Los adolescentes la están pasando mal, y esto pueden hacer sus padres por ellos
Una psicóloga comparte recomendaciones sobre la forma ideal para conectar con ellos, cómo identificar sus emociones y cuándo intervenir
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NUEVA YORK.— Hace 25 años que la psicóloga y escritora Lisa Damour ayuda a los adolescentes y sus familias a navegar las turbulentas aguas de la adolescencia, tanto desde su consultorio como con sus libros.
Y según ella, la situación actual de la salud mental adolescente es totalmente inédita.
Según el informe difundido la semana pasada por los Centros para el Control y Prevención de las Enfermedades de Estados Unidos (CDC), durante 2021 el 42% de los alumnos secundarios norteamericanos experimentaron sensaciones persistentes de tristeza o desesperanza, y un 22% consideró seriamente la idea del suicidio. Quienes peor la pasan son las adolescentes mujeres, así como los y las jóvenes gays y bisexuales, pero también se registra un agravamiento de los síntomas en niños y adolescentes de todas las razas y grupos étnicos.
“Estoy sumamente preocupada por el sufrimiento que experimentaron los adolescentes durante la pandemia, pero también ahora, con la actual crisis de salud mental adolescente”, dice Damour.
En su nuevo libro The Emotional Lives of Teenagers (“La vida emocional de los adolescentes”), Damour apunta a desmitificar la adolescencia y “resetear” la definición misma de salud mental: “Con demasiada frecuencia se equipara la salud mental con sentirse bien, contento, feliz, tranquilo o relajado”, escribe Damour.
“Pero la verdadera salud mental implica experimentar los sentimientos y emociones apropiadas para cada momento —aunque sean sensaciones dolorosas o no deseadas— y manejarlos de manera efectiva”. Damour piensa que esa caracterización es “mucho más precisa” y espera que sea mucho más tranquilizadora.
Estas son las definiciones de la especialista sobre la comunicación con los adolescentes, sobre cómo distinguir las emociones sanas de los problemas de salud mental, y sobre la forma de poder ayudarlos.
Es normal que en la adolescencia los sentimientos sean fuertes y tumultuosos. Pero en medio de la actual crisis de salud mental adolescente, ¿cómo hacen los padres para distinguir entre la angustia adolescente normal y las señales de ansiedad o depresión?
Los adolescentes sienten sus emociones más intensamente que los niños y que los adultos. Así que habrá muchos días en los que experimenten oleadas de angustia, y tal vez varias veces en un mismo día.
La mayor parte de esa angustia probablemente será apropiada para sus circunstancias. Si un adolescente desaprobó un examen, es natural que esté preocupado. Si rompen una relación, es esperable que se pongan tristes. Lo importante es saber cómo el adolescente maneja esos sentimientos, si tiene estrategias que lo alivien y no causen daño, como hablar con las personas que se preocupan por ellos, encontrar distracciones momentáneas o resolver el problema.
Pero hay dos cosas que no están bien y que deberían alertarnos sobre la posibilidad de un problema de salud mental. Primero, que los adolescentes estén usando estrategias de alivio que en realidad tienen un costo aún mayor: por ejemplo, un adolescente que está muy angustiado y entonces fuma marihuana, o un adolescente que se peleó con un amigo y entonces lo persigue en las redes sociales.
En segundo lugar, no es bueno que sean los sentimientos los que “dirigen el espectáculo”, interfiriendo en la capacidad del joven de hacer lo que tiene que hacer, como ir a la escuela o pasar tiempo con sus compañeros.
Si el adolescente llega de la escuela triste o enojado, ¿cuál es la mejor respuesta de un adulto?
Por lo general, lo único que necesitan de nosotros son dos cosas. Primero la curiosidad: hay que interesarse en lo que cuentan y hacerles preguntas. La otra es la empatía: hacerles saber que lamentamos que estén pasando por un momento así.
Hay excelente evidencia científica de que el mero acto de poner en palabras un sentimiento no deseado reduce el temor a esa emoción. Si son las 9 de la noche, por ejemplo, y nuestro hijo o hija adolescente de repente nos dicen que están muy ansiosos, infelices o frustrados, lo más importante que debemos recordar es que ya están en camino de sentirse mejor, porque pudieron poner sus emociones en palabras.
¿Qué pasa si el adolescente nos dice algo cruel?
Es perfectamente normal que los niños se enojen. Es esperable, y por eso es mejor estar preparado. Lo que tenemos que hacer es poner parámetros para la manifestación de esa ira.
Cuando los adolescentes usan un lenguaje hiriente, lo que puede funcionar es responder de una manera que separe el sentimiento de cómo fue expresado. Podemos decir, por ejemplo: “Entiendo que estás muy enojado conmigo, y quizá tengas parte de razón, pero nosotros no nos hablamos de esa manera, así que tomate un minuto y explicamelo de una manera más civilizada”. Por más que el adolescente revolee los ojos y mira para otro lado, captará el mensaje y con un poco de suerte volverá a intentarlo cuando se haya calmado.
Digamos que un adolescente se enoja mucho y no quiere hablar del tema, y 20 minutos después parece estar perfectamente bien, ¿hay que tratar de reanudar la conversación?
Si un chico estaba de mal humor y encontró el camino para que se le pase, lo mejor es dejar el tema ahí.
El tiempo funciona de manera diferente para los adolescentes que para los adultos. Es muy común que a las 4 de la tarde un adolescente esté súper angustiado por algo, y dos horas después a esté feliz. Aunque estén muy molestos por algo, cualquier buena noticia suele alcanzar para levantarles el ánimo.
Su libro resalta el valor de dejar que los chicos hablen con los padres en sus propios términos. ¿Qué significa eso?
Muchos padres sienten que hacen preguntas geniales durante la cena y en el mejor de los casos obtienen monosílabos como respuesta. Y de repente, más tarde a la noche, el chico no para de hablar.
El impulso organizador de los adolescentes es la tendencia hacia la autonomía: prefieren no estar sujetos a la agenda de un adulto. Cuando los interrogamos en los momentos que a nosotros nos resultan convenientes —durante la cena, por ejemplo—, les estamos imponiendo nuestra agenda. Por eso tenemos que estar abiertos a la posibilidad de que el adolescente se muestre más comunicativo cuando es él quien inicia la conversación.
Eso implica que tal vez quieran hablar en momentos que no esperamos o que incluso nos resultan inconvenientes. Y también pueden querer hablar de cosas que tal vez no están en el centro de nuestra atención. Pero si queremos cultivar y proteger la relación con nuestros hijos adolescentes, tenemos que estar dispuestos a conversar respetando también sus términos.
¿Deberíamos tratar de proteger a los adolescentes de situaciones o sentimientos difíciles?
Nadie quiere que sus hijos sufran dolor emocional, pero tenemos que entender que no solo es inevitable, sino que por lo general es valioso. El malestar psicológico nos brinda información importante sobre el mundo y las relaciones. Si a un adolescente lo pescan copiándose en un examen y tiene que lidiar con el problema real de enfrentar el tema en la escuela y en su casa, es probable que antes de repetir su error lo piense dos veces.
La pregunta que debemos hacernos es la siguiente: ¿el problema que tiene que enfrentar es simplemente incómodo o directamente inmanejable? A veces es difícil saberlo, pero en general, si están lidiando con una situación incómoda, deberíamos tratarlo como una oportunidad para que desarrollen capacidades saludables que en el futuro les permitan procesar emociones dolorosas o incómodas.
Si tenemos razones para pensar que nuestro hijo o hija adolescente está enfrentando o podría tener que enfrentar una situación inmanejable o que lo sobrepase, tal vez sea buen momento para intervenir. Podemos decirle, por ejemplo: “Me parece que estás atravesando un problema que no podés manejar por tu cuenta, y te merecés ayuda de afuera. Pensemos juntos que tipo de ayuda necesitás.”
Por Melinda Wenner Moyer
(Traducción de Jaime Arrambide)
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