
Los magos también tienen su simposio
Más de 100 ilusionistas de la Argentina y del exterior se reunieron durante dos días para intercambiar trucos y experiencias
LA PLATA.– “Nada por aquí, nada por allá”, repite el ilusionista delante de una platea de chicos que, acto seguido, estalla en aplausos y voces de asombro. La magia del momento se repitió una y mil veces durante las últimas 48 horas en esta ciudad, que alojó a más de 100 magos de diversos lugares, del país y del extranjero, que se reunieron para participar del denominado Simposio Mágico de La Plata 2003.
En una sala de la Comedia de la Provincia de Buenos Aires, 150 magos desarrollaron conferencias y talleres. Y, claro está, ocurrió a puertas cerradas, para no violar una ley que, según dicen, debe ser inquebrantable: jamás revelar el secreto de un truco.
Pero no todo fue un intrigante intercambio de opiniones y técnicas. Al finalizar cada jornada del simposio, se ofreció un espectáculo donde grandes y chicos pudieron disfrutar del arte de la magia.
El sábado, desde las 10, la sala situada en la calle 12 de esta ciudad comenzó a llenarse de émulos de Fu Manchú que, pese al agobiante calor, mostraban un rostro alegre.
Los abrazos y saludos se sucedieron durante varios minutos, y en el lugar había un clima de reencuentro. Los magos son un clan, como muchos de ellos aseguran.
Magia de salón
“Las conferencias se refirieron a sombras chinescas, magia de salón, hipnosis teatral, control de la atención, jugadores de ventaja y lectura en frío”, detalló Fernando Keller, uno de los organizadores del encuentro.
Y explicó: “La lectura en frío es aquella que te permite, por medio de determinadas técnicas, obtener información sobre una persona de un modo tal que parece que estuvieras adivinando”.
En el simposio también se puso a prueba la creatividad de los magos y se plantearon competencias a las que denominaron “tormenta de ideas”.
Oscar Keller, padre de Fernando, relató algunos de los desafíos propuestos: “Cómo hacer desaparecer a un espectador sin que él mismo lo advierta. O: el mago va a presentarse a determinado lugar y pierde su equipaje; cómo resolver la situación y con qué elementos trabajar”.
A la convocatoria también acudieron ilusionistas de Panamá, Colombia, Venezuela, Chile y Uruguay.
Los encantadores
Carlos Bronzini tiene 37 años y es de Rosario. Se introdujo en los misterios de este arte milenario a los ocho; desde los 22, la magia no sólo es su vocación, sino también su sustento económico. En el simposio desarrolló una conferencia sobre lectura en frío.
Se dedicó a un aspecto de la actividad que calificó estilo americano: “Hago magia en restaurantes. Recibo a los comensales con distintos trucos y luego les brindo un pequeño espectáculo en sus mesas. Poder vivir de esto es muy bueno, porque no todos tienen la posibilidad”.
Entre pares, según Bronzini, los magos no son celosos de sus trucos. Pero son intransigentes con el público, y por una cuestión que no es caprichosa.
“La base de la magia es ver la obra terminada; si te muestro el proceso no tiene razón de ser. Ocurre lo mismo que con cualquier otro tipo de arte; un cuadro, por ejemplo”, dijo.
Tampoco es casual que los chicos sean los que más disfrutan del ilusionismo. “En muchos casos, advertí que el adulto plantea la magia como un desafío mental y busca descubrir el secreto del truco. No somos estafadores, porque con el público existe un acuerdo tácito que indica que van a ver una ilusión”, expresó.
Y agregó: “Aquí está lo interesante de la magia, pues siempre desplaza un poco más la barrera de lo imposible”.
El inicio de Norberto De Sábato, de 57 años y oriundo de Gonzales Chaves, fue distinto al de la mayoría. “Era muy jugador, hasta que por eso, en 1977, tuve un problema grande. Entonces, me dediqué a aprender las trampas del juego. Mientras, continué con mi actividad principal: soy industrial panadero”, relató.
Los espectáculos de De Sábato son apreciados en distintos lugares de Mar del Plata, durante el verano. Algunos son infaltables, como el de cada 21 de febrero, cuando, desde hace varios años, un empresario lo contrata para su fiesta de cumpleaños.
Federico Lagares es platense y tiene 14 años, uno de los participantes más jóvenes del simposio. “Empecé a estudiar magia hace dos meses. Todavía no lo definí, pero me gustaría dedicarme exclusivamente al ilusionismo”, contó a LA NACION.
Al finalizar el encuentro, los magos se fueron con sus secretos y misterios, por los que muchos pagarían.
“En una época promocionaba productos por medio de la magia en una cadena de supermercados. Un día, el gerente me ofreció una importante suma de dinero en dólares para que le revelara de qué modo los magos lográbamos mantener en secreto los trucos durante tantos años. Según dijo, saberlo hubiese sido de mucha utilidad para su empresa”, relató Bronzini.