¿Los argentinos somos solidarios?
Según una encuesta realizada por TNS Gallup, el 19% participa habitualmente de tareas voluntarias; distintas ONG señalaron que en los últimos años las donaciones crecieron en número y calidad
Cuando distintas situaciones límites ponen en jaque el destino del país -sea Tartagal, el dengue, la gripe A o las inundaciones- el pueblo argentino saca a relucir su mejor característica: la solidaridad. Se emociona con el sufrimiento ajeno, se desespera por ayudar. Esto lleva a que muchas veces no lo haga de la manera más eficiente, pero de todas formas se involucra. Sin embargo, vale preguntarse si pasada la urgencia, y en el día a día, los argentinos son solidarios.
De acuerdo con distintas mediciones realizadas por TNS Gallup en los últimos años, el 19% de los argentinos realiza tareas voluntarias (en 2002, en lo más negro de la crisis, el porcentaje trepó a 32%), el 73% se considera muy solidario, seis de cada 10 sostienen que las empresas deberían ir más allá de lo exigido por la ley y ayudar a construir una sociedad mejor para todos y apenas uno de cada diez dona sangre regularmente.
Si bien los números no son tan contundentes como en otros países, las entidades señalan no solo un crecimiento en el involucramiento de los argentinos con el bienestar del prójimo, sino un salto cualitativo en la manera de ayudar. "Hace ya unos años que la solidaridad de la gente se manifiesta en mayor medida, tanto si se trata de una emergencia como en su cotidianeidad. Un cambio importante que vemos es que la gente no sólo dona lo que piensa que el otro puede necesitar sino que ahora nos pregunta qué es lo que nosotros estamos necesitando. Eso nos da la oportunidad de definir más claramente lo que hace falta", explica Sofía Terek, responsable del Area de Ayuda Inmediata de Cáritas Nacional, que cuenta con 65 filiales en todo el país, y con la colaboración regular de 32.000 voluntarios.
En países como Estados Unidos o en Europa, la solidaridad se canaliza en mayor medida por medio de la filantropía, y las personas lo hacen en forma regular, casi como una obligación ciudadana. "Acá la donación surge más por una sensibilización social, porque la gente reacciona a un pedido particular o a una crisis", agrega Terek.
Esto fue lo que le sucedió a Victoria Bessega, quien para el Día del Niño pensó en donar algunos juguetes de sus hijas de 5 y 7 años para que otros chicos más necesitados pudieran disfrutarlos. "Cuando tuve a mi primera hija ya no pude ver con los mismos ojos a los chicos que trabajan en el subte. No es lo mismo llegar a casa y saber que hay otros que ni la tienen. Eso me entristece profundamente y trato desde mi entorno de poder cambiar eso. Por eso creo que ser solidario es algo que se despierta cuando alguien nos enseña a serlo", cuenta Victoria, de 37 años y vecina de Devoto.
Vio en el diario un listado de lugares dónde colaborar, eligió a la organización La Voluntad del Cielo (¡un comedor comunitario organizado por vecinas de Ciudad Oculta que también brinda actividades socio-culturales para niños y adolescentes y tiene un jardin maternal) y un sábado se apareció con juguetes, un cambiador para bebes con una bañadera, una sillita, castillos, rompecabezas, un triciclo y una bicicleta casi nuevos.
A la pregunta de si cree que los argentinos son solidarios, Bessega responde que "estamos todos un poco endurecidos por todo lo que uno vive día a día y la inseguridad, pero yo creo que sí. Ya desde chica mi mama nos bajó línea de cuidar y usar lo necesario. De pensar en el otro. Cuando una se hace grande eso lo transmite a sus hijos, es la mejor forma de aprender y entender: con el ejemplo".
Cambiar su vida. Según el Grupo de Análisis y Desarrollo Institucional y Social (Gadis) existen cerca de 105.000 organizaciones sociales en nuestro país, que consiguen un 10% de su financiamiento a través de donaciones de particulares, empresas y lo que recogen en festivales, rifas y colectas. Esto quiere decir, que por más pequeña que sea la donación de una persona, le puede cambiar la vida a un chico que está esperando un juguete o a una persona que ansía un plato de comida.
Rafael Gómez Centurión se topó a los 18 años con una realidad para la que no estaba preparado. Se anotó junto con tres amigos para ir un fin de semana a construir casa con la ONG Un Techo para mi país y terminaron en Villa Hidalgo, en San Martín, viendo cómo las personas vivían sobre la basura.
"Toda esa situación me impresionó muchísimo. Darme cuenta de que había gente que tenía sus casas de chapa y cartón y que su piso era la basura", señala este estudiante de Administración de Empresas de la UCA, que hoy tiene 21 años y que después de ese shock , decidió seguir colaborando con esta organización que cuenta con 200 voluntarios.
Todos los sábados parte con un grupo de jóvenes para el barrio La Ilusión, en Zárate, donde organiza una mesa de trabajo con las familias que ya tienen su casa construida en donde plantean todos los problemas del barrio, como la deserción escolar o la falta de capacitación en oficios. Con las familias con protagonistas intentan mejorar la situación de los vecinos.
"Para mí el argentino es solidario en su naturaleza pero necesita de un impulso y un estímulo. Por eso responde frente a inundaciones y catástrofes. Con la pobreza pasa otra cosa, porque existe y existió siempre, y es un fenómeno silencioso, que está invisible, y si vos no te acercás a verla, quizás no la ves nunca", resume Gómez Centurión.
Una organización que tiene un largo camino recorrido en el mundo de la solidaridad es el Ejército de Salvación, que hace ya 70 años recibe 1500 donaciones mensuales de particulares y empresas.
"La Argentina es muy solidaria, pero es necesario que las personas conozcan a las organizaciones. La transparencia es fundamental. Nosotros tenemos una donación constante porque la gente nos conoce y eso hace que lo haga de forma periódica. El año pasado se detuvo la cantidad y la calidad de las donaciones. pero este año se han mantenido", señala Miguel Bello, director del Programa de Tiendas de Venta Benéfica del Ejército de Salvación.
En sus distintas dependencias y en su salón de 4000 metros cuadrados en Pompeya, la entidad recibe todo lo que una persona o empresa deja de usar, especialmente ropa, muebles y maquinarias.
Donar con la mirada en el otro. La calidad y el traslado son las principales dificultades que las ONG señalan en relación con las donaciones. Por eso, bregan para que los donantes no se descarten de lo que no usan sino que tengan en cuenta que alguien necesita lo que están donando, pero que lo necesita limpio, que funcione y que no le falten piezas. "Estamos trabajando para cambiar esta filosofía. Cuando nos llaman o consultan qué pueden donar, nosotros les preguntamos si funciona y hacemos concientización. Es un trabajo de hormiga que está surtiendo efectos positivos", dice Terek.
Las organizaciones sociales destacan que es importante, en lo posible, que las personas puedan acercar su donación. Generalmente están sobrepasadas de trabajo y se les hace imposible retirar las donaciones, y en algunos casos, el costo del viaje supera el valor de la donación o deben desatender cosas importantes para ir a buscarla.
¿Qué puede hacer una persona que no sabe cómo ayudar? Es fácil: acercarse a la iglesia o templo más cercano, a alguna organización de su barrio o a Cáritas de su zona y preguntar qué necesitan.
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