Los fantasmas del caso Barreda
LA PLATA.- El horroroso cuádruple crimen del barrio La Loma trajo a la memoria otro hecho ocurrido en esta ciudad hace diecinueve años: el del odontólogo Ricardo Barreda. El 15 de noviembre de 1992, en su casa del centro platense, mató a tiros a su mujer, a su suegra y a sus dos hijas. En ambos casos, las víctimas fueron cuatro mujeres; en ambos casos, si la hipótesis de los investigadores es correcta en este nuevo caso, la motivación habría sido pasional.
Barreda tomó una escopeta y mató primero a su esposa, Gladys McDonald; luego a una de sus hijas, Adriana. La tercera víctima del dentista fue su suegra, Elena Arreche; por último cayó Cecilia, su otra hija. Le demandó un par de minutos y nueve cartuchos. El único testigo del hecho fue el perro de la familia.
Barreda no salió inmediatamente de la casa. Mientras los cuatro cadáveres se enfriaban, durmió la siesta; luego fue al cementerio a visitar las tumbas de sus padres, y después, a tomar unos mates con una parapsicóloga amiga.
Después, el homicida intentó hacer pasar todo por un robo; desordenó incluso los muebles para aparentar que supuestos ladrones habían revuelto la vivienda en busca de objetos de valor. Pero al final, conocedor de las dudas policiales, confesó haber sido el autor de la masacre. Y contó cómo había recogido cuidadosamente cada cartucho para luego llevarlos al baúl del auto y deshacerse de ellos.
El caso Barreda conmocionó a la ciudad no sólo por lo terrible del hecho, sino además porque el odontólogo era conocido y respetado en el barrio. A lo largo de la investigación y del posterior juicio, sustanciado en 1995, se fueron conociendo los detalles del crimen.
En un principio, Barreda afirmó que no estaba arrepentido de su acto y que "lo volvería a hacer"; dijo que había estado viviendo "en un infierno", y que las mujeres de la casa lo tenían "loco". Más tarde, sin embargo, dijo estar "profundamente arrepentido" de lo que había hecho.
El odontólogo fue condenado a reclusión perpetua. Tras largos años de vaivenes judiciales logró el beneficio de la prisión domiciliaria, en mayo de 2008, a los 71 años. No volvió a La Plata: se fue a vivir al barrio de Belgrano con Berta André, su novia, a la que conoció por medio de un intercambio epistolar mientras estaba en la cárcel. En marzo pasado, finalmente, se le concedió la libertad condicional. Esa noche, ante los periodistas congregados frente a su casa, dijo: "Cuando la justicia llega tarde, no es justicia".
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