creative Commons.
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