“Los locos del río”: cincuenta años después, revivirán una expedición que hizo historia
En 1973, Alfredo Barragán, Rubén Tablar, José Luis Godoy y Jorge Iriberri fueron los primeros en navegar los 1100 kilómetros del Colorado; el 9 próximo partirán en una nueva travesía para alertar sobre su situación hídrica
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“Nos hace felices sentir que vinimos a la vida a poner y no a sacar”, afirma el capitán Alfredo Barragán antes de iniciar su última expedición al Río Colorado para conmemorar la travesía que hizo, junto a Rubén Tablar, José Luis Godoy y Jorge Iriberri, hace cincuenta años y que se constituyó en la primera vez en la historia que se navegó de manera completa ese curso de agua. “Un viaje de descubrimiento en pleno siglo XX”, definió la odisea. Durante 27 jornadas remaron 10 horas por día a través de 1100 kilómetros, sin carta náutica y en dos gomones que les prestó la Armada. Cinco décadas después, se reunirán para reencontrarse con un río que les abrió las puertas al mundo expedicionario, como la inolvidable “Atlantis”, el cruce en balsa por el océano Atlántico, y más de otras 30 expediciones por cinco continentes.
“Amamos la exploración, somos exploradores”, reafirma Barragán, de 73 años, que reside en Dolores. Allí, en un galpón, aún descansa la legendaria balsa que conmovió al mundo entero, protagonista central de la mítica “Expedición Atlantis”. “Todo comenzó en el río Colorado”, cuenta. Hace un año les planteó a sus camaradas la posibilidad de hacer una navegación simbólica para conmemorar aquella expedición de 1973. “Hay mucho para hacer, una cosa les pido: no se les ocurra morir justo ahora, aguanten un poco”, confiesa con humor. Todos acataron la orden del capitán.
El 9 de febrero próximo saldrán de Río Colorado, en Río Negro, y La Adela, La Pampa, (dos localidades que están una frente a la otra) y el 11 llegarán a Fortín Mercedes (provincia de Buenos Aires). La expedición original partió de Butacó (Neuquén) y atravesaron Mendoza, Río Negro, La Pampa y finalizaron en Fortín Mercedes (cerca de Pueblo Luro), provincia de Buenos Aires.
La historia de la primera expedición nació en 1972 cuando Barragán se enteró que aún nadie había navegado por completo el río, los pocos que se animaban, enseguida claudicaban por la fuerza y la personalidad impredecible de esas aguas. “No podía ser y decidí intentarlo”, sostiene. Entonces con 23 años, el por entonces estudiante de abogacía convocó a tres amigos y comenzaron a soñar, ninguno tenía más de 25. “No soy un aventurero, soy un expedicionario, planifico y estudio hasta el mínimo detalle cada expedición”, reafirma.
“Pasamos 10 meses recabando información, pero mucho no había”, recuerda el “Capitán”, como es conocido coloquialmente. Ni Prefectura Naval, ni el Instituto Geográfico Militar. La historia la estaban haciendo a cada minuto. Decidieron salir al desafío. La Armada les prestó dos gomones, y la Fuerza Aérea, un equipo de radio para estar comunicados. Entonces no había GPS ni celulares ni ningún dispositivo electrónico de geolocalización; nadie sabía lo que escondía el río. Solo había intuición. “Contá conmigo”, le dijo su padre, también llamado Alfredo.
“Había planeado todo, menos cómo llegar hasta la naciente del río”, confiesa el “Capitán”. Su padre le prestó su Chevrolet Chevy, y con él fueron hasta Butacó, en el norte neuquino. Tenían 150 kilos de equipo. Hasta allí llegaron y los últimos siete kilómetros lo hicieron a lomo de mula. Una familia mapuche les brindó ayuda. Corría el 16 de enero de 1973 y en la naciente del Colorado, en la confluencia de los ríos Grande y Barrancas, comenzó una de las páginas más recordadas de la historia de las expediciones de la Argentina.
Superación
La expedición fue un canto a la superación humana. Con cada remada, estaban escribiendo la historia. El río Colorado de aquel año no era el de ahora, aquel era un mar de agua dulce que bajaba de la Cordillera “rápido, ruidoso y turbulento”. “No sabíamos qué podíamos hallar en cada curva del río”, dice Barragán. Al mediodía paraban un momento para comer algún salame con queso, y al caer el día, con las manos hinchadas, levantaban campamento (una carpa canadiense) y se preparaban fideos, arroz con sardinas. También era el momento de armar la radio y dar el parte diario a familiares. Una vez por semana un avión de la Fuerza Aérea los sobrevolaba para hacer contacto visual y asegurar la supervivencia del grupo.
“Superábamos lo que apareciera, fotografiábamos y filmábamos cuanto pudimos”, dice Barragán. El documental Expedición Río Colorado 1973 se puede ver por YouTube. De los 27 días que duró la épica, 23 tuvieron viento en contra. En aquel año había nevado en forma abundante en la Cordillera, y el Colorado, que es un río nival, que tiene su origen en el deshielo en las altas cumbres, estaba muy caudaloso y crecido y había producido desbordes en sus brazos, por lo que más de una vez tomaban el cauce equivocado, se encajaban y tenían que regresar al curso original. Las piedras, muchas veces, rompían los botes, había que emparcharlos, esperar pasar la noche para que se sequen y seguir viaje.
Trataban de estar cerca para mantener el contacto visual y la comunicación. Entre ellos no tenían radio. Remaban con la técnica conocida como “a caballo”, con un pie dentro del bote y el otro en el agua, con remos de madera. Entre anécdotas del viaje, una se destaca: recién en 25 de Mayo, La Pampa, vieron las primeras personas. Ya se había corrido el rumor que “unos locos del río” estaban remándolo. Los puesteros, sorprendidos, los recibían con los brazos abiertos. “Nunca vimos a nadie venir por el río”, recuerda Barragán que les decían. Con los saludos, también llegaban invitaciones que derivaban en algún cordero asado. La camaradería propia de tierra adentro.
“No esperaba una multitud”, confiesa Barragán. Aquel 11 de febrero de 1973, la hazaña tocó su fin. Llegaron a Fortín Mercedes, unos kilómetros antes que el río Colorado desemboque en el mar. Tuvieron un recibimiento multitudinario. “Aquella expedición nos abrió las puertas para la creación del Cadei [Centro de Actividades Deportivas, Exploración e Investigación], con el que realizaron más de 30 expediciones en cinco continentes, la más conocida fue la Atlantis, con su lema ‘que el hombre sepa, que el hombre puede’, y le siguieron el Aconcagua, el Everest, el Kilimanjaro, el cruce de Los Andes en globo, el Mar de las Antillas en Kayak, el Mont Blanc y la Antártida”.
Alerta
“Da pena ver cómo está el río Colorado”, refiere Barragán al estado actual del en otros tiempos caudaloso y peligroso río. En 1973, a la altura de Fortín Mercedes (partido de Villarino, Buenos Aires), tenía cien metros de largo y dos, de profundidad, hoy apenas veinte metros y medio metro. “Es una culebra exánime, arrastrándose entre médanos expuestos al sol”, lo describe. Tanto es así que en muchos tramos no es posible ni navegarlo con Kayak. Uno de los motivos de esta expedición simbólica es la de alertar por esta situación hídrica que afecta en forma extrema a los pueblos de la provincia de Buenos Aires, ya que el río sirve para nutrir los canales de riego y para el consumo humano.
El cambio climático y la acción del hombre son las principales amenazas. Es una cuenca hídrica de 350.000 kilómetros cuadrados que incluye a Mendoza, Neuquén, Río Negro, La Pampa y Buenos Aires. Depende de la nieve acumulada en las cumbres cordilleranas: el río Grande (Mendoza) aporta el 70% del caudal del Colorado y el 30% restante, el Barrancas (que está en límite entre Neuquén y Mendoza). Del Comité Interjurisdiccional del Río Colorado (Coirco) que lo regula participan las cinco provincias de la cuenca. En 2010 había hasta 5000 hectómetros cúbicos de nieve, este año apenas 1600/1800. En aquel año, el caudal del río trasladaba 147 metros cúbicos por segundo, hoy 65. Los datos surgen del gobierno de La Pampa.
“El río se está midiendo hace cien años y disminuye año a año”, afirma Juan Greco, representante de La Pampa ante Coirco. Según el funcionario, el 95% del río se usa para el riego de las provincias de la cuenca; el 3%, para la actividad hidrocarburífera (del río dependen 17.000 instalaciones dedicadas a esta industria) y solo el 2% para el consumo humano. En el Embalse Casa de Piedra, en La Pampa, entran 65 metros cúbicos por segundo, y salen 90. “Estamos ante un problema, estamos erogando más de lo que entra”, sostiene.
“Mendoza tiene la postura que los ríos que nacen en su provincia son de su propiedad”, afirma Greco. El testimonio sirve para señalar la intención de construir la presa Portezuelo del Viento, la considerada “obra del siglo”, que hará la provincia cuyana sobre el río Grande. “La Pampa y todas las provincias de la cuenca pedimos que se haga un estudio de impacto ambiental”, cuenta. Esta historia aún no tiene fin. Funcionarios del gobierno de Mendoza y de la Corporación de Fomento del Valle Bonaerense del Rio Colorado (Corfo), que determina el uso del río en el distrito, consultados por LA NACIÓN, decidieron no opinar sobre el tema.
Un sueño lo desvela a Barragán: levantar el primer Museo de la Exploración, en Dolores. El proyecto fue aprobado por el gobierno nacional y el provincial de la última década. “Tendrá valores para transmitir, no hablará sobre la teoría, sino de los hechos. Esperamos que la belleza de la idea supere las mezquindades que lo demoran”, afirma.
“Pretendemos que esta conmemoración de la expedición sirva para llamar la atención sobre el estado de río”, señala Barragán. Llegarán el mismo día a Fortín Mercedes, cincuenta años después, el 11 de febrero. El grupo original está intacto. “No estamos juntos por lo que hemos hecho, sino por cómo lo hicimos. Vamos a celebrar la vida”, concluye el expedicionario.