El circuito hospitalario de las embarazadas rusas en Buenos Aires: cuánto pagan por un parto y el problema del idioma
En dos de los sanatorios con más casos, representan casi un tercio de las atenciones mensuales; en los embarazos más complejos o de riesgo, suelen optar por establecimientos públicos
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Mientras la Justicia investiga la llegada al país de mujeres rusas que están cursando el último trimestre del embarazo, crece el número de centros de salud públicos y privados en la ciudad de Buenos Aires en los que buscan dar a luz. Son ocho los hospitales y sanatorios donde buscan tener sus partos. En dos de los servicios con más casos, representan casi un tercio de las atenciones mensuales. Y en todos los casos, ya prevén que esa demanda seguirá subiendo: la práctica privada empieza a ver ahí una oportunidad de ingresos en efectivo ante el descenso de la natalidad entre las argentinas.
La información sobre profesionales y maternidades circula por grupos de Telegram o aparecen en listados de organizaciones que ofrecen un “paquete de servicios” con documentación y hasta esposo argentinos de acuerdo con lo que puedan pagar las mujeres. Hasta se habla de pacientes “clase A” y “clase B”, según haya sido el monto abonado para llegar al país: más de US$ 10.000 o hasta US$ 5000. Eso sí: ante algún riesgo de complicación para la madre o el bebé que demande cuidados o internación más prolongada, la opción será el sistema público, donde el Estado asume los costos.
Solo en el Hospital Fernández, la atención de embarazadas rusas aumentó en tres meses un 50% la carga de partos histórica de un hospital de alta complejidad y que, como se escucha en tono de queja al preguntar, “nadie paga”. Le siguen en demanda el Hospital Rivadavia y el Hospital Durand.
Desde el Ministerio de Salud porteño, recordaron que un 3% de los partos en la ciudad son de madres que residen en otro país o distrito, sin más precisiones. Ratificaron que en esos tres hospitales se está concentrando la demanda de pacientes de nacionalidad rusa.
Ayer, personal del Fernández que ve cómo la mayoría de esas mujeres llega por guardia sola o con alguna intérprete que conoce el circuito de atención ya hablaba de unos 150 partos de embarazadas rusas en los últimos meses. Pero los registros del hospital indican que, en diciembre, fueron 37 y, el mes pasado, 27, lo que subió el promedio histórico de 83 partos mensuales a entre 110 y 120.
La mayoría de esas pacientes está en el tercer trimestre del embarazo en el momento de la primera consulta y lo hacen por guardia o con turno que solicitan otras mujeres –rusas, ucranianas o argentinas– que ofician de intérpretes de manera informal y cobran por ese servicio en dólares, muchas veces delante de los profesionales. En el día, algunas llegan a acompañar a más de dos embarazadas al Fernández y al Rivadavia, que están a unas ocho cuadras de distancia.
“En general, la mayoría llega por su cuenta al hospital, con sus parejas, solas o una intérprete, que también apuran al personal para que las atiendan; si la embarazada está con contracciones, insisten en definir si va a quedar internada o se va a ir a su casa. En general, no llegan con muchos controles y los que traen están en ruso”, contó una médica que atendió varios de esos partos.
“Algunas saben inglés y podemos entendernos. Pero para nosotros es muy desgastante porque algo que demoraría cinco minutos hablar con una paciente que habla tu idioma o que comprende o se puede dialogar más fluidamente y tiene un embarazo controlado, nos puede llevar hasta más de una hora, tiempo que restamos a otra paciente. Lo hacemos porque es lo que hay que hacer, pero se vuelve una carga en la atención cotidiana en un hospital”, agregó la profesional que accedió a hablar con LA NACION.
Carteles en ruso
En los hospitales, ya se ven carteles con indicaciones en ruso y el celular se volvió una herramienta indispensable cuando falta una intérprete. Las oficinas hospitalarias del Registro Civil porteño están solicitando poder contar con traductores públicos o intérpretes matriculados en el establecimiento para estos casos.
En el sector privado, son cinco los centros en los que se están atendiendo estos partos. Según pudo conocer este medio, las mujeres pagan en efectivo la tarifa y los honorarios de los profesionales o hay agencias que se encargan de hacerlo en su nombre.
Las primeras consultas son entre la semana 30 y 36 de gestación, algo más avanzado que en el sector público. Si hay alguna condición de riesgo que pueda complicar el parto o demande internación en terapia intensiva para el bebé, lo que aumentará el costo final, hay profesionales que aconsejan la atención en hospitales de alta complejidad.
Los cinco centros privados están ubicados en la zona norte de la ciudad. La Maternidad Suizo Argentina atendió 207 partos de madres rusas de los 4421 asistidos ahí el año pasado, es decir un 4,7% del total. Pero, en enero de 2022 fueron solo cuatro y el mes pasado, 40. En el Sanatorio Finochietto, donde más consultas reciben, 43 de los 156 partos en diciembre pasado fueron de bebés de mujeres de nacionalidad rusa y, el mes pasado, fueron 40 de 152.
En el Hospital Alemán prevén que en los próximos dos o tres meses, tras las vacaciones, ya superarán los 30 partos que atendieron durante todo 2022, cuando recibieron los primeros casos. “Hay más consultas de pacientes rusas”, indicaron a LA NACION por este año.
“La demanda es espontánea o con turnos y lo piden las pacientes o las intérpretes. Llegan entre las 33 y 36 semanas de embarazo para empezar a ser atendidas en el hospital porque, después de esa edad gestacional se les dificulta subir a un avión y que las autoricen”, explicó Matías Uranga, jefe del Servicio de Obstetricia del Alemán. El costo de la atención lo cubren las mujeres de manera privada. Las barreras para la atención no son muchas, según añadió, pero en algunos casos se niegan a cumplir con la aplicación de las vacunas que están indicadas por calendario en el país.
Gran parte llega con una cartilla de seguimiento del embarazo, según indicó Uranga. “Hemos recibido casos complejos y la mayoría optó por la medicina de hospital público ya que es gratis para ellas y es muy costoso el tratamiento en algunos casos. Hay todo tipo de patologías: desde hipertensión y diabetes gestacional hasta malformaciones fetales. En los casos de malformaciones complejas, fueron a hospitales públicos”, comentó.
Al Sanatorio Otamendi, el año pasado llegaba una paciente por mes; ahora son tres o cuatro. Las mujeres que llegan lo hacen con el obstetra que las atiende de manera privada y utiliza las instalaciones del sanatorio en el momento del parto. El equipo se completa con una partera y una intérprete. Excepcionalmente, hay quienes consultan espontáneamente en el Otamendi y, en ese caso, se deriva a la mujer con un especialista de consultorios externos para iniciar el seguimiento y se les factura la atención de manera particular. No utilizan tarjeta de crédito ni tienen cobertura contratada. Es el grupo con mayor poder adquisitivo y los servicios cubren la atención de neonatología, que es hasta los primeros 30 días de vida del bebé.
“A todas se les hace una entrevista prenatal durante la que advertimos cuáles son los límites del sanatorio para que todos los aspectos asociados con el proceso de atención estén claros el día del parto y el período neonatal. Eso incluye que vamos a aplicar las vacunas que están recomendadas en el país, que respetamos los tiempos del parto bajo estrictas normas de seguridad y buenas prácticas médicas con un plan de parto. Ahora, incorporamos esa información con traducción al idioma ruso para que no surja ningún pedido fuera de esos aspectos”, explicó Hernán Jensen, jefe del Servicio de Obstetricia del Otamendi.
Pocos controles
Las mujeres que llegan al sanatorio lo hacen con pocos controles, pero en general con un análisis de laboratorio del último mes, aunque muchas consultan muy sobre la fecha del parto. “Instruimos a los médicos de guardia que si consulta alguna paciente sin el control suficiente, hay que indicarle una ecografía, un análisis de laboratorio actualizado y un ecocardiograma. Así, las ponemos en condición para la atención”, agregó el especialista.
A unas 20 cuadras, el Instituto Médico de Obstetricia (IMO) que, hasta ahora, trabajaba con obras sociales, ofrece un paquete de servicios por $450.000 que incluye la cobertura de terapia intensiva neonatal hasta las 24 horas posteriores al parto. “Empezaron a venir a atenderse al instituto [por las embarazadas rusas] porque tenemos costos más bajos, alrededor de un tercio menos. Atendemos alrededor de un parto día por medio”, señaló Roberto Tabaj, director administrativo del IMO.
Cuando las mujeres no llegan con una intérprete, se recurre al traductor online de Google. Están consultando entre las semanas 34 y 36 de gestación.
“Está creciendo la demanda y prevemos que aumentará en los próximos meses”, estimó sobre lo que, como en los últimos días coincidieron profesionales que están siguiendo el arribo de esta población, es una oportunidad en un contexto adverso para el sector. “Aparece justo en un momento de falta de trabajo por el descenso de la natalidad en la ciudad de Buenos Aires. De golpe, bajaron los partos y hay una diferencia notoria de valores –evaluó Tabaj–. Son, en general, mujeres de clase media y, con la paridad cambiaria, es económico tener el parto en la Argentina.”
Vadim Mischanchuk es abogado y, desde diciembre, cuando hubo un aumento significativo de la demanda, recibe las consultas de médicos de hospitales y centros privados por problemas que aparecen durante la atención de estas pacientes, como negarse a que las examinen a ellas o sus bebés tras el parto, les hagan las pruebas de rutina, estudios adicionales o les apliquen las vacunas recomendadas por calendario. Hubo casos en los que se dio intervención policial, judicial y del Consejo de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes local.
“La mayoría llega sin historia clínica; la posibilidad de contarle a los médicos los antecedentes clínicos tiene la barrera del idioma, los profesionales les dan pautas de alarma e indicaciones que no siempre terminan por comprenderse bien, sobre todo si no tienen una intérprete”, resumió a LA NACION.
En las últimas semanas, el letrado recomendó en los hospitales que se soliciten instrucciones a las autoridades de Salud porteñas. “En muchos casos, las embarazadas llegan a la guardia para que las atiendan, algunas ya con síntomas, y por la reacción de algunas es como si les hubiesen dicho que las estaban esperando. Ninguna tiene cobertura –continuó Mischanchuk–. Desde el punto de vista del médico, es un problema grande de salud pública porque muchas pacientes no entienden que es necesario hacer ciertas prácticas durante e inmediatamente después del parto. Ya hubo una orden judicial para que una madre no se retirara de una de las clínicas con el bebé sin las vacunas de calendario.”
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