Según un informe de la ONU, cerca de 1000 millones de menores alrededor del mundo están en riesgo de tener una “pérdida de aprendizaje” significativa
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Ya los llaman “la generación perdida”: Naciones Unidas señaló en un informe reciente que cerca de 1000 millones de menores alrededor del mundo están en riesgo de tener una “pérdida de aprendizaje” significativa a causa de las interrupciones en la asistencia a la escuela durante la pandemia del covid-19.
Y la advertencia va mucho más allá: en muchos países el sistema de educación está a punto de colapsar, si además de la pandemia se suman otros factores como el cambio climático y los conflictos internos. Un ejemplo de esta crisis que reporta la ONU es lo que ocurre en India.
La periodista de la BBC Divya Arya pudo comprobar que niños en varias regiones de este país asiático “se olvidaron de leer y escribir” debido a que se vieron impedidos de asistir a la escuela en el último año. Arya expone el caso de Radhika Kumari, de 10 años, a quien básicamente se le olvidó escribir debido a que “estuvo 17 meses” fuera de las aulas.
Radhika vive en el estado de Jharkhand, donde la brecha digital es enorme. Y cuando la pandemia del covid-19 obligó al cierre de las escuelas, muchos niños de las escuelas públicas no tuvieron acceso a dispositivos que les permitieran continuar con su educación de manera remota.
“Fue realmente impactante descubrir que, de 36 niños matriculados en un solo curso de nivel primario, 30 no podían leer una sola palabra”, le explicó a la BBC el economista Jean Dreze, quien analiza la situación en esta región de India desde que los estudiantes pudieron regresar a clases. “Si no te olvidas de leer y escribir, que te atrases un poco puede remediarse. Pero si te olvidas de los conceptos básicos, ahora que regresas a clases y te hacen avanzar al siguiente curso la brecha va a ser peor”, agrega.
Alumnos latinoamericanos
En Latinoamérica el panorama es similar: de acuerdo con un informe presentado por Unicef hace una semana, cerca de 86 millones de niños aún no retomaron las clases, lo que pone en riesgo el progreso de su aprendizaje y los niveles de conocimientos previamente adquiridos.
“Durante los últimos 18 meses, la mayoría de los niños, niñas y adolescentes de América Latina y el Caribe no vieron a sus profesores o amigos fuera de una pantalla. Los que no tienen Internet, directamente no los vieron”, explicó Jean Gough, directora regional de Unicef para América Latina y el Caribe.
Y añade que no solo existe el riesgo de que los niños dejen de aprender las competencias básicas para su vida, sino de que incluso no regresen nunca a la educación formal. “La educación virtual debe continuar y mejorar, pero está claro que durante la pandemia las familias más marginadas no tuvimos acceso al aprendizaje”, añade la especialista.
La realidad es aún más acuciante entre los grupos más vulnerables, donde la deserción escolar era una problemática previa a la pandemia. “Cada día fuera de las aulas acerca a los niños, niñas y adolescentes más vulnerables a la deserción escolar, la violencia de las pandillas, el abuso o la trata de personas”, añade.
“Fracasó mi colegio”
Para muchos de los alumnos y alumnas, durante estos últimos 18 meses “no se aprendió nada”. BBC Mundo dialogó con algunos escolares en partes de América Latina que se vieron afectados por la falta de conectividad y la baja asistencia escolar durante la pandemia. Uno de ellos es Richard Guimaraes. Él tiene 15 años y vive en San Rafael, una comunidad indígena ubicada a dos horas y media de la ciudad Pucallpa, en el Amazonas peruano.
Richard quiere ser diseñador gráfico. “Mis papás hacen artesanías y yo aprendí a tejer y a hacer varias cosas que vendemos en el mercado”, le cuenta BBC Mundo. “Y quiero aprender a hacerlas mejor”, confiesa. Hace un año, Richard estaba cursando cuarto grado de bachillerato cuando la pandemia del covid-19 irrumpió con fuerza inusitada en el Perú y obligó a poner la vida en pausa.
“En este último año y medio no aprendí nada. La pandemia hizo que fracasara el colegio”, se queja. Antes de la pandemia, iba a clases desde las 7.30 de la mañana hasta el mediodía. “En ese horario, durante la semana veíamos 12 materias”, recuerda. Pero una vez comenzó la pandemia y las clases se suspendieron, las cosas se volvieron más difíciles.
“Pasamos de 12 materias a solo seis”, relata. El sistema establecido para remediar la crisis funcionaba así: cada mes los maestros venían a su localidad, les dejaban una especie de cartillas y ellos las tenían que resolver y enviar las respuestas a través de WhatsApp. Arte, que es su clase favorita, se redujo a dibujos que hacía en casa y que le enviaba a su profesor por el móvil.
“Mi papá vive de las artesanías y de vender plátanos, vivimos en una zona muy alejada, por lo que es difícil poder acceder a internet”, cuenta. Como muchos de sus maestros no vivían cerca de su comunidad, solo los podía contactar por teléfono cuando se conectaba a internet. Además, algunas de las cartillas le parecían confusas y a veces hasta inentendibles.
El aumento de la desigualdad
Para muchos expertos en psicopedagogía y procesos educativos, es claro que los niños necesitan volver a las aulas lo más pronto posible. La desaparición de este espacio de aprendizaje y socialización fue para muchos niños y niñas -especialmente entre familias de menor nivel sociocultural- “una catástrofe”.
“La verdad es que, en materia de conocimientos, un año y medio, casi dos de pérdida de clase porque la realidad es que los niños están volviendo a una escolarización muy precaria, es una catástrofe, que además va a costar mucho tiempo superar”, le dice a BBC Mundo Guillermina Tiramonti, especialista en educación e investigadora de Flacso Argentina.
“Hay muchos niveles en este tema, pero pongo un ejemplo: un chico que estaba en primer año de primaria antes de la pandemia, y aún no había logrado aprender a leer, ahora que regresó al colegio debe finalizar el segundo grado sin haber aprendido a leer o escribir”, señala.
Para la académica, no solo se trata de los contenidos que no fueron aprendidos o incorporados sino de algo más importante: recuperar el hábito de aprender. “La pérdida del conocimiento no es solamente no haber aprendido determinados contenidos, sino el hecho de perder el ritmo, el hábito, la rutina escolar”, apunta.
“Lo explico en relación con un elemento muy simple como los códigos lingüísticos. Los niños de los sectores más bajos socio culturalmente no están acostumbrados a estos códigos complejos y solo tienen acceso a ellos en la escuela, donde son fundamentales para luego poder avanzar en el conocimiento. En la casa no tienen acceso a ellos”.
Para los niños que no están expuestos a ese tipo de códigos durante dos años, el retroceso cognitivo es muy grande, concluye Tiramonti.
Revisar los objetivos
A medida que se van levantando las restricciones de la pandemia en distintas regiones, la reapertura de las escuelas se volvió una prioridad de muchos gobiernos. A la fecha, el informe de la ONU señala que 47 millones de niños regresaron paulatinamente a las aulas. Y la siguiente etapa también se pone en evidencia el gran desafío de poner al día a los niños con los objetivos que se debieron aprender durante este año y medio.
“La educación de los niños y las niñas se perdió en un esfuerzo por proteger las vidas de toda la población ante el coronavirus”, explica Irma Martínez, experta en temas de educación de Human Rights Watch. Pero si de toda crisis surge una oportunidad, este es el momento de replantear algunas de las premisas de la escolarización y el sistema educativo como un todo, señalan los expertos.
“El objetivo no debería ser simplemente volver a como eran las cosas antes de la pandemia, sino arreglar los defectos de los sistemas que durante mucho tiempo impidieron que las escuelas sean abiertas y acogedoras para todos los niños y niñas”, agrega Martínez. En este tema, Tiramonti es categórica: “No podemos volver a la escuela y hacer como si nada hubiera pasado”, le dice a BBC Mundo.
“Es necesario hacer evaluación, ver qué pasó con los niños, cuáles son las pérdidas, cuáles son las problemáticas de aprendizaje que tienen y armar un programa para que recuperen aquellos conocimientos que son básicos para poder seguir una trayectoria escolar. Se necesita trabajo muy profesional para elaborar un proyecto de recuperación”, anota.
Hace menos de un mes, Richard Guimaraes es uno de decenas de miles de alumnos que volvieron a a las aulas después de casi un año y medio. Y aunque está contento, siente en carne propia los desafíos: “Ahora estamos viendo las materias que dejamos de ver en la pandemia y es difícil seguir el ritmo. Es como empezar de nuevo”.
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