Los Mentasti y el coronavirus: la familia que armó un búnker para el padre, que volvió de EE.UU.
Adaptaron un ambiente de la casa de Villa Devoto para que el hombre se mantenga aislado; cambio de hábitos
"Armamos el búnker para tenerte, amor, cerca nuestro". Carolina no lo dudó un segundo. No importaba que no podría abrazar a su marido. Tampoco era un problema que su esposo no podría besar a los niños. Lo importante era que todos cuidaran de su salud, con el padre de familia seguro con ellos. Los Mentasti viven ahora juntos, pero no tanto. Hace poco más de un día, Ricardo está aislado en el salón de usos múltiples que tiene su casa. Regresó de un viaje laboral en Estados Unidos sin ningún síntoma, pero primó "la conciencia social", destaca el hombre. "Inventamos un abrazo de lejos con mi mujer e hijos", agrega sonriente, desde su refugio.
"Yo quería volver. Estar con mi familia. Mi mujer y mi padre prepararon ese espacio que teníamos y lo adaptaron", cuenta Ricardo, gerente comercial en una empresa de seguridad que, por el momento, se dedicará a continuar su actividad bajo la modalidad de home office. Antes de que anteayer por la tarde él arribara a la Argentina, la habitación, de unos 50 metros, ya había sido equipada una cama de una plaza, guantes de látex y "miles de botellas de alcohol en gel", bromea Mentasti, de 40 años.
"Determinamos con mi familia que no nos íbamos a cruzar, que íbamos a mantener distancia", recuerda el hombre. Tras una larga travesía de 36 horas, Mentasti llegó en buque a Puerto Madero. No había nadie de su familia, tal como habían planeado. Tomó un auto de Uber y le avisó al conductor sobre su situación. Ricardo destaca: "Me dijo que no había problema. Me pidió que cargara yo mis valijas en el baúl y mantuvimos suficiente distancia en el automóvil".
La familia Mentasti tenía todo pensado. Ricardo llegó a su vivienda en Villa Devoto y apenas descendió del rodado se dirigió a su "nuevo" hogar: el garaje modificado. Mientras su esposa, Carolina, abonaba el viaje, el hombre saludaba de lejos a sus hijos Tomás, de 7 años, y la pequeña Felicitas, de 6 meses. "Nos abrazamos de lejos", cuenta el hombre.
Anteayer, la pareja cumplió un aniversario más de casamiento y bastó un par de besos al aire para conmemorarlo.
Tomás estaba muy preocupado por la salud de su papá cuando estaba en Estados Unidos, pero hoy disfruta de su presencia. Ricardo cuenta que el niño entiende lo que ocurre porque en la escuela a la que asiste, el Buenos Aires School, les explicaron a los alumnos. Y, aunque no puede abrazar a su papá, el niño a cada rato charla con él desde los escalones superiores de la escalera que une la casa con la sala del subsuelo. Una puerta de vidrio y unos cinco metros separan ambos ambientes.
"Me pregunta cómo estoy y hacemos juegos a la distancia. Estamos todo el día hablándonos", describe Mentasti.
De a poco, este vecino de Villa Devoto va acomodándose a la vida en el readaptado monoambiente. Aunque la heladera ya estaba instalada en ese espacio, sus estantes lucen hoy repletos de bebida y comida. El baño tiene todos los elementos de higiene necesarios para abastecer al hombre durante su período de aislamiento. Frente a su cama, Mentasti cuenta con un bar "para los invitados" y el "living armado para las visitas", bromea.
Ayer fue un domingo atípico para esta familia con fuerte arraigo italiano. Nunca faltan los almuerzos en los que varios integrantes se juntan alrededor de la mesa para compartir, probablemente, un plato de pastas.
"Le dije a mi mujer que fueran a juntarse, que no se perdieran de eso", cuenta Ricardo. Durante ese tiempo, el hombre aprovechó para ver una película en Netflix y adelantar parte de su trabajo.
"Y acá me quedaré estos 14 días, aunque no tengo ni tuve ningún síntoma del coronavirus. Tiene que ver con el compromiso social. Yo creo que, por suerte, los argentinos somos solidarios en estos casos", reflexiona el hombre mientras oye un poco de música para pasar el tiempo.
Un regreso complicado
Mentasti había viajado los primeros días de marzo a Estados Unidos para participar de una exposición en Las Vegas sobre seguridad electrónica, el rubro en el que trabaja. El coronavirus empezaba entonces a golpear a ese país.
"Me empecé a preocupar cuando fui al supermercado y faltaban cosas básicas como papel higiénico, agua y alcohol. Mi familia comenzó a pedirme que regresara", recuerda Mentasti. La inquietud se acrecentó el jueves de la semana pasada, cuando el presidente Donald Trump anunció que cerraba las fronteras. Una medida similar ocurría en la Argentina con los vuelos internacionales.
Ricardo se confiesa: "Tenía miedo de quedarme varado. Lo único que quería era volver". Su pasaje de regreso estaba reservado para el 28 de marzo. "Cuando llegué al aeropuerto, el viernes pasado, no había vuelos para los próximos tres a cinco días", explica.
Finalmente, a través de la compañía Avianca, el gerente logró comprar un ticket que, vía Bogotá, lo dejaría en la ciudad uruguaya de Montevideo. "Y, desde allí, me tomé un buque. Fueron 36 horas de viaje y sin dormir, pero valió la pena", afirma Mentasti.
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