En esta nota, Gareth Jones relata en primera persona el calvario que vivió con el único objetivo de ayudar a quienes atraviesen una situación similar
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Recibía patadas y puñetazos. Fue obligado a dormir en el suelo y en ocasiones su abusiva novia llegó a negarle el acceso al baño. Gareth Jones, de 41 años, quiere contar su historia para ayudar a otras víctimas. A él le tomó más de un año de terapia comenzar a recuperarse tras meses de abuso emocional y físico por parte de una mujer que conoció online en julio de 2021.
Iniciativa Mankind, una organización benéfica que ayudó a Jones, dice que el abuso doméstico masculino no es tan raro como algunas personas pueden pensar, y uno de cada seis o siete hombres será víctima a lo largo de su vida. A principios de este año, su expareja, Sarah Rigby, de 41 años también, fue condenada a 20 meses de prisión suspendida durante dos años, tras declararse culpable de conducta coercitiva y controladora.
La detective Sophie Ward de la Policía describió cómo Rigby tenía un “dominio absoluto” sobre su víctima y añadió: “Mucha gente piensa que solo las mujeres pueden ser víctimas de conductas controladoras y coercitivas, pero como demuestra este caso, no siempre es así”.
Jones describió cómo estuvo aislado de sus amigos y familiares durante su relación de nueve meses, perdiendo el control de sus finanzas y unos US$50.000. Fue sometido a abusos verbales y humillaciones a diario: no se le permitía usar el baño de la casa ni ducharse sin permiso.
Los estrictos controles sobre su dieta hicieron que perdiera 28 kilos en dos meses, mientras que Sarah le dijo repetidamente que le diría a la Policía que la había agredido si hablaba con alguien sobre el abuso.
Cinco meses después de la sentencia, contó a BBC que al principio la relación parecía “normal”, aunque en retrospectiva se dio cuenta de que ella era “demasiado cariñosa”.
“Creo que lo llaman bombardeo de amor”, afirmó. “Pensé ‘¿cómo puede esta persona ser tan cariñosa?’. Te sorprende... y te lleva a pensar que realmente podría ser la persona indicada y que esto podría funcionar. Fue demasiado fuerte”.
Abandonó su departamento y se mudó a la casa de Sarah solo cuatro meses después de que se conocieran. Fue entonces cuando el abuso se aceleró. Sarah le hizo pagar todo el tiempo que había pasado en la casa.
También pagaba US$900 al mes de alquiler, más todas las facturas, pero no le permitió tener una llave y solo podía estar en casa cuando estaba ella. Además, le impuso restricciones sobre el uso del baño y sobre lo que podía y no podía comer.
“Me obligaba a dormir en el suelo sin mantas si las cosas no iban como ella quería. Lo hacía para castigarme”, dijo. “No me dejaba ducharme, afeitarme ni usar el baño. Así que tenía que aguantar e intentar llegar al supermercado local, a un pub o a un restaurante. Si ella quería salir, yo tenía que irme, aunque estuviera trabajando”.
Sarah revisaba su teléfono y le decía que no se juntara con familiares y amigos. Le decía “ahora estás conmigo”. Cualquier mensaje de texto que le enviaba a su madre, él lo borraba inmediatamente para evitar consecuencias. Hubo abuso físico, incluyendo mordeduras, patadas, arañazos y zarpazos.
Describió una ocasión en Londres durante un fin de semana largo, cuando Sarah le exigió que le comprara un bolso de diseño. “Estábamos en (el almacén) Harrods y ella dijo ‘no nos vamos hasta que me compres algo caro’”, dijo. “Me arañó a través del jersey, me sangraba el brazo, hasta que me obligó a comprarle algo caro”.
Cinco meses después de mudarse a casa de Sarah, las cosas llegaron a un punto crítico cuando se encontró con su madre en secreto para tomar un café.
“Se derrumbó delante de mí”, dijo. “Pensé ‘no puedo hacer pasar a mi familia por esto por más tiempo’... Todos me imploraban que me la dejara”.
En esa época, Gareth hizo una llamada a la Iniciativa Mankind. Le confirmaron que estaba sufriendo violencia doméstica, y escucharlo de alguien neutral lo ayudó a entender que necesitaba salirse de la relación.
“Salí de ahí”
La madre de Gareth, Diane Debens, explica cómo se había sentido toda la familia de que Gareth hablara. Estaban orgullosos de ese paso. La relación les causó una gran tensión. “Pasás por todas las emociones, incluida la frustración. Querés sacudirlo y decirle ‘salí de ahí'. Sabés que lo está pasando muy mal. Es tu hijo, no importa la edad que tenga. Y te sentís realmente impotente”.
Diane contó que veían a Gareth con moretones, y en una ocasión, un corte en la nariz. “No podía creer que un ser humano pudiera tratar a otro ser humano de esta manera”, agregó.
El presidente de Mankind Initiative, Mark Brooks, elogió la valentía de Gareth al contar su historia y dijo que no se suele escuchar hablar de la experiencia de hombres como él. “No hay mucha información sobre las víctimas masculinas de abuso doméstico”, dice. “No se habla mucho de ello. Por lo tanto, no siempre existe esa conciencia, incluso entre los hombres, de que el abuso doméstico realmente les sucede y les puede suceder”.
Empezando de cero
Tanto Gareth como su madre esperan que encuentre el amor en el futuro, pero él explicó que aún no llegó a ese punto. Cuando Gareth abandonó a su abusadora se quedó solo “con la ropa que llevaba puesta” y tuvo que empezar de cero económicamente, construir un nuevo hogar y recuperar amistades, sin mencionar el trabajo que ha tenido que hacer para reconstruirse a sí mismo.
“Me afectó la confianza durante mucho tiempo... Tenía baja autoestima debido al abuso constante”, dijo. “Tuve que ir a terapia”. Añadió que hay un estigma en torno a los hombres que hablaban de haber sido abusados, y quería contar su historia para intentar cambiar eso.
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